CARGOS SOBRE LA PERSECUCION RELIGIOSA 9 És verdad que el Papa Sixto IV, cediendo a las instancias de la reina Isabel, consintió en que se estableciera la Inquisición, porque le aconsejaron que se necesitaba para la conservación del orden en el reino; pero en 1481, el año siguiente a su introducción, cuando los Judíos se quejaron al mismo Pontífice de la severidad del tribunal, el mismo Papa publicó una Bula contra los inquisidores, en la cual, segifiii nos lo dice el mismo Prescott, “reprende su inmoderado celo y los amenaza con la destitución.’’ Escribió también a Fernando e Isabel, “que era más agradable á Dios la merced para con el culpado, que la severidad que ellos usaban.” Cuando el Papa no pudo desarraigar el mal, aconsejó a los perseguidos que emigraran a Roma, donde encontraron un asilo y él los tuvo bajo su protección, y en dos años recibió cpmo cuatrocientos cincuenta fugitivos de España. ¿Los envió nuevamente a donde eran perseguidos o los hizo él mismo el blanco de la venganza? Lejos de esto, ellos gozaron en Roma de todos los derechos de ciudadanía. ¿Cómo puede concebirse que el Papa aprobase los excesos cometidos en España en contra de los hombres que él mismo había protegido en Roma donde hubiera podido molestarlos sin dificultad? No hay ejemplo todavía de que un Papa haya hecho dar muerte en sus dominios a una sola persona, por causa de ideas religiosas. Además, algunas veces cuando el Papa no podía salvar a las víctimas, censuraba y excomulgaba a los Inquisidores, y protegía a los hijos de aquellos cuyas propiedades habían sido confiscadas para la corona. El consiguió después de mucho batallar, que el gobierno español no estableciese su Inquisición en Ñápeles ni en Milán, que entonces pertenecían a España. Tanto era su aborrecimiento por las crueldades. En resumen: he demostrado que la Iglesia Católica no tiene responsabilidad alguna por los excesos de la Inquisición española, porque la opresión no forma parte de su credo; que tales excesos han sido muy exagerados; que la Inqusición fué un tribunal político; que los mismos Prelados católicos fueron tan sujetos a sus sentencias como los Moros y los Judíos; y que los Papas denunciaron y trataron de acabar con los actos sanguinarios de dicho tribunal. ¡ Y sin embargo, Roma ha cargado con todo el odio dé la Inquisición! Ruego de todo corazón de que no se arraigue la in-