egeneracion - <¡y ■ <*6 comuate.?; <■ Director: RICARDO FLORES MAGON \ La libertad de imprenta no tiene má* limites que el respeto á la rlda privada, la moral y á la pez pública.—Art. 7 ° de la Constitución. Jefe de Redacción •flclna*i 505 W. Nuevs Street.—f». o. Box, II33.—Old Pilone, 386-8 R. AÑO L—2» EPOCA. SAN ANTONIO, TEX. E. U. A.—Enero 7 de 1905. Entered as second-class matter Movember 5,1904» at ttie post office at Ban Antonio, Texae, under file Ad of Congress of March La herencia de la Dictadura Inevitable caos En este mismo número insertamos un hermoso artículo de nuestro querido colega El Colmillo Público. titulado: «¿La muerte del Gral. Díaz traerá una revolución?* En dicho artículo nuestro colega analiza la actual situación política del país, situación anormal que no ofrece garantía alguna de paz para cuando la Naturaleza se apiade del pueblo mexicano cortando la estéril vida del Dictador. s Nosotros, como el colega, nos hemos preguntado más de una vez: ¿será inevitable el caos? Para * contestarnos procuramos que nuestro ánimo esté tranquilo; examinamos nuestra conciencia, y convencidos de su serenidad, analizamos la situación política del país. No vemos partidos políticos organi zados, ni hombres del Gobierno que descuellen por sus virtudes cívicas, • ni por su honradez, ni vislumbramos un resquicio de libertad para poder organizar un partido, que para nosotros no podría ser otro que el liberal. Y después de haber hecho el análisis de nuestra situación política, viene á nuestra mente la respuesta en sentido afirmativo; respuesta amarga, pero fatal. Ninguno que dirija la mirada hacia el porvenir de la Patria, á no ser que trate de engañarse á sí mis-mo, podrá encontrar otra cosa que la revolución después de la muerte del Dictador. • Ante la proximidad de la catástrofe nuestro querido colega exclama: «Hay todavía una esperanza de salvación; 1a ley. Hay todavía un ' baluarte contra la revuelta: el sufragio.* En efecto; la ley podría salvarnos de la catástrofe, pero veintiocho años de tiranía nos han convencido de que la ley no será respetada por el Dictador mientras viva. La ley ' continuará siendo burlada por el Gobierno, por necesidad para sostenerse contra la voluntad del pueblo, bertad si para entonces estamos pre-E1 sufragio sería otra salvación, pe parados los liberales, los que teñe-ro á las boletas de los ciudadanos mos fe en los principios redentores libres las reciben las balas de la que guardamos con cariño. Pense-Dictadura. No quiere decir esto que consideraos estéril la lucha cívica, por el contrarióla creemos importantísima para despertar el espíritu público, para despertar interés por los asuntos políticos y para que los ciudadanos vuelvan á tener conciencia de su valer, de su dignidad y de su fuerza. » , La inminencia de la catástrofe que tardará en llegar solamente el tiempo que le quede de vida al Dictador, nos ha hecho redoblar nuestros esfuerzos para que el pueblo se decida á ejercitar sus derechos electorales y todos los demás que la Constitución nos otorga. Quere-, mos que el pueblo tenga siquiera conciencia de su soberanía en el momento del conflicto, y que el espíritu público esté despierto á la hora de la conflagración para que el caos no encuentre dormidos á los ciudadanos, ni te declare el incendio sobre multitudes sin voluntad, sin ideales y tal vez sin patriotis- * mo. Es urgente, pues, que los buenos ciudadanos ejerciten sus derechos, para que á su ejemplo los remisos, los indiferentes, los escépticos, sacudan su indiferencia, su pereza 6 su prevención, contagiados por el entusiasmo cívico de los que consideran comió una obligación interesarse en los asuntos políticos de la Patria, Ya que la catástrofe es inevitable, porque así lo ha querido el Dictador que en su criminal egoísmo no ha preparado al país para que efectúe una evolución pacífica, sin convulsiones que lo desangren, sin revueltas que detengan por un