LA VIOLETA. 236 jacal del rancho mas inmediato, y le sujetaron á una estricta vigilancia, pues nada mas esperaban que amane ciera para quitarlo de enmedio y evi tarse molestias. Esto que no lo sabia Carlos, se lo presumía dadas las circunstancias porque entonces se atravezaba. Era la media noche y no se oía ni el mas leve rumor de gente, los cen tíñelas cabeseaban y Carlos á fuerza de meditar se había quedado como aletargado, luego le pareció oir tro pel de caballos: y súbitamente le vie ne una idea luminosa. Con toda la fuerza de sus pulmones y con la entereza de un general á la cabeza de su ejército, gritó: — ¡El enemigo! ¡á las armas! A esta voz de alarma, que no se supo de donde provenia se aprestaron á la defensa y empezó la confusion. Los centinelas que por el cansancio y las fatigas de la campaña no podían tenerse en pié, y que se habían dormido por completo, al grito se despertaron azorados y á tal estreñí o que no reconocieron á Carlos que atravezando por entre la no menos azorado guardia, les dijo: —Vdes. en su puesto, conservando el sitio. Y siguió dictando órdenes aunque en retirada. El tropel de caballos era ya mas perceptible, y los soldados se apercibieron á resistir. Al acercarse las caballerías recibieron la primera descarga, travándose en seguida una pelotera, que cesó al reconocerse los contendientes corno defensores de una misma causa. La escaramusa le valió á Carlos para ponerse en salvo huyendo por entre el bosque, en dirección á la vecina mon tafia, á donde llegó al amanecer refugiándose en la casa de un pobre labriego, por allí se hizo de una cabalgadura, sin la voluntad de su dueño, y ginete sin montura, corrió hasta ponerse lejos de! alcance de sus enemigos. El mismo dia dió su caballo y algunos valores que traía consigo, y que había tenido buen cuidado de ocultar, por una nueva cabalgadura y se enea minó al término de su viaje. Han pasado ya muchos afios Carlos es hoy el esposó de Elisa, los pequehitos que ya son hombres es tudian en un colegio y Joaquín es un gran Coronel Jefe de un Regimiento de caballería. Aquí termina el cuento; y mis benévolos lectores sin duda nada habrán encontrado en él que justifique el título que lleva, El Amor. Otro tanto me ha pasado á mí; pero debe advertirse en obsequio de la verdad del caso, que se ha puesto por un error involuntario el título aludido sin ser necesario para la narración. YO TE AMO Y PIENSO EN TI. Cual baja el lirio su marchita frente Al influjo de un sol calcinador, Así bien mío, tu mirada ardiente Me abrasa de sus rayos aí calor. 1 ú has devuelto á mi ser su lozanía Cual si estuviese en juveniles años, Tú 1c has vuelto á mi pecho la alegría Trocando en ilusión mis desengaños. Bella y santa ilusión con que delira Mi mente fatigada y soñadora, ¡Cuánto por tí mi corazón suspira! Oh! cuántocuánto el corazón te adora! Arrúllame de amor con el idioma, Aduérmeme en tus brazos sin temor ¿No soy yo tu gacela? tu paloma? ¿No eres tú mi gallardo trovador? Una noche soñé que me dormía En un ¡echo de rosas y azahares, De nardos y violetas á porfía, Y también había allí lirios virginales.