muchos otros cuyos nombres sería prolijo enumerar, han enriquecido las letras norte-americanas en todas sus ramas con el tesoro de sus obras originates.
La literatura délos Estados Unidos
<ttl Norte, es no cabe duda, digna '4|ejos estudios más serios. Para com-|lttnderla con más o menos perfección, se necesita conocerlos elementos fun damenules que han contribuido a su wSarrollo, elementos que evidentemente ignoran el señor Moheno y «otros que, como él, se muestran ligeros en sus apreciaGones sobre el par-titular.
La calificación que el señor Mohe-no hace de la literatura y del arte Culinario norteamericanos, es, en nuestro humilde concepto, altamente errónea y no corresponde al juicio razonado de un crítico serio.
< Pero sea de todo.ello lo que fuere, y aunque respetamos la autoridad de nuestro distinguido compatriota, en achaques literários, mo creemos que el señor Moheno tenga razón para asentar con tanto aplomo que la literatura norte-americana no tiene refinamientos, y menos cuando de ella no hace un examen detenido e" impar” cjal.
.x,, Repetimos que no nos llaman la atención las expresiones despectivas vertidas por el señor Moheno sobre el asunto de referencia.
Bien sabido es que los genios son cari siempre extraordinariamente estrafalarios, no diremos en cuanto a sus propias concepciones, sino hasta en sus asertos al Juzgar obras ajenas. El señor Moheno es quizás uno de esos genios.
Browning. Whitman y el Dante, por ejemplo, son poetas intensos, poetas que han escrito mucho que los demás mortales, en una gran mayoría, no han podido sentir, y. por tanto, no han sabido comprender. De ahí que críticos y comentadores distinguidos hayan calificado al primero de obscuro e insípido; al segundo, de eccén-trico, sin inspiración poética alguna; y al tercero de loco rematado.
A Turner, célebre creador de paisajes, y que bien puede colocarse al lado de Miguel Angel (aunque ambos cultivaron distinto género de pintura), se ha visto tan sólo como un pretencioso por peritos en la materia, peritos que no han podido comprender la originalidad de las admirables expresiones artísticas llevadas al lienzo por su mágico pincel. "¿Cuántos críticos en el arte musical han despreciado y aún condenan la. sublime expresión emocional de las grandiosas producciones de Wagner, así como las exquisitas armonías éxó-ticó-discordantes de Grieg?
Bien pudiéramos centuplicar los ejemplos en la liteartura. en la pin-tufa y en la música, de que se ha hecho mención, para demostrar cuán estrecho es, por lo general, el criterio humano; para poner de relieve el hecho de que ton frecuencia el genio no puede comprender al genio, y de que, por extraño que aparezca, los 'predilectos de la inspiración, los atletas de la inteligencia, como los imbéciles, no se saben Apreciar unos a otros.
, En nuestro intento de ampliar lós anteri<
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lás ve; pero el artista verdadero, ex- Tan descabellados . conceptos,” a"
presa lo que siente.
Nadie, pues, puede apreciar una expresión artística si no está apto para percibir lo invisible.
De donde resulta que los mortales, cji su mayor parte, no son capaces. . ni aúi) por medios educativos, de . apreciar el sentir del artista; y, al no ■*, Ppder hacerlo, se vengan de este, con-« virtiéndose en bufones, o asumiendo hacia él; una actitud apayasada, cínica, irónica, colérica, o de envidia llena.
Otros todavía contemplan la. grandeza, la belleza, la sublimidad del arte. con fría indiferencia, sin atreverse a hacer comentario alguno. Estos, sin embargo, son más justicieros que los que, en su papel de críticos, representan la bufonería, el cinismo, la ironía, la envidia, y. para herir al coloso - o deprimir el mérito, invitan la atención o mendigan los aplausos de las ignaras multitudes.
Para concluir, nos vamos a permitir repetir aquí la significativa anécdota siguiente:
Un inglés, en una de sus frecuentes visitas a Voltaire, encontró a éste recostado leyendo a Shakespeare, a quién yá él filósofo francés había calificado de bárbaro.
—¿Qué leéis?, pregunta el visitante.
—¡Vuestro Shakespeare!, contesta el filósofo, y, sin poder reprimir su enojo, arroja el libro al suelo, como para hacer patente su hondo desprecio por el bardo británico.
—Ése no es mi Shakespeare, re-•plica incontinenti el inmutable hijo de la pérfida Alhión, como dando a entender que el Shakespeare universal mente admirado y tenido como el más grande poeta que ha producido el mundo, como el más profundo y fiel intérprete del incomprensible corazón humano, no es el Shakespeare que Voltaire ha calificado de bárbaro.
