LAS DIV£RSIOn£S munoflnfls SAPA PAIS Df NOUN A - áj?) r ’ / Parecerá extraño que opine sobre las reacciones de la juventud quien hace tiempo dejó de contarse en ese grupo; pero tal vez mi estrecha unión con los jóvenes, mi interés por sus problemas y actividades y nú cooperación en algunos de sus proyectos, me permitan enfocar acertadamente este tema siempre candente. Es evidente que en todas las edades del individuo se hace imprescindible. para el mejor funcionamiento del organismo humano, la combinación del recreo y la distracción con el trabajo. El niño se desarrolla y aprende infinidad de cosas jugando, y la moderna pedagogía le concede preferencia importante a los juegos infantiles en la educación del niño. Si las distracciones, recreos y esparcimientos de las personas mayores son objeto de estudio por su valor psicológico para la conservación de la salud y estabilidad del organismo, con mucha más razón se le concede cada vez más atención a las diversiones y esparcimientos de los adolescentes y jóvenes que viven en esa etapa de inquietudes. inconformidades, entusiasmos y depresiones: esos años de su existencia en que a veces creen que la mayor felicidad consiste en retirarse a la vida contemplativa, y otras se precipitan al otro extremo, y se apodera de ellos el convencimiento de que sólo un torbellino de placeres les puede satisfacer. Cuando los jóvenes cristianos pasan por una de estas fases de desaliento, miran hacia las Indebidas diversiones del mundo y les parece que se están negando a si mismos goces y oportunidades; los frutos del cercado ajeno les parecen dorados, atractivas y seductores, y tienen la misma 14 tentación que tuvo la mujer de Lot, de codiciar aquello que dejaron atrás en su ruta de superación espiritual, para convertirse en factor negativo para si mismos y remora para la causa del Mr-estro. Las diversiones que ejercen más atracción son: el baile, el cine, las playas, las cartas, alegrándose y sazonándose todas las fiestas y reuniones con las imprescindibles bebidas y los no menos indispensables cigarros, ahora que ya las mujeres fuman, casi a la par con los hombres. Hasta hay cristianos que creen que les es licito participar de todo eso. siempre que se haga "con moderación". Es muy común el concepto entre las personas que no conciben que hay diversiones y esparcimientos en otra forma, de que el joven evangélico es un pobre enclaustrado, de cara larga y seria, sin risas ni alegría en su vida. Pero, con frecuencia, estos que asi piensan, cuando tienen oportunidad de compartir algún rato de esparcimiento con un grupo de jóvenes evangélicos. se quedan sorprendidos al constatar cuánta alegría sana, genuine y limpia se puede disfrutar, sin que medien riesgos alcohólicos ni excitación de los sentidos, y son gratamente impresionados al ver lo rápidas y amenas que transcurren asi las horas. El hombre es gregario por instinto. Le gusta conducirse de acuerdo con las normas que campean en su ambiente. ya sea en la manera de vestir, o en la de divertirse; pero el recreo. para que sea constructivo y no destructivo, debe (como dice el Dr. Rainey) volver a recrear las energías vitales del hombre, ya sea por medio del ejercicio fisleo, una actividad creadora, una actividad fisica, una distracción, o un simple descanso. La creación tiene intima relación con la formación del carácter, la salud fisica, la estimulación de la mente, la higiene social, el desarrollo del sentimiento de buena cludadania, etc. A unos les atraen las distracciones de actividad fisica, como los deportes, el baile, los juegos activos; a otros las diversiones de actividad mental. Los esparcimientos son un arma de dos filos: pueden causar solaz o pueden dañar a los que en ellos participan. Piedra de toque. Aqui es donde empieza el terreno resbaladizo para aquellos jóvenes evangélicos que desean mantener su lealtad a Cristo, a quien han colocado en el lugar cimero de sus vidas. Una señorita muy sincera me decia: "Yo quisiera me dijeran positiva y concretamente lo que puedo hacer de acuerdo con la Palabra de Dios, y lo que debo evitar." El verdadero cristiano, que es libre con la libertad con que Cristo nos hizo libres, no pone énfasis en hacer listas de lo permitido y prohibido cuando experimenta la atracción de lo que el mundo ofrece, sino que se observa y analiza a si mismo para comprobar qué es lo que más favorece su desarrollo espiritual, mental y físico. Muy pronto su luz interior le dice con más fuerza que todos los procesos conminatorios, lo mejor que debe hacer como hijo de Dios, como cristiano fiel. La voz apacible y delicada se lo dice sin lugar a dudas. El joven que se analiza a sí mismo y que sopesa los efectos que le produce determinada diversión, bien pronto se percata de si aquella ejerce EL PROMOTOR DE una influencia bienechora o perniciosa sobre los que en ella participan, si eleva sus ideales o los rebaja, si los iniclina a hábitos recomendables o peligrosos. El criterio más lógico a seguir en este caso es el de las amas de casa ante el canasto de la ropa sucia: Si una prenda no está nítida, si su limpieza ofrece dudas, se echa al canasto. Lotería. Pensemos brevemente en la atracción que ésta ejerce. ¿Quién no ha sentido la tentación de probar su suerte? ¿De ver si puede estabilizar su presupuesto con un premio, disfrutar de algo