cillas disipads bien pronto pera condensarse después. El era inclinado a la ira y dejaba escapar con facilidad palabras duras, agresiva, amargas. Ella no lo notó ni en fl noviazgo, ni en la luna de miel, porque él se contenía cuidadosamente; ahora cedía fácilmente a sus impulsos, y en pocas ocasiones bastaba la más ligera contradicción, el más leve contratiempo para estallar en cólera y prorrumpir en palabras ofensivas. Ella se lastimaba profundamente, np olvidaba ni podía perdonar. Se replegaba sobre sí misma, se hacía más intima, casi impenetrable, silenciosa • en su exterior, menos amante y tierna. El la observaba con rencor y encono, porque no sabía perdonar tma palabra proferida de ligero. Gradualmente se iba levantando entre ellos algo como una mampara invisible. La palabra no partía de sus labios con la espontánea cordialidad de otros tiempos; cada uno de ellos hacía sus reservas, las acariciaba, y por decirlo así, las rumiaba; cada uno pesaba las culpas del otro y las propias, y hallaba su platillo el más liviano. Sobrevino al fin una hora fatal. El había llegado a su casa contrariado por algún desarreglo en sus negocios. Ella ¿abía que en semejante estado de ánimo bastaba una mera palabra para colmar su irritación; pero quiso la casualidad que se traspapelase un documento importante que él necesitaba con urgencia; fa joven no acertó a encontrarlo y fué reprendida con dureza.-<1 Ella se irguió esta vez y lo reconvino con amargura y desdén. Dos manos crispadas cayeron sobre sus hombros y la sacudieron con violencia. Ella no se quejó, no profirió una palabra, dejó su casa y se fué a la de sus padres de quienes, como hija única, era adorada. El esposo fué a solicitarla allí sin pérdida de tiempo, le pidió perdón -y juntos se restituyeron a la casa. Ella no pudo hacer otra cosa en vista de sus súplicas, sino a riesgo^de parecer obstinada y terca; pero no había podido perdonarlo sino a medias, y una reconciliación efusiva, sincera. del corazón, era por el momento imposible. Así lo comprendió él, advirtiendo que había sido estéril -el sacrificio de su humillación. Porque cuando en la siguiente noche se sentaron el uno frente otro, las manos enlazadas, ella sintió bien a pesar de la ternura que él le manifestaba, que las cosas no eran ya como antes. En apariencia todo estaba reparado, pero en el fondo ambos comprendían que su ternura no era ya genuina, y sin que desde entonces otra nube se hubiese interpuesto entre ellos, el amor vacilaba en sus pechos como la llama de una lámpara que está a punto de consumir el aceite que la alimenta. Allí estaba el abismo, ensanchándose dia a día en medio de dos corazones desfallecientes y paralizados. Hace mucho tiempo que esto sucede. En aquel instante la joven parece contemplar el abismo,- se horroriza. y se pregunta cómo es posible que las cosas continúen así. ¡ Se amaban tanto antes! y ¿ahora?-™-¿No tiene él todavía suficiente poder sobre su alma puesto que todavía la fascina y encanta? El levanta la mirada, pero no para fijarse en ella; ve la lámpara, redobla la actividad de su luz y Voltea otra hoja del libro* en que lee. ¿Qué pasa eu aquella alma? .¿Comprende su aslamiento? ¿Está conforme con él? ¿Está aún contento? ¿Pienas que esto puede y, sobre todo, debe cambiar? Ella nada sabe de todo esto: el interior de aquella otra alma es tan impenetrable como el de la suya propia. Ambos son enigmas dolorosos que el orgullo hace indescifrables, que sólo el amor podrá aclarar y resolver. Ella lelga a comprender hasta con horror que los dos son extraños entre si. El la dirige algunas veces una mirada sombría." ¿Qué significa esta mira da? ¿odio, ira, o queja y dolor? ¡Ah! si ella pudiera arrojarsie otra vez en sus brazos y contemplarlo dichoso como en mejores días! Al pensarlo se estremece con delicia: muchas veces ha sentido este impulso, y el pensamiento ha pasado por su alma como un hermoso sueño. Pero una vez al frente de su mat-Klo, el abismo se abre de nuevo, se siente paralizada, y los brazos que quiere tenderle permanecen inertes a lo largo de su cuerpo. En su interior una voz triste murmura la melancólica canción de lo que fué. ¡Es tan triste el aislamiento. y tan bella y sonriente la comunidad del amor. ¿Y esto ha de perpetuares? No: seamos fuertes y olvidemos. Olvidemos que este abismo ha surgido entre nosotros. Nos amábamos y éramos felices; lo que intervino fpé una pesadilla! ¡Quésvuelva a ser todo como antes! Pero sus labios, que debían murmurar estas cosas, permanecen cerrados: ¿Por qué no se desplegan para decirlas? Ella, misma no lo sabe. Vuelve a suspirar profundamente, pero él no oye ese suspiro. Hace ya mucho tiempo que sus almas no go zan de la dulce fruición de semejantes citas. El fuego languidece en la chimenea, el viento aletea con menos fuerza en las ventanas, y las calles de la ciudad están silenciosas. El reloj anuncia la hora del sueño** El se levanta y enciende una bujía cuya luz alumbra su rostro varonil, serio e inmóvil. - Ella tiembla de susto * y de congoja: parécete que él va a alejarse para siempre. Su pensamiento intimo, fijo y concentrado en él mientras estaban sentados, siente que se rompe como la malla de una red que deja en el fondo del Océano un tesoro inapreciable. Su corazón late con precipitación, como un reloj que apresura locamente su movimiento. Si encerrado en su cuarto, aquel gas mortífero llegara a asfixiarlo, si se perdiera de su vista hundiéndose e.t las sombras, si transcurridos algunos minutos fuera ya demasiado tarde y el sueño se desvaneciera para siempre--------- Y aun cuando nada de esto ocurra y el mañana sea como el hoy, ¿vale la pena de seguir viviendo así? ¡Con qué horror contempla abora este género de vida! “¿Cómo he podido soportarlo?” se pregunta. Resurge en su imaginación el matrimonio suicida, el pobre y vacío cuarto cuya miseria le parece una opulencia comparada con la miseria de su bienestar. Al lado de ella, joven floreciente y rica, ¡cuán felices y verdaderamente ricos le pandeen aque líos desgraciados! La imagen de estos muertos no la abandonará ya más y la acompañará siempre como hado amonestádor atizando en su alma el tantálico deseo de un amor y una confianza compartidas. El toma su libro y se dirige a la puerta: ni siquiera le dice ahora, precisamente ahora, aquel frío saludo tfe “buenas noches” con que hace tiempo acostumbra despedirse de ella. Se va. Por un movimiento irresistible, casi inconsciente, se apresura a seguirlo: ¡ahora o nunca! Pero ¿qué quiere? ¿qué va a hacer? Ella misma lo ignora. El oye sus pasos, el roce de sus vestidos, y mira atrás. Su mirada asombrada e interrogativa encuentra fa de la joven. Ella se detiene a .unos pasos delante de él. El abismo está entre los dos: no pueden salvarlo, imposible! Un frío mortal invade su cuerpo; ignora que las lágrimas inundan su rostro. En aquel instante él avanza un paso, uno sólo la bugía cae de sus manos, y la luz (Pasa a 1?. última pág.)