momento su marcha, hagamos cuanto esté de nuestra parte por despertar el espíritu público, cuya robustez impedirá que un nuevo tirano recoja el ensangrentado sable de Porfirio Díaz. Por eso es por lo que encontramos importancia suma á la lucha cí- en los ciudadanos la conciencia de su dignidad. Es triste nuestro porvenir, pero ya que es inevitable, veámoslo de frente, no nos engañemos solos con esperanzas vanas que provocarán tristezas más acerbas cuando sean desvanecidas. Solo sí. es bueno que no olvidemos la dura lección que hemos recibido, para que en el futuro no entreguemos nuestro poder al primer ambicioso que nos salga al paso prometiéndonos los esplendores de un porvenir glorioso, para que confiados é inermes nos entreguemos á la abyección y á la des-1 honra. Porfirio Díaz nos ha engañado. Hace veintiocho años que nos prometió la felicidad de la Patria. En- der, y cuando se derrumbe la existencia de ese hombre funesto nos dejará un legado de incendio y de matanza. Pero de ese caos saldrá nuestra li- cuando inicien forma-que la mos, pues, seriamente en el porvenir. y reorganicémonos con la tranquilidad que la gravedad del caso requiere. De ese modo, nuestros enemigos jurados la disolución, los liberales remos un cuerpo compacto evitará por la sola virtud de una cohesión hecha efectiva por el sentimiento patriótico de nuestros correligionarios y por el solo prestigio de nuestra solidaridad. Se derramará sangre, eso es indudable; pero si somos tuertes se derramará menos porque sabremos restablecer el orden constitucional. Se ha hecho vulgar la creencia de que los Estados Unidos 6 cualquiera otra Potencia, 6 varias Potencias unidas, intervendrían en los negocios de nuestro país en caso de guerra intestina. Las Potencias sólo intervendrán cuando la Deuda enormemente aumentada por el Dictador nos sea exigida y no podamos pagarla, pero ese peligro lo corremos aun en vida del tirano. En cuanto á la intervención de los Estados Unidos no es de temerse. Los Estados Unidos no están ya para aventuras. La política imperialista extremada por Teodoro Roosevelt tiene irritado al pueblo americano, que ve pasar sus economías al tonel sin fondo de un enorme y costoso Ejército. El pueblo americano no es amigo de la guerra; es un pueblo esencialmente trabajador. La guerra contra España, la ofensa inferida á la soberanía de Colombia arrancándole una parte de su territorio, el sostenimiento del costoso Ejército, a pacificación nunca efectuada en Filipinas y la abrumadora tiranía de los trusts, tienen indignado al pueblo americano contra la política imperialista. Por lo demás, el ooloso está por desmoronarse. Su -aparente fuerza está profundamente minada por in-I finidad de problemas interiores su-I mámente graves, y por la oposición I de irreconciliables intereses y el fermento de odios añejos que corroen al gigante. Una guerra prolongada, costosa, formidable, como la que tendría que entablarse entre el México del si-iglo XX y lo» Estados Uuidos, precipitaría la disolución que se anuncia para dentro de pocos años de esta gran nación. Los Estados del Norte y del Sur | no han olvidado sus querellas y no ¡está lejano otro rompimiento. Los । Estados del Occidente hace tiempo I que desean formar nación aparte. 1 Los intereses más encontrados provocan un estado de hostilidad sorda de unos Estados para los otros según las regiones en que se encuentran en tan vasto país. Los once millones de negros constituyen once millones de unidades disolventes que debilitan la cohesión del vasto edificio próximo á derrumbarse. Y la antipatía general por el imperialismo, el mortecino amor que el americano tiene per la patria, la existencia de más de diez millones de seres humanos que viven en la más absoluta miseria, debilitan sin cesar las fuerzas de la nación como Potencia conquistadora, encaminándose rápidamente al socialismo que no admita ejércitos ni conquistas. Como se ve, el peligro del