Virginia Fábreqas, vista de frente
(Sigue de la página 10) na charla; y como yo hiciera alusión a ésto, exclamó: “Manuel Múzquiz Blanco, una vez me dijo que yo era una deliciosa con-
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versadora y me propuso escribir mis memorias. . . pues yo le había contado, (figúrese usted cuánto!), muchas de las cosas que he visto y por las que he pasado en mi largo peregrinaje por el mundo; pero así, de pronto, verdaderamente, no me acuerdo de nada, y solo le puedo decir que llevo gran amistad con todos los artistas de España y de México, por no mencionar más que éstas dos naciones, y que he hecho; por representar y dar a conocer las obras del tea tro mexicano y español lo mejor que he po dido, valiéndome ésto que se me haya dicho que he hecho en países extranjeros más por México y España que los mismos diploma ticos y embajadores; lo cual, al final, siempre es una satisfacción^.
Insisto en que me cuente anécdotas de su vida como mujer, pero doña Virginia no quiere oírme, y riéndose alegremente, sin un solo toque de amargura, dice: nDe amores ya no hay que hablar, aunque sí, tem go el de mi nietei Manuel, al que gusta mucho el teatro*. Después de una pausa, eon-dureza en la voz exclama: “Pero prefiero que sea herrero o carpintero. . . esa vida de cómicos, es muy amarga y muy triste”. Yo sonrío,, pues creo que contrariamente a los deseos de doña Virginia, el gentil mocito de once años de una inquieta personalidad, que me confió que le gustaba el teatro con locura, será también artista, pues lo lleva en la sangre.
—Seguiré mi viaje a Durango, San Luis, y de allí a Sud América, lejos de México de nuevo. . .
Sus ojos miran a lo lejos, llenos de triste za, pero pronto se repone y me dice que todo lo que haga por luchar, será poco; que este fracaso de ahora, no sigifica nada, por que para ella, que ha luchado por tantos y tan largos años, no pasa de ser un accidente.
,—Torreón fs hospitalario,—termina,--lo mismo que toda la República, y no lo dude usted como’ no lo dudo yo, que el teatro den tro de muy poco tiempo volverá por sus fueros, y al querer el publico teatro, no faltarán artistas, porque estos nunca han faltado; es el gustci variable de la gente y de las épocas, el que ios mata. . .
Siempre habrá, ha. habido, y habrá arc-e puro como oro puro; porque siempre, como dijo alguien, y.o porque no haya poetas, deja de haber poesías.
Torreón, Coah., abril de 1933.
RKVISTA DE COAHUILA.
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