30 El Mensajero Juvenil El Mensajero Juvenil 31 EL DECALOGO DIVINO —1— No tendrás dioses ajenos delante de mí. —2— No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra: no te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos, sobre los terceros y sobre los cuartos, a los que me aborrecen, y que hago misericordia en millares a los que me aman, y guardan mis mandamientos. No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. —4— Acordarte has del día del reposo, para santificarlo: seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día será reposo para Jehová tu Dios: no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas: porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día: por tanto Jehová bendijo el día del reposo y lo santificó. —5— Honra a tu padre y a tu madre, porque tus días se alarguen en la tierra, que Jehová tu Dios te da. —6— No matarás. —7— No cometerás adulterio. —8— No hurtarás. —9— No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo. -------o------- BALANCE MORAL DE LA BEBIDA El hombre en el Gran Libro de la Contabilidad de la Vida, invierte, por la embriaguez, su Debe por el Haber, y resulta que tiene los siguientes inevitables resultados, si no se abstiene del vicio funesto de la bebida: 1. Pierde dinero y gana escasez y miseria. 2. Pierde tiempo y gana ineptitud* y atraso. 3. Pierde salud y gana enfermedad y dolencias. 4. Pierde virtud y gana demérito y perversidad. 5. Pierde honor y gana desprestigio y menosprecio. 6. Pierde bienestar y gana ridículo y humillaciones. 7. Pierde tranquilidad y gana pesares y sufrimiento. 8. Pierde reposo y gana inquietudes y zozobras. 9. Pierde vigor y gana abatimiento y decadencia. 10. Pierde contento y gana tristezas y desesperación. 11. Pierde inteligencia y gana embrutecimiento y estupidez. “Mercurio”—N. Orleans, La. -------o------- DECALOGO DE LA HIGIENE He aquí los diez preceptos del Dr. Ducorcet: I. Higiene general. Levántate temprano, acuéstate temprano y ocupa el tiempo. II. Higiene respiratoria. El agua y el pan sostienen la vida, pero el aire puro y el sol, son indispensables para la salud. ]■ III. Higiene digestiva. La sobrie-1 dad y la frugalidad son los mejores « elixires de la larga vida. IV. Higiene de la piel. La limpie-za preserva de la herrumbre; las máquinas más limpias son las que pres- ■ tan más largos servicios. V. Higiene del sueño. Un reposo suficiente repara y fortifica; un reposo demasiado prolongado enmohe-ce y debilita. VI. Higiene de la ropa. Vestir cómodamente y conservar al cuerpo su libertad de movimientos y calor nece- ■ sarios, preservándolo de los cambios bruscos de temperatura. VIL Higiene de la habitación. La casa alegre y limpia hace agradable el hogar doméstico. VIII. Higiene moral. El espíritu descansa y se depura con la distrac-ción y las diversiones; pero el abuso excita las pasiones y conduce al vi- B CÍO. IX. Higiene intelectual. La ale-i gría hace amar la vida, y el amor a la I vida es la mitad de la salud. Por el I contrario, la tristeza y el descorazo-I namiento aceleran la vejez. ■ X. Higiene profesional. Si vives | del trabajo de tu cerebro, no dejes I entumecer tus brazos y tus piernas. Si ganas tu sustento con la azada en I la mano, no descuides el cultivo de tu W I inteligencia. (Ghersi-Castoldi. Enciclopedia). ■-------o------- CIRILO EL NIÑO MARTIR. En los primeros siglos de la Igle-¿ sia de Cristo, en la ciudad de Antio-* quía, un creyente fué conducido al >■: suplicio, como mártir del Señor Je- sús. Llegado que hubo al lugar de ■ la ejecución, dijo: “Pregúntese a [ cualquier niño, qué es mejor, adorar a un solo Dios, creador del cielo y de la tierra, y a su Salvador, o adorar a los muchos dioses falsos que los paganos sirven.” Entre la concurrencia allí presen-te había una madre cristiana con un hijo suyo de unos nueve años de edad, llamado Cirilo. El juez pagano al oír las palabras del mártir, se t c fijó en el niño, y mandó que se le hi-3| cíese la pregunta propuesta. |g El mandato fué cumplido, y el niño |g contestó: “Dios es uno. y Jesucristo je es una cosa con el Padre.” Furioso el juez, y dirigiéndose a la madre exclamó: “¡Perra-cristiana, tú has enseñado a tu hijo de este modo!” Entonces con voz más suave dijo al niño: “Dime hijo, ¿quién te enseñó esta fe?” El niño mirando con ternura la cara de su madre, replicó: “Fué la gracia de Dios que enseñó a mi querida madre, y ella me la enseñó a mí.” “Pues veamos ahora lo que puede . hacer el amor de Cristo por ti,” murmuró el cruel juez, y a cierta señal que hizo, los oficiales que se hallaban a sus órdenes cogieron al niño inmediatamente y le azotaron con sus varas. De buena gana aquella madre habría salvado a su tierno y tímido hijito, aún a costa de su propia vida, pero esto era imposible; mas al arrebatárselo, ella le dijo al oído que confiase en el amor de Cristo, y que hablase la verdad. De nuevo dirigiéndose el juez a la madre le preguntó: “¿Qué puede hacer el amor de Cristo por él ahora?” “Le pudo fortalecer para sufrir lo que su Maestro y Señor sufrió por nosotros, contestó la madre.” Y de nuevo azotaron al niño. “¿Qué es lo que puede hacer el amor de Cristo por él?” Las lágrimas corrieron por las mejillas de muchos paganos, mientras que aquella madre, atormentada tanto como su hijo, respondió: “Le enseña a perdonar a sus perseguidores.” El niño vió como su madre miraba hacia el cielo; y cuando sus verdugos le preguntaron si no quería reconocer los dioses que ellos servían y negar a Cristo, con más firmeza que nunca dijo: “No; no hay sino un solo Dios; y Jesucristo es el Redentor del mundo. El me amó a mí, y yo le amo a él.” Volvieron a azotarle con tanta fiereza que el pobre niño desmayó. Entonces arrojaron su cuerpo magullado en los brazos de la madre diciendo: “Ve lo que puede hacer el amor de Cristo por él ahora.” La madre tomando su precioso hi- . jo, y apretándolo en su seno, contestó: “Aquel amor le llevará lejos de la ira de los hombres, y le dará descanso en el cielo.” “Madre, dame un poco de agua de nuestro pozo, para refrescar mi boca,” dijo el niño moribundo.