Norte es menos serio de lo que general-¡ mente se cree. El Gobierno americano pesaría bien las circunstancias antes de emprender la guerra, y aun cuando se decidiese, el pueblo no se lo permitiría. Hay que saber que en los Estados Unidos el pueblo no le guarda al Gobierno las mismas consideraciones pue nosotros tenemos para el tirano. En los Estados Unidos el pueblo se hace respetar. El peligro del Norte es más apa* rente que real. Lo que en realidad tenemos que considerar es nuestro peligro interior. Para salvarlo hay que ser fuertes por la reorganización. X periodo iel Presi- dente Díaz en México. i NUESTROS SUBSCRIPTORES. Suplicamos á las personas que reciban REGENERACION. se sirvan enviar desde luego el precio que les corresponde pagar por sus subscripciones. teniendo en cuenta que si no mandan pagar, les haeemos el re- como gastos de cobransa y giraremos contra ellas con el recargo indicado. A las personas que reciban REGENERACION y no deseen subscriba se t les agradeceremos que nos de vuelvan los ejemplares que hayan re- De «The Dallas Morning News,» co-r «apondiente al 9 de Dbre. de 1904, km amos el siguiente artículo. «La reelección del Presidente Díaz d<> México para el 10 período ha motl-’ vado de parte de la prensa y del pueblo de nuestro propio país muchas expresiones de felicitación. Se cree generalmente que es un bien para México que Díaz continúe á au cabeza. Ha llamado la atención que algunoa de lo» más entusiastas mensajes *de felicitación al pueblo de la «República hermana» fueron Invlado» por algu-uos de nuestro» máe ardientes partidarios de la política de un solo periodo presidencial, ahora generalmente profesada en nuestro propio país. 7 Por supuesto, que los que aparecen i Consecuentes con sus propias ideas, i ín capaces, á su modo, de explicar s»i Inconsecuencia. Están listos para decir que nozo* trr 1, Siendo un 'pueblo totalmente distinto de les mexicanos ó de cua’quler otro pueblo, la saí y laezúcar de la lie-ira, como somos, estamos en condicione» de pasarla mejor oon frecuen u.s cambio» de hombre», mientra» que r.ingÚQ otro pueblo de la tierra puede esperar recibir tale» bendiciones. v Habiendo á wn lado nuestra» incon-• acuencia», (y ella» forman una mon-tAfia capaz de asustar á un automóvil) la reelección del Presidente Díaz •e presenta como habiendo aldo la cosa má» esbla que el pueblo mexicano pudo aceptar. La Constitución mexicana prescribía originariamente que el Presidente pudiera conservar el poder por solo do» periodos consecutivos, pero en 1887 por una enmienda á la ley fundamental, Díaz vino á ser elegible por rsslecctóa, un número Indefinido de periodo» consecutivos. La ocupsción del puesto fué así asegurada para él y por tanto tiempo como quisiese ó pudiese estar apto para desempeñar sus funciones. La Constitución antigua no decía nada respecto á un Vicepresidente, pe-ro por una reforma hecha el año pasado, el puesto se creó, y Ramón Corral fué electo por Díaz como un su cesor en quien poder confiar, para continuar su política. Así es que encontramos al curioso Presidente de la curiosa República, capaz no sólo de hacerse reelegir •in oposición, sino investido de un poder absoluto para elegir su propio i sucesor. Por supuesto que un hombre con lal poder es algo má» que un Presidente de una República libre. Es esencialmente un monarca, de cualquier modo que sea denominado por si pus-blo ¡Y sin embargo, esta monarquía mexicana ésta modelada en sus bases fundamentales según nuestro mismo sistema de gobierno! En Julio último le» colegios electorales eligieron á Díaz y á Corra), como Presidente y Vice Presidente, sin oposición. Este es un mal signo en un país que se supone libre y aun U popularidad y el poder de un hombre no alteran este hecho. Aun cuando fuera Díaz el hombre más bueno y má» aptv es claro suponer que debido á su extraordinaria influencia sobre su pueblo, tanto sus virtudes como su poder se exagerarían: