92 REVISTA EVANGELICA Febrero pliendo sus leyes, llevando a cabo su programa de redención, levantando a los caidos. dando ánimo a los débiles, aliento a los afligidos y calor a los tibios, con seguridad que su Reino crecería con mayor rapidez. Es la voluntad de Jesús que seamos luces en el mundo y la finalidad de la luz es hacer huir las tinieblas: luces en el mundo que deben ser colocadas en lugar alto para que nos alumbre el camino de la Vida Eterna y ayude a otros a caminar en pos de su Salvador. Recordemos aquella ilustración que nos presenta a un anciano ciego que andaba con un farol encendido por una de las calles del oscuro lugar en que vi-via. al acercársele cierto caballero y notar que era ciego y la inutilidad del farol, le preguntó para qué podia servirle aquella luz si él era ciego y no la necesitaba: a lo que respondió el anciano ciego: es verdad que yo no la necesito porque ya sé el camino de tanto andarlo y que sov ciego* pero esta luz evita que otros tropiecen conmigo: esto nos enseña que si ya hemos encontrado el camino de Jesús que nos conduce a la salvación, nuestras luces deben permanecer encendidas para que otros puedan andar sin tropiezo en el difícil camino de la Vida Cristiana. Tratemos de no salimos de las buenas normas cristianas tratemos de huir de todo aquello que pueda traernos como consecuencia nuestra caída o la de nuestro hermano. II. Ayudando a los Débiles. Nuestras congregaciones están compuestas de miembros fuertes y débiles. Muchas veces miembros viejos en las congregaciones son débiles porque no usan los medios puestos a su alcance por el Señor para llegar a un completo desarrollo espiritual. Estos cristianos débiles son como los árboles que carecen de profundas raíces, que. al soplo del vendaval caen por tierra. Como nos enseña el Maestro: "llevad los fuertes las cargas de los débiles." Mientras mayor es nuestra fuerza material mayor responsabilidad tenemos en ayudar a aquellos que son débiles. No podemos enorgullecemos de nuestra potencia espiritual y a-bandonar a los débiles en sus caídas. Un cristiano no es fuerte por el tiempo que lleve como miembro de una Iglesia, sino por seguir y cumplir aquellas normas establecidas por Jesús. La carne y el vino, no son pecado, porque son productos de la mano de Dios; pero si por su uso puedes llevar a tu hermano a la perdición, pecas gravemente. Las pequeñas cosas producen efectos no imaginados. ¿Sabes dónde puede conducir tu conducta a aquellos que creyéndote fuerte, "'Oí en en ti sus miradas? -a primera copa y el primer centavo conducen seguramente a la embriaguez y el juego. Bueno es no comer carne ni beber vino, ni nada en que tu hermano se ofenda o pueda ser debilitado.’’