que está fuera de sus posibilidades con un golpe de suerte? Si otros lo han hecho, ¿pro qué yo no? Es grande la tentación de conseguir algo por nada; pero, ¿podemos con limpia conciencia orar al Señor, invocar sus promesas para que nos conceda el premio mayor? ¿Tenemos derecho a llamamos cristianos verdaderos mientras contribuimos a toda la podredumbre que sabemos que se nutre a expensas de ese vicio? ¡Pobre del que pierde energías e iniciativas haciendo depender su projreso del capricho del bombo de la lotería! El Cine. Preguntábamos a unos jóvenes cristianos qué opinión tenían del cine como entretenimiento para la juventud, y uno de ellos nos contestó: "Es innegable que el cine es una diversión universal en la que hay mucho bueno y muchísimo malo. Cuando nos transporta a los rincones más interesantes y apartados del mundo, sin movemos de nuestro asiento, es un instrumento de sano placer. Cuando en la pantalla se proyectan operaciones quirúrgicas, descubrimientos científicos, los procesos maravillosos de la naturaleza, un episodio histórico, es un medio de difusión de la cultura; pero cuando se reproducen pasiones malsanas, crímenes, vicios y adulterios, como sucede con demasiada frecuencia, se convierte en escuela de corrupción y me parece que en los oídos de cada cristiano que presencie esas cosas deben sonar como trompeta las palabras del Señor: “Salid de ella, pueblo mío.” Recuerdo la película "Martin Lute-ro” exhibida no hace mucho en la Habana. Aun los espectadores no creyentes quedaban impresionados ante aquella fe gigantesca, aquel temor de ofender a Dios, aquella fortaleza in-con: ovible en defensa de la Pplabra Santa y su resistencia a todo lo pecaminoso. De igual manera, aunque de género completamente distinto, la vida de Peter Marshall el capellán del Senado de los Estados Unidos en la película “Por Siempre Jamás", tiene un mensaje de consagración, fe y servicio. Pero ir a ver cualquier cosa en la pantalla, sin discriminación algu- EDUCACION CRISTIANA na, es peligroso para un cristiano que sabe que lleva siempre a cuestas al hombre viejo. Satanás no nos tienta en aquello en que sabe que no nos puede vencer. Probablemente no tentará a ninguno de nosotros para que cometa un asesinato, pero si puede ir debilitando nuestra lealtad, y embotando nuestra sensibilidad espiritual y adormeciendo nuestra conciencia, muy pronto nos olvidaremos de "mantener firme nuestra profesión". Un grupo de jóvenes se propuso visitar una mina de carbón, y al reunirse en la boca de la mina, una de las señoritas vestía un traje completamente blanco. El guia le dijo: "Señorita, usted no puede bajar con ese traje blanco a la mina." "¿Y por qué no? ¿Quién me lo va a prohibir?" “Nadie, señorita, usted puede llevarlo, si ese es su gusto, pero no podrá salir con él igualmente blanco." VACIO interior. Esas multitudes que no pueden pasarse sin ir al cine, lo hacen impulsadas por el vacío interior que sienten, porque no tienen nada mejor. Siempre recuerdo la impresión que me causó ver la interminable linea de personas chapoteando sobre la nieve alrededor del teatro de Radio City en New York, esperando turno para ver una película. ¡Y esas mismas personas dirán que la vida cristiana demanda demasiado de sus seguidores! ¿Harían ellas igual sacrificio por prestar un servicio en nombre del Maestro? Existe una planta muy atractiva y muy peligrosa que se llama Nordeo. Sus frutos tienen un aspecto tentador, pero los incautos viajeros que se alimentan con ellas van depauperándose lentamente, pues la fruta les llena, pero no les alimenta. no tiene valor nutritivo alguno: y el cristiano que se siente tentado a seguir en los pasos de la mujer de Lot corre el peligro de depauperarse espiritualmente. El Baile. Tanto se ha dicho sobre el baile para los cristianos, que parece que nada queda por decir. Le pregunté a un joven estudiante si había bailado después de entregarse a Cristo, y me contestó como sigue: "En mi casa se celebraban fiestas y aniversarios de la manera usual. A mi padre le gustaba hacer las cosas con esplendidez y se bailaba y se bebía abundantemente. Después me convertí, me hice novio de una muchacha cristiana, y sólo bailaba con ella de vez en cuando, en mi casa. Ahora los dos lo hemos dejado, por acuerdo tácito." "¿Por qué?” pregunté interesada. “No sé, no me he detenido a analizarlo, ha perdido su atractivo para nosotros", me contestó. Me quedé pensando en estas palabras. Este es un joven que ha ido creciendo en la gracia, que procura ser un cristiano a plenitud en estatura, en fe y en frutos, y en su vida se cumple lo que decia un obrero a los jóvenes: “Portaos como lo que sois. Cultivad el poder expulsivo de un nuevo amor por Cristo. Cuanto mayor sea éste, menos lugar habrá para las cosas del mundo." “El mundo se pasa, y su concupiscencia, mas el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre" (1 Juan 2:17). Hay evangélicos que piensan que pueden frecuentar los bailes sin que ello afecte su profesión de fe. Tal vez sintieron un desasosiego la primera vez que concurrieron a un lugar de esa clase. Indudablemente los tragos que acompañan al baile le cauterizaron la conciencia. Después ésta se fue adormeciendo y hoy no son ni fríos, ni calientes. Aducen que los demás lo hacen. Y ¿qué importa? Atrevéos a diferir de lo que hacen los demás y 15