184 REVISTA EVANGELICA Marzo Veinte Días de Prisión en España Por Samuel Palomeque --------(o)---------- Los siguientes son extractos de una carta recibida recientemente de nuestro hermano Don Samuel Palomeque En primer lugar doy gracias a Dios, pues que El, como en el caso de Daniel, ha tapado la boca de los leones y me ha librado de la muerte; El me ha sido mi amparo y fortaleza y el pronto y eficaz auxilio en la tribulación. La guerra civil sigue su curso con toda su escuela de horrores. Ignoro qué pasa en los lugares en que todavía domina el gobierno del Frente Popular (llamado Rojo por los militares sublevados», porque no tengo de ello más noticias que las de la prensa derechista. Pero si sé algo de lo que pasa en los lugares ocupados por lo coalición de derechas, formada por curas, militares, fascistas, tradicionalistas; y lo que he podido comprobar por mi mismo, viéndolo y padeciéndolo, es un horror. Voy a circunscribirme a mi propio caso: El día 3 de Septiembre, a las 24 horas de depositar en el correo mi última carta para usted, fui detenido por seis individuos de Falange Española. Me confiscaron mis papeles y algunos enseres, se apoderaron del dinero que me quedaba, cerraron la casa, y echaron a mi esposa a la calle, dejándole unos cuantos pesos no más “para que pudiese comer algunos días,” dijeron. En medio de burlas y desprecios (o)-------- por mi arzobispado (que era de lo que ellos parece ser que acusaban), me llevaron a la Comisaría, donde me tomaron mi filiación completa y una muy breve declaración y me sepultaron en un calabozo bastante inmundo. Allí encontré diecisiete detenidos más, de los que once fueron fusilados aquella misma madru gada. No me volvieron a tomar más declaración, no me dijeron siquiera la verdadera causa de mi detención, ni me permitían preguntar lo más mínimo por la marcha de mi asunto; únicamente veía renovarse constantemente los compañeros de prisión que iban saliendo para ser fusilados unos (los más), para el campo de concentración otros, de donde los llevaban a hacer duros trabajos de atrincheramientos, y muy pocos, casi ninguno, para ser puestos en libertad; y todo esto, sin haberles tomado a muchos de ellos ni una sola declaración. ¡Y deseando que no nos llamasen a declarar, porque a tres o cuatro a quienes llamaron por este menester, nos los devolvieron en un estado lastimosísimo a causa de los muchísimos palos que les habían dado para arrancarles nombres de otros presuntos culpables! Pero, ¡gracias a Dios! El no De "El Mensajero Bíblico," San José, Costa Rica.