Al comentar la obra maestra del vate inglés, el Hamlet, eminentes críticos literarios y filosóficos como Dryden, Greene, el Dr. Johnson. Warburton, y otros, han vertido en sus estudios vocablos como estos: vanidad, exageración, juego de palabras, extravagancia, estilo bombástico, puerilidad, idiotismo, obscuridad, mentira, imbecilidad, y demás (!)	____ —
Y nosotros podríamos agregar que lugar secundario a los pensadores y todos esos vocablos, que entrañan calumnias literarias y de lesa filosofía nada más. no son, efectivamente, sino palabras, palabras, palabras, como dijera el mismo Príncipe de Dinamarca.
¿Qué da. pues, qué el señor Moheno (a quien evidentemente no agradan la literatura y el arte culinario norte-americanos), verdadera potencia en el arte parlamentario, pero no du- ‘ cho en crítica filosófico-literaria. por ignorancia, por envidia, por despecho, por reconcentrado mal humor, por odio de raza, o por qué sé yo, haya dicho que:
“Como los poemas, las novelas y las historias de moving-picture-feliz-mente acabadas gracias a la libertaria institución de la “National Board of Censors”—también se guisan aquí para una multitud enorme, donde no abundan los gourmens, es natural que eñ el cine como en la novela, y en el poema*' ccañp en las latas, de frijoles» Boston Style., encuentre uno invária-
huirotro modo de ver. no expresan la verted en la materia de que se ha hecho referencia; son tan solo expre-sioiNSs exageradas del justamente cé-lebre' tribuno mexicano, lanzadas a la publicidad en momentos de dispéptica ofuscación.
DAVID CBRNA.
San Antonio, Texas, septiembre 28 de 1915.
io^te conceptos, diremos <jue blementc cj niistno saborcitó, el prote,Vomo en la literatura, el • -pió tufillo..^'1 .¡¿véncibk resabio de
NOTA.—Lejos de estar conformes con jas ideas del Dr. Cerna, declara-mo8*quc no se encuentra en lo justo ■ al aseverar que la literatura latino americana desde algunos pantos desvista es inferior a la literatura ahgto-americana. Seguramente el Dr. Cenia, con el prejuicio tradicional y arcaico de que sólo lo extranjero es ibu^gp no se ha dedicado a estudiar las^Tetras mexicanas con el entusiasmo Jque despiertan en su alma las li-tera^ras sajonas; y a eso sin duda ^algi}tia se debe, el lugar secundario que/asigna a ciertas ramas de una litrntura que ha tenido líricos de la -taHa. de Sor Juana Inés de la Cruz y dramaturgos de los tamaños de Juan Ruiz de Alarcón.
El día en que el Doctor Cerna estudie como ha estudiado a Shakespeare los versos de Othón y Díaz Mirón* los discursos patrióticos de Ra-jnírez y Altamirano, las alocuciones •pro^iicas del Padre Mier, las oracio-nes'suntuosas de Justo Sierra,—¿qué 'oráátir norte-americano habrá forjado cláusulas como las de nuestro gran Maéálro?—las obras Históricas de Clavijero y Alamán, de Zavala y Orpico y Berra; la gran literatura jurídica de Vallarla y Pallares; los balceta; los romances populares de opúsculos impecables de García Icaz-Guillérmo Prieto; los estudios histó-ricós-sociales del Dr. Mora y del Lic.¿ Rabasa. la novela picaresca del “Pensador Mexicano.” y Don Vidente Riva Palacio, las discusiones parla-.mentarías de Arriaga y Zarco, de Zatfeacona y Lerdo de Tejada, de Alcalde y Hernández y Hernández, entonces comprenderá que desde nin-gqri/punto de vista debe asignar un artistas que han procurado darle forma Ta las tradiciones y sentimientos de" la Patria. ■	-
E&anuy común creer que la música mexicana se reduce al vals “Sobre lae Olas” y la poesía patria a algunas octavas campanudas de Antonio Pla--z¿. .fAsimismoXse cree que la escultu- «. ra. mexicana sólo ha producido las figurillas de barró modeladas por los alfareros de Guadalajara y se afirma temerariamente que nuestras “Bellas Artes? caben perfectamente dentro de los extravagantes escaparates de una “Curiosity Store.” Y así como se calumnia a nuestras inteligencias,* se .. calumnia también a nuestros estómagos, suponiendo que reciben deleite con eae brebaje inmundo que Haman “Chili con Carne.”
“Revista Mexicana*' se ha fundado conTa misión especial de desvanecer estos errores; y si hemos dado hospitalidad al artículo del Dr. Cerna es únicamente porque tenemos la seguridad de demostrarle que está fuera .
.<P«M «.la jxHétóaa FM-).