JtuleMa pe*a Im NtiiM.... ^QClQRO'n Pm 2eU 6'GewM Saltarín brincaba por entre las gradas de la escalinata que daba a la cocina. Saltarín era un sapito gordlto que a menudo saltaba en el prado y comía cucarachas en el huerto. Saltarín se había dormido temprano, después de comer, en un hoyo húmedo y freequecito donde vivía debajo de las gradas de la escalinata, y ahora el sol había salido como una bola de fuego detris de la montaña. Salió de su hoyo porque taifa mucha hambre. A menudo encontraba cucarachas y moecas cerca de la puerta de la cocina, y allí podía coger una buena comida con su larga y pegajosa lengua. Saltarín se detuvo para escuchar. Había moecas. porque podía oír su eumbido. pero antes de poder dar otro salto, oyó que Sultán, el perro casero, iba hacia la pijwrta de la cocina. Saltarín no quiso que lo hallara Sultán. Una ves Sultán lo había empujado con su pata y lo había tumbado, hiriéndolo bastante. De modo que ahora Saltarín quería evitar un encuentro con el perro. Con sus patitas traseras empesó a cavar un hoyo en la tierra para eeconder-ee. Retrocedió hacia atrás más y más porque quería que la tierra cubriera su cuerpo y su cabesa. Saltarín no miró hacia atrás, así que no sabía que se acercaba a una ventana abierta. De pronto empesó a dar vueltas en el aire, y a ¿dónde crees tú que fue a caá Saltarín? El pobre sapito se encontró en un profundo y oscuro sótano. Be acostó un tiempo y descansó después de su caída. Poco a poco abrió un ojo y lo que vio lo hizo abrir rápidamente el otro. No estaba solo, había cinco sapos más en el sótano. Un sapo pequeño le dijo: “Nosotros también caímos por aquella ventana." El dueño de la casa había abierto la ventana a fin de que el cálido aire del verano pudiera entrar a este sótano húmedo. “Este es un sótano viejo", dijo otro sapo. “¡Jamás saldremos de aquí!" El dueño raras veces viene por acá. La ventana es demasiado alta para saltar hacia afuera, y muy raras veces queda abierta la puerta. Pero Saltarín no se desanimó. Era un sapito muy alegre, así que dijo: "¡Nosotros saldremos de aquí!" Quería pensar en cómo podrían escapar, de modo que se retiró a una esquina del sótano. Otro sapo que cayó al sótano después que él, empesó a saltar asustado de allá para acá, y chocaba la cabesa contra la muralla. Saltarín, quien era tanto sabio como alegre, al fin le dijo al nuevo sapo: "No sigas así, estamos aquí con seis compañeros y el lugar no es demasiado malo. Hay abundancia de cucarachas y gusanos para comer y la tierra es fresca y húmeda. Podemos estar cómodos y contentos hasta que se presente una oportunidad para salir." De ves en cuando algunos de los sapos se quejaban por tener que estar encarcelados en el sótano. Algunas veces por la ventana podían ver llover, y si llovía suficientemente fuerte caían algunas gotas al sótano. ¡Qué bueno serla sentamos afuera en la Uuvia, y sentir caer las gotas de agua sobre nuestras comidas", dijo un sapito. Otro decía: ‘To estoy cansado de este oscuro y viejo sótano; yo quiero salir fuera donde pueda sentarme en la lluvia y calentar mi espalda en el sol." "No sean impacientes", les decía Saltarín. “Algún día saldremos. Supongamos que estuviésemos en un lugar donde no hubiera cucarachas que comer." Pasaron los días. Cuando el sol se hallaba muy cerca del horizonte, un caluroso rayo de luz entró por la ventana del sótano. Luego Saltarín recordó el sol que había visto como una pelota de fuego, y pensó en las moscas que volaban en frente de la puerta de la cocina. Una tarde, mientras que la mayor parte de los sapos estaban quietos y soñolientos. Saltarín oyó extraños ruidos afuera. Se oyeron voces y suaves ruiditos. El sótano quedó alumbrado con la luz del sol. Las puertas quedaron abiertas y Saltarín vio a dos niños parados en la entrada. Uno de ellos llevaba una canasta. IL NOGAI CRISTIANO La luí y el ruido despertaron a loe demás sapos de su siesta. Uno de los niños dijo: “Debemos hallar algunos sapos para la abueUta." "¿Quién será la abueUta?" pensaba Saltarín. Deseaba saber también si les pasaría algo malo a los sapos en casa de la abueUta, o si sería mejor que estar en aquel sótano. Algunos de loe sapos, bien despiertos de su sueño y asustados por la lus y por las voces de los niños, empezaron a saltar para allá y para acá, de tal modo que los niños no podían cogerlos. "¡Esténse quietos!" les dijo Saltarín. “Pueden lastimarse si saltan tan locamente, permitan a los niños que los cojan. Los sapos quedaron quietos y los nlflitos los cogieron cuidadosamente y loe pusieron en las canastas. "¡Qué bueno es este!" dijo uno de los niños al coger a Saltarín, que era el sapo más gordo y más moreno de todos. LA IMPORTANCIA DEL HOGAR EN ... (Continúa de la página 10) jo en tanto que hay esperanza; mas no se excite tu alma para destruirlo" (Prov. 19:18). Y otra ves: "La vara y la corrección dan sabiduría: mas el muchacho consentido avergonzará a su madre... Corri- Los niños llevaron les canastas Henee de sepes a la abueUta, quien vivía no muy lejos. Quedó muy contenta la abueUta oon lo que le Uevaron. Ella sacó cuidadosamente los sapos de la canasta, uno por uno, y los puso en un lugar cómodo al lado de las hUsras de betarragas, zanahorias, lechugas, repollos, y otras plantas verdea. “Y a ti", dijo la abueUta cogiendo a Saltarín, “te llevaré a mi jardín de flores, porque tú eres tan redondito y moreno." Así que Saltarín fue a vivir entre lee flores del jardín de la abueUta. De ves en cuando pensaba en las moecas de la puerta de la otra casa, pero al mismo tiempo tenía tantas sabrosas cucarachas en si jardín de flores, que nunca regresó a ese lugar.—Adaptado de Hearth Stone, por la Sra. Catalina de McGavodt. ge a tu hijo, y te dará descanso, y dará deleite a tu alma” (Prov. 29:16, 17). Guiar a sus hijos es la responsabilidad más grande de los padres. ResponsabiUdad, sí; pero también gotoso privilegio. IL HOGAR CRISTIANO 11