Revolucionarios Sinceros Marcelo Carabeo. Nacido en las cumbres enhiestas de la sierra del Distrito de Guerrero, del Estado de Chihuahua, creció amando la libertad que siempre consideró como un don divino. Su cuna se meció ai arrullo de leyendas guerreras y su juventud se deslizó rauda acometiendo empresas de cacerías arriesgadas, que tiemplan el espíritu y forjan el carácter. Al llegar a la edad viril se encontró con que no podía dar libre ex pansión a sus ideas progresistas, porque éstas eran aprisionadas dentro de la jaula de hierro en que el caci-, cazgo conservador recluía todo anhelo de adelanto que no se ajustara al cartabón oficial o las conveniencia^ de los hombres que’formaban los círculos viciosos en que se encontraban encerrados los gobernantes del régimen porfirista. Así fué cómo lo sorprendió la revolución de mil novecientos diez, y siguiendo los impulsos de su temperamento eminentemente revolucionario, proclamó con altiva fiereza su invencible deseo de labrarse un fu. turo glorioso, dentro de un régimen de libertad y justicia, amparadas por un nuevo derecho, y junto con Pascual Orozco se lanzó a la lucha encarándose resuelto al Gobierno más poderoso que ha tenido México durante toda su existencia. En pro de sus ideales libertarios peleó contra la federación en Ciudad Guerrero, primero; después en Pedernales, otra vez en Ciudad Guerrero; luego en aquella épica jornada de Cerro Prieto; en Mal Paso, en la Mo-jina, donde fué el héroe de esa acción de armas; en Bauche, en Ciudad Juárez y al final de su primer etapa de guerrillero, sofocando en la ciudad de Chihuahua el dia dos de febrero de mil novecientos doce, un motín provocar-do por Pancho Villa, quien usó como instrumento a Refugio Mendoza. . La noche del dia dos de marzo del mismo año de novecientos doce, se negó a secundar al general Pascual Orozco en su movimiento contra el Presidente Madero; esto le valió ser encarcelado; más tarde recobró su libertad y se decidió a enrolarse en el Ejército Liberal por súplicas que le hicieron muchos de sus amigos que conocedores de su valor desmedido y de la simpatía que por él sentían los soldados, comprendieron que su valioso contingente era de gran utilidad para el movimiento. En la revolución orozquista Mar- celo Caraveo fué siempre el brazo que ejecutaba y la salvación del Ejército Liberal, se debió en varias oca siones a su serenidad ante el peligro ya su arrojo. Por circunstancias especialles, se hizo inevitable la retira- da en la batalla de Conejos, retirada que resultó penosísima debido a una torpeza de" Juan B. Porrás, quien incendió unos puentes que estaban a la vanguardia de los trenes en que las fuerzas liberales tenían que salir del alcance de los cañones de la División de Huerta. Caraveo se dió cuenta inmediata del peligro que corrían sus compañeros de ser envueltos por las fuerzas enemigas y él, al frente dt su Segundo Regimiento, contuvo el avance de la federación mientras que el resto de las tropas se retiraba a pié por sobre las calcinantes arenas del Bolsón de Mapimi. Unas cuantas semanas más tarde las fuerzas del General Caraveo volvían a protejer la retirada del ejército orozquista a! ser derrotado en el segundo Rellano; y por fin Cara-veo con sus fuerzas abandonó al último que nadie, sus posiciones en el célebre cañón' de Bachimba. donde recibió su bautismo de sangre, siendo tocado en el cuello por el balín de una granada de artillería. Terminada la guerra de batallas formales por la disgregación del Ejército Liberal, el General Caraveo -al frente de unos seiscientos hombres fué a incendiar en guerra el Estado de Coahuila; pero fracasó en su inten- to debido a la persecución tenaz que le hizo a su pequeña columna un ejército diez veces mayor eii hombres y abundantemente provisionado de todo material de guerra, mientras que los hombres que acompañaban a Caraveo apenas contaban con unas cuantas municiones, que se les agotaron por completo después del tercer combate que tuvieron que sostener contra las fuerzas maderistas y las federales combinadas. No obstante los escasos elementos con que contaba ell general Caraveo, pudo sostenerse varias semanas en el Estado de Coahuila y al fin se vió obligado a reconcentrarse en Chihuahua, donde prosiguió su campaña hasta terminar su segunda etapa militar, poniendo todos sus elementos bajo las órdenes de Pascual Orozco-siendo con esas fuerzas con las que el guerrillero chihuahuense se presentó en la ciudad de México para recibir órdenes del General Huerta, cuyo Gobierno reconoció, dando así por (Pasa a la antepenúltima pág.)