Trovadores Fronterizos Manuel Múzquiz Blanco Carta inédita de Litis G. Urbina. Querido Manuel: Dias y dias, he guardado tu libro en el cajón donde duermen. Dios sabrá si para mucho tiempo, las estrofas en que, de cuando en cuando, escondo, como en juguete de sorpresa, un grano de emoción, el hilo de luz de un sueño, o. con más frecuencia, la diáfana cuentecilla de una lágrima, que, vertida a solas, en el silencio del espíritu, se ocultó, avergonzada, dentro de la envoltura sonora de un verso. Tus músicas verbales y las mías, han reposado juntas en una misma habitación; y hoy, que rompiendo la intimidad para ellas tan placenteras, las separo para entregarte lo que te pertenece, paréceme’ como que mis rimas van a quedarse más tristes, y como que su soledad acabará por mar chitar más de prisa sus otoñales gracias y sus mustios atavíos. Porque las tuyas son juventud, y la juventud es una compañera que, sin quererlo, sabe mezclar a las tristezas más hondas, el cálido aliento de sus entusiasmos y esperanzas. Eres tú un poeta melancólico. Mas no hay en tu melancolía cansancio ni abatimiento. Tu alma, viril y nueva está indudablemente herida por el dolor; pero como el soldado en el fragor de la batalla, apenas ha sentido que le mana la sangre generosa; está empeñado en la lucha—ciego está por el acaloramiento del combate y tiene fé en el triunfo. Eres un melancólico pero eres también un apasionado; y las energías de tu pasión, bruñen y abrillantan tu ensueño y dan a tus formas poéticas, agilidad de ala montañesa. Tus versos, no siempre puros, son siempre flexibles como cintas de templado acero y suelen enarcarse en curvas límpidas como las de las espadas que se doblan para probar la finura de la hoja reluciente. Algunas veces, este acero de tu verso se transforma, por la eficacia de tu sensibilidad exquisita, en terciopelos y sedas de suavidad ideal. Y es que el melancólico y el apasionado, se complican entonces del que vale más que ellos, y los domina por la virtud de su poder: del tierno. Y es ese, artísticamente hablando, tu recurso más fuerte, el de la ternura. Piadoso eres y compasivo y sensitivo, y la nobleza de tu temperamento no presenta de continuo en tu obra el aspecto huraño del triste, ni pompas de oro, de los desfiles decorativos de la imagen, de la orquestación wagneriana de la prosodia, del ímpetu ardoroso del pasional, sino la admirable emoción del piadoso, del amoroso, del soñador contemplativo, que se da cuenta de cómo brota del fondo de su corazón un inmenso anhelo de bien, frente a! amplio espectáculo de la naturaleza y de la vida. Tu poesía no es grandiosa ni le será. Huye de los artificios, de la metáfora. No es poesía teatral; ni usa falsas y deslumbrantes joyas. Pequeña y grácil, no buscá la atención callejera, ni pasa, brincando, por él tablado de la feria, y agitando su bastón de listones. Pequeña y grácil, dirá en el rincón aristocrático de un saloncillo, en la chaise-longue de una alcoba perfumada, en la sobremesa de una comida de artistas, frente a lá corola de cristal de una copa, junto a la cabellera fragante de una mujer bella, en el tete-a-tete de una intelectual conversación femenina con la taza de te en la mano después de que se haya dormido en el teclado una melodía de Mendehlsson. dirá un lindo y doliente madrigal, una canción blanda y fácil, una estanca de modulación argentina, un soneto de áurea trama como un pedazo de brocado. Mas no es sólo de salón y de alcoba y de sobremesa tu poesía. Como es intensa y dolorosa, como salió de tu alma, pulida pero amargada, como entre sus arabescos y sutilezas lleva salpicaduras rojas, que tomáranse por rubíes y son gotas de sangre, como has vivido y sentido tus versos, y has puesto, dentro del artificio rimado, tu corazón de hombre, también los hu mildes, también los pobres, también los que saben de desventuras y desencantos abrirán en su bohardilla desmantelada, frente al velón de flama anémica, tu libro triste de finas, y ténues sonoridades, de cadencias remotas, como de rondalla en plenilunio, y escucharán la cristalina lamentación de un poeta joven, apasionado, melancólico y tierno. Tu filosofía está espolvoreada con arenillas de escepticismo; por tus composiciones sentimentales se deslizan algunos átomos de ironía sutil; por tu versificación escurren, aquí y allá, las rebuscadas disonancias, las quebraduras del ritmo. Todas estas particularidades, indican tu filiación, ures un romántico moderno, un poeta del últ.mo barco. Tu desengaño, de sonrisa burlona, y tus audacias líricas están de moda. Y sin embargo, el contagio con la escuela nueva, es solamente superficial. Sabes sentir como un creyente y sabes rimar como un parnasiano. Tu cualidad fundamental, la que te imprimirá carácter en la poesía americana, es tu' gran deseo de reproducir la realidad, de confrontarla con tu mundo interior, y de exteriorizarla verdadera y sincera, tal como la sientes y la ves. Eres un pintor, un excelente pintor de paleta poco rica. Pintas en claro obscuro, en gris; pero posees el tino de armonizar los platas, que recuérdalo, eran el supremo y admirable recurso de Velázquez. Estás triste, pero amas la vida: y esperas. Tu juventud, como la hermana Ana, mira desde el ventanal del torreón, el horizonte lleno de luz. Por allí ha de venir la gloria. Sueña con ella y confia en el divino don del arte, que obra milagros. Toma tus versos, camaradas de los míos, de los que sepultados quedan en el cajón polvoriento, donde guardo las reliquias de mis intimidades. LUIS G. URBINA. Habana, Die. 9 de 1915.