Escenas de Ja guerra CAMPAMENTO ALEMAN EN UNA DE LAS PLAZAS CENTRICAS DE LIBAU. igualmente la carta paternal, escrita en ese estilo que trata, ante todo, de mostrarse “sereno, ecuánime, sencillo, lirfltMo, clásico-r Estaría bien todo eso si no hubiese ocurrido el drama de la guerra! Por último, hay un capitulo de filosofía y erudición, un diálogo platónico entre Demzyr'ate y Jerjes. —7 T . ¿Habrá pasado, pues, inútilmente el episodio dla; guerra ? ¿Quedará tordo lo mismo, literariamente considerado- •— ? ¿O se prepara a surgir una generación de nuevos pensadores? La generación antigua, la generación de ante-guerra, .hela ahí fracasando en la pefsona o en la pluma de Anatóle France. Ese libro, flojo e íntimamente frío, que se escuda bajo un títtilo caliente y- presuntuoso, es la confesión de la inutilidad de un largo período literario representado por Anatole France. Fn él mundo se estaba preparando una revolución, y Francia se había tendido a dormir. Estaba ocurriendo sobre todo, la liquidación del siglo XIX_______Quizá también la liquida-, ción de la idea política emanada del siglo XVIII. Se operaba además un grave hecho: la conjunción de los dos propósitos, el europeo y el americano. Por otra parte, el mundo se había desplazado. Una humanidad hasta hoy secundaria exigía que se la aten--diese; la porción de humanidad que alienta en el archipiélago japonés ve-nia a nuestro encuentro. El mundo se ensanchaba. En el mar Pacifico aparecían nuevos valores; Rusia se ponía en contacto. tM* un c',n Alemania y Francia, por otro lado con Japón y Norte américa. Algo grande se estaba tramando--------- Era la hora en que Anatole France, dulcemente apostado en su muelle París, hacía su cómoda literatura. Y recomendaba cosas blandas y buenas: paz, libertad, ágiles risas. Ahora la tormenta ha estallado. Ha sido cruel pedirle a Anatole. France que hable. El silencio a veces es mejor. ¿Y qué podía él decir? Está aturdido por esta cosa desmesurada que vuela sobre los pueblos. És triste ver un hombre en el instante supremo de su patria quedar rezagado, inhábil para incorporarse a la masa de sus contemporáneos. Francia exigía de sus hombres las pala-bras decisivas: Anatole France bus-ca en su corazón y no encuentra Tilas que las palabras de siempre. Es que el corazón se había cristalizado luce mucho tiempo. Detrás de la pluma ¿había de veras un hombre----? Aquí el hombre se convirtió en un concepto, en un libro; papel y tinta, frases acordadas. Los libros de la guerra vendrán después. ¡Que los dioses nos libren de los centelleantes lirismos dannun-zianos____! Los libros de emoción, de verdadera polémica, los libros “explicativos” de esta guerra saldrán acaso de Rusia, seguramente de Alemania. José M. SOLAVARRIA. TROPAS FRANCESAS EN EL ORIENTE.