KI. S K M I! R A DO li KI. SKMBRADOR El. episodio de Su Alteza Serenísima Santa-Anna rindiéndose a un sargento yankee nos era restregado en la clase de Historia texana, y un dolor mezclado de vergüenza enturbiaba el placer de hojear nuestro Atlas querido. Mientras nosotros ufanos de la ‘'Independencia y de la Reforma”, olvidábamos el pasado glorioso, los yanquis, viendo claras las cosas, decían en nuestra escuela de K.agle Pass: “When Mexico was the largest nation of the continent”. . . frente al mapa antiguo, y después sin comentarios: “Present Mexico”. Mi padre no aceptaba ni siquiera que ahora fuésemos inferiores al yanqui, lis que los fronterizos no conocen el interior de la capital. . . . Se van a gastar su dinero a San Antonio. ... ven alii casas muy altas.... yo las prefiero bajas para no subir tanta escalera.... no niego que nos han traído ferrocarriles, pero eso no quita que son unos bárbaros. . . . ¡Nos han ganado porque son muchos . Yo interiormente, pensaba: Es que a mi me han pegado y fué uno solo.... No. cobardes no eran.... Bárbaros, quizás; cu esto mi madre también estaba de acuerdo. Sus ideas sobre la cultura del Norte, casi no habían cambiado desde que lomó unos apuntes en su escuela particular de Tlaxia-co. Escritos en papel amarillento, los revisé poco después de su muerte “Al Sur de México, decía, está Guatemala, nación que en cierto modo, estuvo unida a la nuestra, y al Norte habitaban unos hombres rudos y peligrosos que suben los pies a la mesa cuando se sientan a conversar y profesan todos la herejía protestante. K1 prejuicio patriótico cegaba a mi padre. Mi madre tenía motivos más hondos para desconfiar del progreso del Norte: eran protestantes, y el verme obligado a tratarlos extremaba su afán de arraigar en mi la fe católica. Su pequeña biblioteca ambulante contenía los dramas de Calderón en cantos dorados, un Balines, un San Agustín, y un volumen de Tertuliano. De este último me leía trozos polémicos. Al- JOSE V ASC©INICE[L©S PAGINAS SELECTAS gima vez me hizo leerle “La Vida es Sueño”. pero el libro preferido de nuestras veladas de Piedras Negras, era la Historia de Jesucristo de Louis Veiliont, con láminas a colores. El pasaje que entonces ponía reflexiva a mí madre era el corro de los doctores. Ya no le preocupaba la posibilidad de mi pérdida física, como en los tiempos angustiosos del Sá-sabe; pero ahora estaba atenta al peligro RIPALDA y EL RELOJ del alma, lanzada ocho horas al día entre herejes de escuela extranjera. Interpretando el pasaje de la disputa con los doctores, mi madre afirmaba que un niño cualquiera si poseía el tesoro de la doctrina verdadera, podia poner cu confusión a los sabios. Nuestra escuela de Eagle Pass era sinceramente democrática y trataba la religión con simpatía respetuosa. Discípulos y maestros acudían el domingo, cada quien a su iglesia. Pero mi madre temía esa especie de saturación de ambiente que crea cada doctrina, y me acorazaba contra el peligro de lo protestante. Reforzaba no sólo la teoría, también la práctica. Aparte de la misa en domingo y fiestas de guardar, además de la confesión y comunión por cuaresma y otras solemnidades y añadido a las oraciones de la mañana y de la noche, cada larde al osurecer nos reunía, sin excepción de los criados, para el rezo del Rosario. Fri mero el Padre Nuestro en coro. . . . Dilo bien, pronuncia claro.... Padre Nuestro. . . Padre Nuestro. . . —Luego las Ave Marías prolongadas en los cinco misterios. Por tu hijo suplicárnoste, señora, que nos des un corazón limpio y puro. Dios te Salve, María.... que se alumbren las tinieblas de nuestras almas. . . . Según el rezo avanzaba crecia el fervor: las Ave Marías alcanzaban acen tos de triunfo: Abrid. Señor, mis labios, y mi lengua cantará vuestras alabanzas. .. . Y como si el soplo celeste plasmase, por fin. en su forma adecuada, llegando a la letanía, se entonaban alabanzas latinas. Mater dolorosa, mater misericordis, refugium pecatorum, turris ebúrnea, estrella del alba. . . . Cada vez respondíamos: “Ora pronobis”. Por el aburrimiento y el ol- Cortesia de Fábrica de Papel Monterrey, S. A. vido, por las rodillas que dolían de estar hincadas. ... “Ora pronobis". También sabíamos que el ardiente amor nos envolvía en su llama, y solía lanzar el castigo de un cuartazo o de un pellizco, si por fatiga inoportuna alguien se permitía un retozo o cabeceaba de sueño. Cierta dureza acompañaba siempre a la pasión y mi madre se desesperaba si advertía frialdad, indiferencia en los suyos, para asuntos que estimaba supremos. En mis reflexiones más íntimas yo compartía sus preferencias. El patriotismo y la historia, bien vistos, eran vicisitudes secundarias de los pueblos. Las playas que cuentan, pensaba, no son las del Golfo de México ni las del Mar de. Cortés, sino aquellas del norte de Africa, en que el angelito se apareció a San Agustín para disuadirlo del empeño de expl.car los misterios de la fe. Cogía en su cántaro agua del mar y la echaba en un pequeño agujero. ¿Qué haces? preguntó el santo. Lo mismo que tú—, replicó el ángel ; estoy echando el mar en este agujero. Mamá, ¿qué es un filósofo? indagaba yo; y ella, lacónica como el catecismo, respondía: Filósofo es el que se atiene a las luces de la razón para indagar Ja verdad. Sofista es el que defiende lo falso, por interés o por simple soberbia y ufanía. La palabra filósofo me sonaba cargada de complacencia y misterio. Yo quería ser un filósofo. ¿Cuándo llegaría a ser un filósofo? Aseguradora del Norte, S. A. Seguros de Incendio El mas eficiente servicio a los asegurados MONTERREY, N. L. o- 2 3