Monumento al inmortal bardo Manuel Acuña 'jfc. . ó- . --——„— ---- EL SEMBRADOR —---— o c t ut r ki o en edil r a ó í 'I Homenaje a Manuel Acuña Por el Lie. Alfonso Rubio y Rubio. I Los ojos fugitivos persiguen tu pasión y luces netas, y se quedan cautivos en las moradas vetas de tu perfil, en cárcel de violetas. No hay luces sobornadas ... En el designio de tu fija muerte, ráfagas azoradas sobre el papel inerte se cruzan desoladas para verte. El pulso desgarrado va grabando su música en la lira, y en ella ha desposado el aire que suspira y la selva sangrante que delira. En giro paralelo a tu triste Nocturno desceñido, por el llameante cielo mi canto estremecido invoca la raíz de tu gemido. II El devorante fuego, el frenético amor y sus cadenas, el abrasado ruego sobre las azucenas impasibles, altivas y serenas. ¿Quién me dará la clave de tu voz, primavera suspendida? ¿En qué secreta nave tu rosa oscurecida lavará los cristales de su herida Si tuyo era el camino, si en tus labios el alba florecía, si en el delgado trino de tu melancolía soñaba eternidad la poesía. ¿A qué furioso viento expusiste tu leve arquitectura, qué obstinado tormento, qué crüel quemadura daña con lumbre ciega tu figura? Larga desesperanza, en vilo de un insomne claroscuro, en el marfil afianza la oscuridad del muro, la lividez de tu desnudo puro. III El adiós agorero en hondones de duelo se reclina y es amargo venero, inagotable mina que a tenebrosa soledad declina. Surcos de desconsuelo, sobre luna y coral en agonía, confinan el anhelo a oscuridad vacía, a orillas de la sombra más sombría. Y el torso calcinado sin una sabia luz gobernadora, se hunde alucinado, al margen de la aurora, en la rota tiniebla acechadora. ><><><><><><><><><><><><><><><>< -9-