y no es un Jorge Washington, ó hubiera rehusádoae á vambiar la Constitución con el objeto de asegurarse sin límites la Presidencia. Es más generoso en otorgar concesiones á corporaciones y capitili» las. de lo que se lo pudría permitir á cualquier Presidente de los Estados Unido». Ha cometido algunos graves errores; sin embargq, es tal su poder, que sus críticos han sido suprimidos y aplastado». Este hecho es sin duda contra él, demostrando que no tolera siquiera la» crítica» usuales y prueba» expuestas para exhibir su maldad y U Injusticia de la que ha sido acusado. El Presidente Díaz se o re sent a como un hombre bueno y apto, pero queda p^r ver al su ambición no se ha erguido como un serlo obstáculo en el desarrollo de las idea» republicanas y de una concepción pro- 1 pía de la libertad hómans en México. mos por el valor de ellos. Artículos semejen tes al anterior aparecen con frecuencia en los p*rió dicos americanos; nos sería Imposible Á • • • • • ' • " 1 • • * ■ • • ? Cuando la República pronuncie su roa soberana, será forzoso someterse 5 ■ : ■ dimitir.—GAMBETTA. Administrador: Enrique Florea Magon TOMO III. —No 10. reproducirloa todos, pero el inserto,' como otro cualquira que hubiéramos tomado alazar, demuestra que el odiado Dictador de México no tiene en el extrangero el prestigio que él se procura en vano gastando los fondos de la Nación en anunciarse como un gran gobernante. El pueblo americano no se deja engañar: juzga de loe hechos y les da más valor que á las alabanzas pegad as; y comparando las Inmensas libertades que en una República deben disfrutarse con la Inconmensurable opresión que ya exaspera al pueblo mexicano, acaba por comprender, y declara por su voz, la prensa, que Díaz es un monarcay censura acremente su conducta. Don Pablo es hijo político del Sr. Gral Trevlfio. Al Sr. Benjamín Burchard lo pasaron á la Penitenciaría ocasionando el atropello gran escándalo entre el pueblo honrado. La codicia de Molina LA MUERTE DEL ALEMAN BERN ENERGICA ACTITUD DEL CONSUL ALEMAN. En una corrida de toros efectuada el dom’ngo pasado en Monterrey se suscitó un estándolo por el disimulo de la autoridad para todo aquello que lastime loe intereses del público en beneficio de empresa» bribón as. Es el caso que loe toros destinado» para esa corrida no dieron juego, y el público protestó contra la burla de que »e le hizo objeto, pidiendo al Juez de plaza que obligase á la Empresa á devolver 1» tercera parte del precio de entrada al espectáculo. El Juez, por lodo castigo, impuso á la Empresa u na multa de 8200, con lo que aumentó el escándalo por creer fundadamente el público que la autoridad que presidía la lidia se había dejado comprar por la Empresa ladrona. El Juez se marchó, dejaedo en su lugar á Ignacio Morelos Zaragoza, Comandante d« Policía odiado por el pueblo por haber azuzado á loa eabi-rro» á acuchillar á loa ciudadanos el 2 de Abril de 1903, por orden de Bernardo Reyea. Morelos Zarsg za fué befado por si pueblo con uaa lluvia de naranjazoa, y au presencia causó un escándalo todavía mayor, porque ni se dió paso á devolver las entradas, y sí se avivaron loe recuerdos de la hecatombe en la quedeeem^ñó Morelos Zaragoza el papel de verdugo asalariado por Reyea. De millares de pechos se escaparon robustos gritos de mueras contra el Dictador Porfirio Díaz, contra Bernardo Reyes y el Presidente Municipal Pedro Martínez. Una de las personas que con más energía reclamaban sus derecho*, fué el Sr. Benjamín Burchard, hermano del Cónsul Alemán Don Pablo Burchard. Rafael Dávlla, yerno del sanguinario Gobernador y Diputado á la Legislatura del Estado, conocido en to do Monterrey como camorrista de oficio, quiso imponer silencio al Sr. Burchard empleando su acostumbrada altanería. El Sr. Burchard contestó con caballerosidad á la grasera exigencia de Dávlla, y éste, furioso, trató de golpearlo, cosa que le valió un soberbio bofetón ea la boca que lo hizo