Por todos conceptos interesante seria la publicación dt- algunas cláusu-las contenidas en escrituras de ven- I tas de comedias que. por circunstan- I cías especiales de la vida, se vio Eu- I sebio Blasco forzado a suscribir en I distintas épocas, pero motivos de deli- 11 cadeza fáciles de comprender, me ve- I dan dicha publicación. Viven engañados -os que suponen I que Blasco vendía sus comedias para I gastos superfinos. No, Eusebio Blasco siempre vendió sus comedias, a precios irrisorios, por I cierto, wtra atender a casos urgentes i de’Ta vida. Ascienden a ochenta y tantas las I obras que su pluma fecundísima dió || al teatro y todas, a excepción de una II docena de ellas, es decir, las que estrenó en sls últimos años, desde 1896 I a 1902 todas pasaron a manos de em- I presarios editores, comerciantes de la I inteligencia. Unas, como “El vecino de entren- I te.” juguete cómico en un acto y en verso, cuyos derechos de vepresenta-■* ción ban alcanzado muy cerca de los i; 15.000 duros las vendió para enterrar a sus hermanos: otras, cual "Los dul-ces de ¡a boda.” cedió 1 pr«r ct.atro . cuartos, y con cuyos derechos deven-gados me consideraría yo feliz para asegurar el porvenir’de mi mujer y de mis hijitos, para casarse; aquéllas, como “La rosa amarilla,” “El pañue o ■- blanco," “El baile de la condesa,” "Po- • I > bre porfiado." sus mejores comedias •' que lograron miles dé representaciones y asimismo vendidas por una bico- -f ca para educar a sus hijos. Suspende el ánimo leer estas clau-sillas de estos leoninos contratos. Al- •i ganas iiay en que el usurero—no se ie > puede llamar de otra manera—adelanta* cantidades a Blasco, monopohzan-í. do su labor intelectual ¡Oh, misera-; bies! El capital k vió trahamdor y uecesitado y se fue apoderando de sl Í1 trabajo, que hoy produce rentas a los * hijos de sus explotadores. y cuando en los umbra es de la ve-' jez, .rodeado del amor y del carino ; de los suyos cuya suerte en el mun • do era su constante preocupación, vis-b hunbraba este santo varón un '-venir más tranquilo; cuando diy^omase a | producir preferentemente para el teatro, a fin de que a sus hijos no les faltase d pan enfermedad de muchas alternativas, aún tuvo energías para escribir cincuenta y tantas crónicas que se publicaron en “El Liberal” y en el “Heraldo de Madrid”. Y es que Blasco era además esclavo de la obligación. Ya lo dijo en una “Charla”: “Dios me da todavía fuerzas para trabajar un rato cada mañana y cumplir con la obligación. ¡La obligación! ¡El deber! Palabras sagradas cuya fuerza es- muy grande. La obligación no espera. ¿Se vive para él y de él? Pues hay que servirle antes que a nadie, antes que a nada.” Algunos días intentaba escribir escenas de comedias que a mí me dictaba; pero no logró jamás terminar “Ha- Cinco horas antes de morir, el 2d de-febrero de 1903. a las tres de la tarde, me mandó llamar a su cuarto y me dijo: —Hijo mío, parece que me siento . hoy mejor y acaso pueda hacer una “Charla”. Sal un rato; el Carnaval estará muy animado ve a verlo, y a