La Reconstrucción de México Lo que puede hacer el Estado , de Oaxaca A instancias de muchas personas, reproducimos nuestro editorial correspondiente al número 24 El carrancismo ha entrado en agonía. Las desconfian-*as mutuas entre los caudillos imperantes, el descenso continuo del papel moneda, el crecimiento invariable de la anarquía, y sobre todo el espectáculo de un gobierno inestable y errante, como si-fuera la cabeza de una tribu asiática, son síntomas fatales que anuncian un desplomamiento próximo. Los manifiestos del Primer Jefe, las proclamas de los Generales, los artículos de los editorialistas y hasta las gacetillas de los reporteros, parecen ser la expresión delirante de un organismo moribundo: son el natural desvarío que producen las fiebres que matan. El Dr. Atl da la pauta de la locura, y en su derredor se desarrolla una literatura de manicomio que quiere reformar al mundo mientras México, se muere de hambre. Ante el espectáculo caricaturesco y trágico de este régimen que se desmorona, cabe preguntar: ¿cuál va a ser la futura orientación de México? ¿sobre qué bases se va a reconstruir la Patria? ¿dónde están las fuerzas congrega-doras de energía, que reúnan todo lo disperso, y lo sujeten con un círculo de hierro, para que no se siga despedazando el espíritu nacional? Un Estado de la Federación Mexicana ha permanecido aislado de la anarquía, independiente de la tra'ción y el crimen; ha conservado intactas sus instituciones y vive civili zadamente en medio del caos que lo rodea. Dentro de los límites eaxaqueños funciona un Congreso local, electo por el pueblo, "que toma las medidas indispensables para la vida del Estado, vota los presupuestos y aprueba las- cuentas de gastos; un Poder Ejecutivo que promulga las Leyes votadas por aquél, y vn Tribunal Superior de Justicia que garantiza la aplicación de los Códigos. Estas autoridades, en el momento en que fué disuelto el Ejército Federal, tuvieron el acierto de sust’tuirlo por medio de Guardias Nacionales, que fueron creadas y reglamentadas de acuerdo con nuestra Constitución. En torno de ese gobierno y de su peque-ño Ejército, se ha agrupado unánimemente el pueblo de Juárez, resuelto a convertirse en dique que impida la invasión de la barbarie y el delito. Hasta hoy, Oaxaca se ha limitado a defenderse de los pel gros que la amenazaban del exterior: ha conservado sus elementos de vida, y no ha permitido que sus tropas, salgan del territorio local para tomar parte en la horrenda tragedia que conmueve a la Patria. Ha hecho bien. Intentar una aventura nacional, cuando el delito estaba en su apogeo, era sacrificarse estérilmente, sin esperanza de triunfo. Hay momentos, en qué la sola circunstancia de continuar en pie, significa una victoria. —He vivido— contestaba el Abate Sieyes a una interpelar"ón que se le hacía sobre sus actos durante el Régimen del Terror. Oaxaca también ha logrado vivir en medio del derrumbamiento general, y eso es bastante. Sus instituciones pueden ser la base de la reconstrucción de México: su gobierno local se puede convertir en gobierno general, y sus Guardias Nac"onales pueden ser el núcleo organizador del futuro Ejército de la Nación. Cuando la Revolución carrancista. estaba en auge, cualquier intento de reconstrucción patriótica era inoportuno. Pero ahora que está próximo a deshacerse, ahora que se va a romper la sombra de mando que congrega tibiamente los elementos del preconstitucionalismo, no puede continuar conservando su actitud pasiva y neutral. Además de seguir velando por sus intereses interiores tendrá que velar por la salvación de la Patria. El artícu’o 128 dé la Constitución ordena que cuando por c alquier motivo se interrumpe el régimen constitucional, lo único que procede es volver a él. Pues bien, en México ha quedado roto el régimen constitucional, desde que el Sr. Licenciado Carbajal abandonó la Presidencia sin renunciar ante el Congreso que había recibido su protesta de Ley, y sin que el General Velasco,—único Secretario de Estado que funcionaba a sa lado—recogiese. el gobierno de la República como se lo ordenaba nuestra Carta fundamental. México vive fuera del dominio de la Ley, desde aquel día de Agosto de 1914, en el cual tuvo lugar aquel acontecimiento anormal, que se llamó “disolución del Ejecutivo.” Es pues, llegado el caso de cumplir el artículo 128 de la Constitución; y si hasta hoy, ha res’ ltado impolítico e inoport no iniciar la magna empresa, tan pronto como el carrancismo llegue a la crisis, que inevitablemente sobrevendrá, Oaxaca debe enarbolar la bandera de la legalidad y el orden, y proceder a la restauración constitucional de la República. El asunto es muy sencillo. La Constit’xión ordena la vuelta a Jas Instituciones; y obedeciendo este mandato santo, y tomando en consideración las condiciones pavorosas del pa's, LA LEGISLATURA DE OAXACA DEBE ASUMIR TEMPORALMENTE LA SOBERANIA NACIONAL, que reside en el pueblo, del cual si no tiene una representac ón absoluta si tiene i na delegación parcial. EL CONGRESO LOCAL OAXAQUEÑO DEBE, POR CONSIGUIENTE DECLARARSE PROVISIONALMENTE, PODER LEGISLATIVO DE LA NACION en tanto que pueda ser electa una nueva Asamblea Popular. En medio del derrumbamiento general de autor'dades e instituciones, es el único cuerpo q e tiene or'gen legal; y aún cuando su legalidad se encuentra confinada dentro de los límites de una entidad fe-derativa, la ausencia absol’ ta de una organización nacional, hace que en ella se concentren las miradas ansiosas del país. México necesita urgentemente un centro coordenador de energ'as, un p' nto de orientación, algo que tenga s’quiera una sombra de legalidad; y como el ca’:diliaje y la anarquía le imp:den ir a las casillas electorales a nombrar sus legítimos mandatarios, y como por otra parte si la República sigue futra del orden constitucional, corre el peligro de desaparecer, todos los mex'canos verían con júbilo, que loa representantes de un Estado, aceptando las responsab'lidades del momento, asumieran el gobierno nacional y se echasen sobre los hombros la magna empresa de reconstr ir a la Patria. Si las autoridades de Oaxaca vieran que había otros Estados en idénticas condiciones al suyo, lo que procedería sería formar una liga semejante a la que se formó a raíz de! go’pe de Estado de Comonfort. Pero es inútil escrutar los horizontes: lo ún'co que en México queda edificado sobre el terreno de la elección popular es la Legislar^ra de Oaxaca: a ella, pues le corresponde el honor—y el deber también— de asumir la autoridad suprema de la Nación: Si así lo hiciere, y después de formular el decreto de reinstalac’ón de los Supremos Poderes Federales, nombrare el Presidente Provisional que hubiere de convocar a elecciones generales, todos