El Tono Despectivo Reproducimos este articulo de Sa-laverria, porque aunque fue escrito para España, es de una aplicación exacta en México. También en nuestra Patria, se ha entronizado la moda de proclamar nuestros defectos, negar nuestras virtudes, y admirar únicamente lo que viene del extranjero. * • • La mente observadora queda suspensa y preocupada al considerar que el español no solamente se niega a si mismo, sino que se desprecia. El tono despectivo está de moda entre nosotros; de las esferas intelectuales ha descendido al campo del vulgo y del pueblo. El caso es triste, pero hay que afrontarlo; y es lo cierto que.por una negligencia de los cultoreá, o por una mala educación, un poco de desdén por las cosas nacionales presta a un individuo hispano cierto aire distinguido. Esto es incomprensible en todas las naciones, por lo menos en las naciones medianamente constituidas; yo confieso que no le he observado en ninguna parte. Existe, si, el tono de acusación y de autocrítica, particularmente en los pueblos latinos, acaso porque esos pueblos se encuentran en un estado de decadencia si se les compara con su antiguo esplendor y con los pueblos germanos o anglo-sajones. Pero el tono de acusación, y hasta pesimista, nunca ha llegado hasta el desdén y la burla de si mismo. En Francia, por ejemplo, antes de la guerra actual, han podido registrarse momentos infelices, crisis lamentables, en que se acusaba de abusos al Ejército, a la Justicia, a los ministros; pero a nadie se le ocurrió decir que Francia era un objeto mínimo, y que los organismos esenciales de Francia eran cosas despreciables. Tales ex abruptos, si alguien se decidía a lanzarlos, caian en la ineptitud de una minoría; la sanción pública, que en Francia misma nunca ha perdido su poder, ha inutilizado siempre los ex abruptos y las estridencias. Aquí abajo la sanción pública tiene escaso vigor. Las palabras se dicen a la ligera, y las palabras dirigidas contra la Patria tienen menos responsabilidad que ninguna otra. Ocurre, pues, -en España que a veces un orador o un publicista no se atreven a atacar al ministro de la Gue-rr*i X> en cambio, se ensañan con el Ejército. A veces no conviene meterse con el Gobierno por intereses particulares; entonces no hay inconveniente en arremeter contra la propia España. El tono despectivo frente a las ideas nacionales es un hecho oprobioso y corruptor, que conviene destruirlo en seguida. Ya no es el-filósofo, el especulador intelectual, el cultivado articulista; es el simple viajante de comercio quien se permite deducir, con aire convencido y entre gestos desdeñosos, que España es un país de cuarta clase. Las salas de los cafés se llenan de libres y temerarias consideraciones, en las que se tritura el cuerpo patrio. ¿Tenemos acaso Ejército? ¿Adonde pueden ir nuestros soldados, si no sirven para nada? ¿Saben algo nuestros oficiales? ¿Tenemos, por ventura, cañones y material de guerra? En cuanto a la enseñanza, ¿no es cierto que estamos a la altura del Paraguay? Nuestras costumbres, ¿no son las más soeces del mundo? ¿Es que se puede comparar a Cervantes con Shakespeare? Si alguied nombra a Marruecos, pronto asoman sonrisas suficientes en los rostros. ¡Pero si estamos más atrasados que los moro;, si no servimos para nada....! Todo esto ha bajado del café a la taberna, y los albañiles, en efecto, repiten entre guiños: ¡Pero si no somos nadie! No es de ahora, seguramente, esta inclinación negativa de los españoles; “n nuestra literatura clásica existen hartos documentos ilustrativos. Pero desde la derrota de Cuba, el mal adquiere fuerza increíble y se hace, sobre todo, universal. Los politicos y el pueblo, los cultos y los vulgares, todos Comulgan en la misma idea. Hoy la idea alcanza su momento de ''lenitud. Así se observa en los gobernantes algo como un temor, una indecisión, un rebajamiento del Poder.... Hay el miedo a las reformas capitales, miedo a suscitar ilusiones. El vulgo no cree en nada, no cree en si mismo. El vulgo antepone en seguida su ¿para qué....? Por lo tanto, los gobernantes re reducen a iniciar reformas vacuas que no resuelven nada, como la flamante reforma del Sr. Burell acerca de la libertad de la cátedra. Habría que reformar el espíritu y no los detalles y accidentes. Elevar el tono del espíritu público. Empezar por que los gober-.nantes elevasen su tono, su autoridad, su seguridad frente a los problemas, la misión y el momento patrio. El tono despectivo ha sido aumentado y universalizado por la concu rrencia de tres factores: la literatura, la política radical y el regionalismo catalán y vasco. Los escritores, en su afán de esclarecer las causas de la catástrofe de Cuba, han dado ácaso los principales argumentos. Estos argumentos los han cogido con delicia los políticos y periódicos llamados radicales; también los han tomado para su campaña antiespañola los regionalistas y separatistas. Nada hay tan triste como presenciar el espectáculo de algunos de nuestros periódicos. Con palabras gruesas, o con chistes soeces, en artículos de fondo o en simples gacetillas, una Prensa que se dice progresista hace jirones el cuerpo nacional, tritura todas las cosas, manosea todos los tópicos, ensucia las. ideas más nobles y altas. Es triste ver a un Sr. Lerroux o un Sr. Soriano, intimamente egoístas, sin ninguna suerte de ideal colectivo y por mero estimulo de bullir o medrar; es triste verlos siempre atentos a despertar en la muchedumbre los instintos bajos, las rebeldías estériles, las negaciones absolutas, el desdén de la Patria. Es triste ver que Pablo Iglesias, admitido en la rueda de los voceadores mandatarios, pone en la campaña negativa todo el peso de su rudeza, toda la carga de su socialismo ininteligente, arrabalesco. En cuanto al regionalismo, de formación conservadora y clerical, ha metido su insidia, su nihilismo, su negación y su virus disociativo en aquellas comarcas que eran, por su actividad, su robustez y su aptitud política, la mejor esperanza de la nación. Las provincias del Norte de Italia, las más sanas y enérgicas, han sido las que han vigorizado el resurgimiento. Del Piamonte, rubia flor de la tierra, surgió la nacionalidad, y Milán es la verdadera cabeza de Italia. Aquí, en España, de Barcelona y de Bilbao han salido los alientos nihilistas, antinacionales, disociativos.... Ahora, yo, en un paréntesis privado, necesito decir que no me mueve, al escribir estos artículos, ningún plan partidista. Si se me apretase a la confesión, necesitaría expresar mi ausencia de espíritu de partido. Creo, sin embargo, que en España hacen falta escritores que no dependan de un partido determinado, para verse libres de la depedencia a un grupo, a (Pasa a la última pág.)