El Faro Dominical 1 1 LA LECCION BOSQUEJADA En nuestra lección pasada estudiamos acerca de la predicación de Pablo a un grupo de mujeres que estaban reunidas junto al río en b'ilipos. También recordamos que la noble Lidia recibió el evangelio con gusto junto a las tranquilas aguas de aquel río. Nos parece que todo fué quietud y tranquilidad y divina inspiración en aquel apartado y hermoso lugar. La voz serena, aunque decidida del mensajero de Dios, la atención limpia y llena de santa unción de aquella mujer temerosa de Dios, la paz de aquel santo recinto que tenia por bóveda el grande cielo azul y por estrado las apacibles márgenes de un rio l ransparente y sosegado. Todo parecía jlecir a los siervos de Dios en un lenguaje misterioso que llenaba sus almas, que su trabajo tendría merecida paz en aquel lugar. Pero no fué asi, porque Satanás veía con profunda l abia y < n-venenada intención la obra bendita de salvación en aquellos recintos de su oscuro dominio. Estudiemos con cuidado esta lección y nos será grandemente provechosa. La Persecución. Mientras los siervos del Señor iban a predicar su mensaje celestial a las mujeres que se reunían junto al rio una vez y muchas veces, una muchacha que tenia espíritu pitónico, o espíritu de adivinación, salía delante de los discípulos dando voces y diciendo que aquellos hombres eran siervos del Dios al-tisimo. Dios no necesita del testinio nio de medium ni de esjiíritus pitónicos para hacerse conocer a los que le buscan. Y repitiendo esta muchacha su testimonio varios dias, el aposto! se He nó de tristeza y algo de enfado por el origen de aquel testimonio y mando al espíritu que abandonara a la muchacha. Los malos hombres que traficaban con la desdicha de aquella pobre muchacha, al ver perdida toda su esperanza de que les ganara más dinero adivinando, se enfurecieron contra los siervos de Cristo Jesús y alborotaron a las autoridades diciéndoles que siendo judíos aquellos hombres, les iban predicando una religión que no era la religion del estado. Yo creo que muchos han de haber dicho que no podían aceptar el evangelio por no ser la religión de sus padres. Pues asi hacen muchos que rechazan hoy las enseñanzas puras de Jesús. Conculcando los magistrados toda justicia rompieron las ropas de los mensajeros de Dios y los mandaron azotar cruelmente. Después de ultrajarlos los pusieron en la cárcel. El carcelero, simpatizando quizá con la violencia y obedeciendo órdenes especiales, los refundió en lo más interior de la cárcel y les apretó los pies en un cepo como si hubieran sido unos criminales peligro- Culto de Media Noche. Satanás podrá aprisionar los cuerpos, pero no puede jamás aprisionar la voluntad. Los miembros de sus cuerpos estaban adoloridos, sí, y además estaban sujetos a unas prisiones incómodas y humillantes, pero la voluntad de a-quellos hombres estaba libre como el viento que corre en mitad de la calk1. Presos como estaban Pablo y Silas, cantaban himnos al Señor. Pero este regocijo y satisfacción de alabar a Dios no estaba beneficiando solamente a nuestros amados prisioneros, pues se nos dice que los que estaban presos los oían. El evangelio tenía <|uc abrirse paso aun a través de los macizos muros de la prisión de la ciudad de F ilipos. Satanás los sujetaba a ellos a un humillante cepo, pei’o ellos iban a sujetar al carcelero mismo a los divinos lazos del amolde Jesús. Y ¿quién puede decir si los cantos de los distinguidos prisioneros no prendieron un rayo de esperanza en el corazón de los que a media noche los oyeron? La Intervención Divina. Dios no desampara a los que en él confian y por medio de un sacudimiento tremendo y sobrenatural sin duda, rompió las débiles prisiones hechas de manos de hombre y abrio de par en par sus puertas. Cuando el carcelero se dio cuenta de aquella inesperada situación, desesperado se quería matar porque su responsabilidad seria grande delante de los tribunales de justicia de su nación. Pues notó que las puertas de la prisión estaban francas y creyó <]ue la fuga de los presos era ya un hecho consumado. Pablo evito el suicidio del carcelero muy a tiempo calmándolo y diciéndole que nadie se había ido de la prisión, que todos estaban alli. Las palabras del apóstol tranquilizaron el ánimo del abatido carcelero y lo hicieron entrar en serias reflexiones sobre todo lo acontecido. Una Pregunta Muy Natural. Y decimos que fué muy natural la pregunta que el carcelero de F ilipos