REVISTA EVANGELICA 179 Marzo Nada me Faltará ■ No os acongojéis, pues, diciendo: ¿Que comeremos? o ¿qué beberemos? o ¿con qué nos cubriremos?; más buscad primeramente ei reino_de Dios y su justicia, v todas estas cosas os serán añadidas. —JESUS. Como ejemplo e ilustración a estos versículos ofrecemos a continuación otro episodio de la vida, fe y confianza del que fue el señor Henke, pastor de una congregación en Duisburg (Alemania) y de cuyas virtudes cristianas ya se ocupó La Nueva Era en otra ocasión transcribiendo al efecto una de sus experiencias religiosas análoga a la que vamos a referir ahora y que es vertida como aquélla, del alemán, Terminaba entonces el relato afirmando que la fe y confianza de Henke en su Padre Celestial fue conocida y mentada en todo aquel país. Entre los que se sintieron impresionados por la vida de aquel santo de Dios figuraba uno de los ministros del Estado, creyente fervoroso, quien se propuso conocerlo personalmente. En efecto, cierto dia detúvose en la puerta del hotel del pueblo de Duisburg un lujoso carruaje en el que hallábase un hombre de aspecto señorial. El hotelero con la servidumbre se apresuraron a recibir al personaje. Luego de haber to-^jriado éste refrigerio y un poco descanso, indicó la hora en que J8kía preparársele el almuerzo y ■ Del Alemán, por F. T. se hizo conducir a la casa pastoral donde fue recibido con cierta extrañeza por el sencillo siervo de Dios. Pero, al percatarse éste de la franqueza y bondad con que se expresaba el noble visitante, pronto empezó a hablarle en igual forma, entablándose entre ambos una amena conversación. Marta, la hermana del pastor, se hallaba en la cocina, bastante intranquila, pues, comprendía que su deber como ama de llaves era el de presentarse a aquella personalidad para saludarla y ofrecerle alguna cosa. Pero, una vez más en aquella casa se contaba las únicas provisiones de boca que se limitaban a pan y agua. No se atrevía, por lo mismo, a entrar en la sala de estudio a saludar y cumplimentar al buen señor. Allí estaban los dos hombres sosteniendo la más animada conversación. Ambos sustentaban un mismo ideal; ambos amaban a su Señor y Salvador de todo corazón, y con suo alabanzas a la bondad y potencia de Dios habían perdido la noción del tiem-po. En esto, el ministro consulta el reloj y hqxie un gesto de sorpresa al percatarse que la hora fijada