rodar por tierra desangrándose. Ante la actitud enérgica del Sr. Burchard, Dávlla no quiso recibir otro bofetón y optó por quejarse á la policía á la que ordenó, como - yerno de Bernardo Reyes, que condujese á la cárcel á su viril contrincante. Dávlla inició la riña y también fué el primero en quejarse. Si el Sr. Burchard hubiera*resultado golpeado, á Dávlla nada ae le hubiera hecho. El Cónsul Alemán, Don Pablo Burchard, se dirigió á la Comandancia, donde reclamó la libertad de au hermano, alegando justamente que Dávi-la provocó la riña por au insolencia, y que, por lo mi»mo, ai no se encarcelaba á Dávi'a, debía de ponerse en 11 bertad á Don Benjamín. La indignación del* Cónsul fué creciendo ante el cinismo de las autorida de» y declaró al fin, que ae estaba co metiendo uno de tantos abusos á que se entregan las autoridades Dijo que si por orden de Reyes ae había asesinado cobardemente al súbaito alemán Befan pore) solo hecho de haber tomado dicho seller algunas fotografías de la hecatombe del 2 de A bril de 1903 y no se había hecho justicia, ahora está decidido á que se haga justicia . en el asunto del señor su hermano. En uno de los últimos números de nuestro estimado colaga El Combate. que ve la luz pública en Mé-rida, vemos que Olegario Molina desde que se presentó al Congreso de la Unión el proyecto para la erección del Territorio Quitana Roo, estaba dispuesto á apoyar el proyecto. Sabía, además, que ese hecho iba á causar una pena general á los yucatecos, según se desprende de la» siguientes palabras vertidas en el Mensaje que leyó ante la Legislatura del Estado: «Por dolorosa que pueda ser para los corazones yucatecos la idea de estrechar los antiguos límites del Estado;* pero no lo detuvo ninguna consideración. Olegario Molina iba á su negocio. No paró mientes en Las protesta» que la prensa honrada de Yucatán formulaba contra el atentado de lesa soberanía cometido por el Dictador; no se detuyo ante la indignación que el proyecto de la erección del Territorio produjo en todo yu-cateco patriota; el lucro sin freno, sin límite, lo arrastraron hasta hacer traición al sentimiento sano y sagrado y noble que los hombre» tienen por su tierra natal. En su Mensaje aseguró Molina que no podía «desconocerse la conveniencia y clarísima ventaja del proyecto,* y, en efecto, hoy nadie desconoce que á Molina le convino el proyecto por la» clarísimas ventajas pecuniarias que ha obtenido con . su realización. e Olegario Molina puso cuanto estuvo de su parte porque la Soberanía de Yucatán resultase ultrajada. Cuando leyó su Mensaje fungía de Presidente de la Legislatura el Lie. Agustín Vadillo Cicero, y este funcionario, afreontestar al Gobernador lo hizo en términos que no dieron lugar á duda sobre la oposición que el Sr. Vadillo Cicero haría al proyecto cuando se presentase á la Legislatura. El gobernante * cientijico^ para evitar esa oposición honrada y patriótica,, removió de su puesto al Sr. Cicero. Solo así pudo consumarse el atentado, según el sentir de yucatecos honrados. El Estado de Yucatán está profundamente indignado contra Olegario Molina y principalmente contra el Dictador, que por su prurito de elevar nulidades codiciosas que le sean fieles, ha causado la ruina de Yucatán y la evidente desventura Como el Gobernador de Yucatán son los Gobernadores de . los demás Estados. Todo lo sacrifican en aras de su egoísmo y de su sed de riquezas. Los intereses de los ciudadanos, la vida y la seguridad de los mismos, son vistos con desprecio por los sátrapas que, en su megalomanía, no conciben que la oveja puede tornarse en león. Matrimonio En atenta esquela que tenemos á la vista, se nos participa que el día 9 del corriente contraerán matrimonio civilmente en Santa Bárbara, Chlh, nuestro apreciable el intachable liberal Sr. Miguel borrego, hijo, y ia distinguida Señorita María Guadalupe González. Deseamos ardientemente que la felicidad no se aparte nunca del nuevo