DE LA RELIGION. y no el Catolicismo^ responéfeti^-^e ja^^^iiQas mexicanas, de los muchos millones gastados, del hpnor mexicano (¡ne ha sufrido reveses; respondan, pues, aquellos.politico^¡y no el Clero, que no ha tenido parte en esta política; ellos, y noel Cátolicismo que, debiendo ser el único, fué confundido en la admisión simultánea de todas las creencias en esa. colonización eternamente íúnjestg á la nacionalidad y al Catolicismo. ■.--1^ Mas en cuanto á la tolerancia dé cultos, yo debo ser mas esplí-cito y emitir los conceptos de mi conciencia, por mas que choquen con él espíritu del siglo y la licencia reinante. Diré, pues, que la Iglesia nunca consentirá la tolerancia: diré que si se invoca cómo un principio de civilización y de engrandecimiento, esto es ó ün engaño ó un falso halago; que aunque la tolerancia trajera algún progreso social, sea el que fuere, no debe procurarse poniendo en peligro las conciencias y orillando al camino de la perdición muchas almas, y á la sociedad toda á ññ trastóino fu-néstí simo:, diré, repitiendo las frases del Jilxmo. Señor Presidente, que el Clero no debe consentir que se erjja altar contra altar; ‘diré que los Pastores-de la Iglesia que deben ser custodios íieíes.derrebafiQ ,qpe la Divina Providencia les encomendó, se harían reos si no clampfan en contra de la tolerancia, que vendría á quitarles por la seducción y el espíritu de novedad, algunas ovejas de que deben dar cuenta: diré que el gobierno, estando cierto de la verdad de la Religion nacional, sin abandonarla, no puede tolerar ninguna otra: diré, en fin, qué si por desgracia llegan á realizarse las . predicciones .políticas del Sr. la Rosa sobre este punto, entonces sí deberemos considerar consumada la ruina de la República, porque, como el mismo señor anuncia al fin de su circular, con la tolerancia la Religion Católica no seria tolerada; yo agregaré que el decreto de tolerancia de cultos, seria sin duda.:el de umi persecucioñ decidida, aunque éheu-biertá, contra la Religion Católica, y entonces sí se perderá, la obra evangélica de los Quirogas, las Casas y Sahágun, [CqracZwzrti,] Para la dominica cuarta después de la Epifanía. . “ En aquel tiempo, entrando Jesus en un barco, íe siguierqnisus discípulqsrY; sobrevino “ luego un grande alboroto en el mar, de modo que las ondas ¿ubrián el barco; pías él “ dormid. Y sé llegaron á él sus discípulos, y le despertaron^ diciendo: Señor, sálva-“ nos, que perecemos. Y Jesús les dice: ¿Qué temeis, hombres de poca fé? Y lévan-“ tándose al punto, mandó á los-vientos y á la- mar, y ¡se'slgtiió una grande bonanza. “ Y los' hóitibres se maravillaron, y decían: ¿Quién es esté que les vientos y la mar le “obedecen?” ' (Mat. 8.)