los lisiados no entrarían en esa obligación. Pero fufra de ellos, todos, absolutamente todos los mexicanos, estarían obligados a .concurrir a la instrucción militar, a efecto de ir preparando fuerzas para defender a la patria en cualquiera eventualidad. Y en cuanto a la enseñanza de la religión, creo que ella es materia más del hogar que de la escuela. Porque, no habiendo una religión oficial, es al padre de familia al que toca inculcar sus principios religiosos al hijo, para cultivar su fe y su credo. Si creo que en las escuelas privadas o particula res, y aun en las escuelas catóúlicas, donde hay alumnos que profesan dis^ tintos credos, deben respetarse las creencias, y no tratar de imponer a los alumnos las que tenga la escuela; esto enseñará prácticamente la tolerancia religiosa de que tanto necesitamos. En los Estados Unidos, y en otros países, aparte de este respeto por las creencias extrañas, se obliga a los alumnos a cumplir con los deberes que les impone la religión que profesan. Estas son, en síntesis, mis ideas sobre. pedagogía nacional. Quieren us tedes más? —Es suficiente, señor doctor. Y muchísimas gracias. Después, si tiene usted tiempo y quiere dispensarnos otro favor, vendremos a molestarlo para recoger sus ideas sobre la revolución. El doctor prometió complacernos, y nos despedimos cariñosamente. Ah! Y al salir, pensamos en nuestro amigo, el radical____ Alfonso ANAYA. (Tiberio.) Niña Luisa Pérez, de Matamoros, Tamps., actualmente en Laredo, Texas.