___________EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA______________26 teño sagrado, no hay ninguna más ardua ni más fastidiosa que la de oír confesiones. Y a decir verdad, yo mismo hubiera querido diferir el recibir las Sagradas Ordenes, por dos años más, debido a la terrible responsabilidad que se tiene en el confesionario. No es una bagatela el estar sentado seis u ocho horas consecutivas en los calurosos días de verano, para escuchar historias de dolor y de miseria; y sólo la convicción del bien que está obrando sostiene al confesor en el sagrado tribunal. El es “quien sabe sobrellevar y condolerse de aquellos que ignoran y yerran, como quien se halla igualmente rodeado de miserias”. (Heb. V, í). He visto hombre cuya conciencia estaba recargada con el peso de los pecados de veinte años, y sobre cuyo rostro se dibujaban el delito, la vergüenza, el remordimiento y la confusión, acercarse cabizbajo al confesionario como avergonzado, a lo publicano, de mirar al cielo y comenzar la relación de sus culpas. Ningún oído humano sabrá nunca lo que allí se dijo; porque las revelaciones del confesionario son un libro sellado: pero después de unos pocos momentos empleados en la confesión, se iba efectuando en él una resurrección más milagrosa que el levantamiento de Lázaro de la tumba: era la resurrección de una alma, que por largo tiempo había permanecido bajo la losa del pecado; durante aquellos preciosos momentos un rayo de luz celestial había penetrado por en medio de las tinieblas de aquella mente acusadora; y el calor natural del Espíritu Santo había fundido su helado corazón, y el influjo puri-ficador del mismo Espíritu que descendió sobre los Apóstoles, “como viento fuerte del cielo”, disipaba la atmósfera envenenada en que había vivido, y llenaba su alma de la gracia divina. Y cuando salió había seguridad en su andar, alegría en su semblante, y nueva luz en sus ojos. Y si le hubiérais preguntado por qué, os habría respondido: “Por cuanto había muerto y ha resucitado; estaba perdido, y se ha hallado”. II Moralidad relativa de los países católicos y de los protestantes - Se ha asegurado con mucha seriedad que la confesión de los pecados y la doctrina de la absolución tienden