12 EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA se obligaba a los fieles a confesar sus pecados por lo menos una vez en el año. Por supuesto que este decreto habla de la confesión como cosa establecida ya. Algunos escritores protestantes cometen i/n error al interpretar el decreto del Concilio de Letrán, én el sentido de que “la Confesión sacramental no fué exigida nunca en la Iglesia romana hasta el siglo XIII.” El Concilio solamente prescribe un límite, mas allá del cual los fieles no deben diferir la confesión. Estos escritores parecen incapaces de distinguir entre una ley que nos impone ciertos deberes y un decreto que fija el tiempo de cumplirlos. Ellos podrían suponer con la misma lógica que el administrador de aduanas es el creador de la ley relativa al pago de impuestos, porque publica un aviso en que fija el tiempo en que deben ser pagados. Continuando el examen retrospectivo, hallamos que la confesión no pudo tener su origen en el siglo IX. En aquel tiempo fué cuando se suscitó el cisma griego enca-bezado por Focio, y la Iglesia griega cismática ha permanecido desde entonces separada de la comunión de la Iglesia Católica, sin que entre las dos medien relaciones espirituales de ninguna clase. Pues bien, la Iglesia griega es, como nosotros, defensora tenaz de la confesión privada. Por la misma razón, el origen de la Confesión no puede contarse a partir de los siglos IV y V. Los arria-nos se rebelaron en el siglo IV, y los nestorianos y euti-quianos en el V; las dos últimas sectas existen aún, y tienen muchos secuaces ert Persia, en Abisinia y a lo largo de la costa de Malabar, y la confesión es todavía uña de sus prácticas más sagradas y estimada entre ellos. Por último, ninguno pudo haber instituido la confesión entre los siglos I y IV; porque las enseñanzas de nuestro divino Redentor y de sus Discípulos había causado una muy honda impresión en la comunidad cristiana para que pudieran borrarse fácilmente, y los más encarnizados enemigos de la Iglesia admiten que ninguna mancha se notaba aún sobre su hermoso rostro en aquella edad de oro de existencia de la Iglesia. Estas observaciones bastan para convencernos de que la confesión no fué instituida después del Hempd de loe Apóstolee. Y ahora trataré de probar que es absolüta-mente imposible el que haya sido i-niroducida en la Igle-eia deepués de la edad apoetóUoa.