190 REVISTA EVANGELICA Marzo ble escritor. “Crisis en todos sentidos, en todos aspectos y órdenes de la vida: crisis religiosa, crisis moral, crisis económica.' “La humanidad se afana por encontrar salida a este estado de cosas, mas no la halla, porque no la busca donde puede y donde únicamente ha de encontrarla: en el Evangelio.’’ “El problema del mundo actual es de índole moral, no material.' “El hambre y la sed debieran estribar en el anhelo de las cosas espirituales, no en llenar el vientre, ni saciar los deseos del cuerpo. Hay que comer y que beber para subsistir, es verdad, pero el rico Epulón saciábase en opiparos banquetes y Belsasar en orgias incomparables, y ambos dos tuvieron un despertar fatal.’’ Haya pues en nosotros el sentir que hubo en el Señor Jesús, y asi los anhelos más fuertes, más puros de nuestra alma serán de hambre y sed de Justicia. Realidades espirituales que calmaran nuestra hambre y nuestra sed y mitigaran nuestras penas y aflicciones. Esta hambre y esta sed sólo en Jesús puede saciarse El es “Pan de vida’’ y “Agua viva” y el que comiere de ese PAN y bebiere de esa AGUA no tendrá hambre ni sed (Juan cap. 4). Dadme Señor esta hambre y esta sed de justicia; sácianos en tu misericordia apartándonos de las cosas materiales, para que podamos amarte y servirte en este mundo y merecer vivir en tu compañía por toda la eternidad. Asi sea. —--(o)--- SAVONAROLA ---O——- Ha habido unos pocos predicadores grandes en Italia, y uno de estos vivió en Florencia. Era un monje católico. Vivió en un período en que la maldad abundaba en todas partes, aun en la iglesia, y especialmente en Roma donde moraban el Papa, la mayor parte de los cardenales, y millares de sacerdotes. Muchos de los sacerdotes de Italia no son buenos hombres, y no procuran mejorar la moral del pueblo, sino que viven como hombres del mundo, no cuidando de nada sino de su propia comodidad. Pero Savonarola no sólo era bueno él mismo, sino que deseaba que otros fuesen buenos también; y como Jeremías, lloraba y se lamentaba a causa de la maldad de su pueblo. Por mucho tiempo pensó de día y de noche en los pecados de él, orando al mismo tiempo para obtener sabiduría y fuerzas para hacer su deber. Al fin se decidió que debía predicar a sus compatriotas y amonestarles como un mensajero mandado de Dios, porque le parecía que Dios le había mandado para hacer esto. Savonarola no sólo era un cristiano piadoso sino también un hobre erudito, y el predicador más elocuente de su tiempo. Además de esto, tenía el valor de un león; no temía a hombre alguno;