Por ScMed * Prince* Una vee más nos es permitido tesarnos en le conmemoración del nacimiento del Salvador del mundo, el Unigénito del Padre. Una ves más podemos llenar nuestro espíritu con toda U dulzura y toda la majestad de eea historia. Reconstruyamos, pues, la escena tan antigua, pero siempre nueva para cada creyente, de aquella noche, señalada entre todas las noches habidas en todos los siglos. Fuera de la ciudad, el campo se extendía tranquilo solemnemente quieto y hermoso. bañado por la lus de una estrella nueva, nunca antes vista, que viniendo del oriente se movía hacia Bethlehem de Judea. ¡Los cielos y la tierra estaban Uenos de la gloria de Dios! Y en aquel campo, guardando las vigilias de la noche sobre su ganado, estaba un grupo de pastores, hombres sencülos de mente, pero cuyo corazón se había hecho sabio por el contacto con las maravillas de la obra de Dios. Hombres tan limpios de coraxón, que fueron encontrados dignos de recibir la visita del ángel mensajero de las nuevas de gran gozo, y que siendo cercados por el resplandor de la gloria de Dios, escucharon a la multitud de loe ejércitos celestiales que cantaban: "¡Oloria en las alturas a Dios, y en la tierra pas, buena voluntad para con loe hombres!" Vayamos ahora al mesón de Bethlehem: ya han llegado loe pastoree, y allí están, con el alma todavía bañada por el resplandor de Dios y llena de la música del coro angelical. Ahí están, sin ciencia, ni riquesas ni poder, pero entregando a Jesús sus teeoroe de reverencia, de amor y adoración. ¡Bn eee instante aquel establo quedó constituido en templo por la presencia de Dioe en él! TambMn bajo la lie de eqwU» «MreDa, veemoe un grupo mortóndoee en 1» dirección que lee eellala: eon loe ma«oe que de lejenee tierral ran en hueca del recién nacido “rey de loe judloe" a quien ran a adorar. Eetoe maqoe, oirktadoe de ra eaber y de sue rlqueeae, con eu alma poetra-da en adoracldn Nncere llegan ante el • Miembro «el cuervo etótoriel de eeta caee. nido Jeoús que Irradia gracia y dulzura; pequeño y deeralldo, pero llenando el mundo con la gloria de eu preaenda; In-defenao, pero trayendo consigo la potencia salvadora que transformarla a la humanidad; Ignorante en su pequenez, pero siendo poseedor de toda la sabiduría de Dios; pobre, pero siendo el Rey de reyes y Beñor de señores: necesitado de protección y cuidado, pero cuya vos reprenderle a las tempestades y las tempestades le obedecerían, "y abriendo sus tesoros le ofrendaron dones: oro. Incienso y mirra". El primer paso en el plan de la salvación del hombre estaba consumado, y embargada nuestra alma por la maravilla de esa evocación, no puede menos que exclamar reverentemente, como el anciano sacerdote eimeón: "Míe ojos han visto tu salvación." Apartemos, por un momento al menee, nuestra atención de todo bullicio exterior, y quietamente, reverentemente, penetremos al santuario de nueetra alma e Investiguemos M el Salvador de la humanidad ha nacido también para noeotroe, al está ocupando en ese recinto sagrado de nueetra alma el sitio de honor que le corresponde. SI es asi, entonces, por obra y gracia de su presencia en él, nuestro corazón queda también «mstltuldo en templo, y como tal, debe ser santo y puro, porque él ama la santidad y la puraee. "Ml cam, caen de oración ser* llamada", declaró él severamente en cierta ocasión, y por lo tanto, nuestro ooraata deber* eer lugar propicio a la comunión ocn Dioe, a la amistad oon Dios; deberemos enojar de él toda impunaa, toda maldad, todo egoísmo. Abramos entonces nuestros tesoros y oéroaoámosle dones espirituales: amor, humildad, pureas, santidad. |De rodillas Junto a loe pastoree y con loe magoe, humildes y reverentes como ellosl Pero si al penetrar a eee recinto aa-grado de nuestro ooraaón lo encontramos vado de su presen ríe, el el sitio que a él le corresponde eetá siendo usurpado, si Jesús no ha nacido aún en él, entonces ee tiempo de preparar lugar para Invl- CPam a la Página ») 4 «L HO«At CaiSTIANO