nue la consideraban como una bruja ¡atura, se estremecía más que nunca y una pena inconsolable inundaba su alma. No teniendo a nadie un el mundo, se dciatiió por fin a ir a ver a la vieja Hanna y pedirle consejo sobre su iriste destino. La vieja Hanna, acostada «obre su jergón miserable, recibió amablemente a la pobre huérfana y la llamó cou ternura “hija mía**. Lon los ojos lienos de lágrimas y el corazón adolorido, Saschka le confesó a la vieja que nadie la quería. —¡.Ah!, dijo suspirando, no quiero c¡. mis últimos diaj arrastrar una vi da semejante a ia tuya, una solitaria vida de bruja. Nn quiero que los niños corran al verrac llegar. Y sollozando se cubrió el rostro con las manos. La vieja Hanna sintió lástima por la pobre huérfana; pensó en las miserias humanas en la crueldad del destino. Le pareció que tenia ante los ojos su propia juventud y todo su pasado, esa larga y triste peregrinación, encadenamiento de penas y de desdichas. Reflexionó y vaciló largo tiempo, como si ella misma dudara del poder de sus hierbas y de sus simples. —¿Tú no quieres ser una Hanna?, murmuró varias veces, inclinando gravemente la cabeza. Al fin salió de la pocilga y volvió un momento después con un puñado de granos misteriosos. Los puso en la mano de Saschka y le dirigió este discursq: —Aquí tienes semilla para tres años, siempH para el mismo surc<. Tendrás tantas flores como donceles hay en la aldea. , Al muchacho que te guste le arrojarás una flor al paso. El que U recoja te amará. Si a pesar de todo ningún mozo se incl;na para recoger las flores, y si ¿todos las bollan bajo los pies, entonces, en el tercer año, guardarás lá ultima flor para tí—Luego mira lo que h^s de hacer: hay un tronco de viejo sauz que se inclina sobre el agía del lago; a media noche, con la luna llena siéntate sobre ese tronco como sobre un banco, Amárrate los pies y las manos con bejucos, inclina la cabeza sobre el pecho, aspira^1 perfume de tu última flor y_____serás dichosa. Hanna no habló una palabra más, recomendó simplemente a Saschka que volviera a su casa y que siguiera su consejo. Saschka partió. Mil pensamientos atravesaron entonces su cerebro. Se sentía llena de fe y de esperanza en la vieja Hanna y también de gratitud por ella. La vieja Hanna la siguió largo tiempo con la mirada. Saschka había ya desaparecido en las brumas de la estepa, y Hanna miraba aún las lejanías y murmuraba algo entre sus labios descoloridos. Algunos pájaros negros revoloteaban por encima de su cabeza. TT Saschka hizo lo que la vieja le había dicho. ‘i En el campo, detrás de la choza, vió aparecer muy luego después de las primeras fiuvjas, flores de una belleza extraordinaria y de un perfume embriagador. Y cuando esas flores estaban enteramente abiertas, Saschka las cogía y las arrojaba por la tarde al paso de los mozos. Nadie se inclinaba para recoger las flores, y sólo, a veces, al pie de un transeúnte distraído las hollaba o las echaba a un lado. Así se pasó eL primer año, después el segundo; luego él tercero tocaba ya su fin. Fué ese tercer año cuando las flores de Saschka se abrieron más soberbias que nunca. Pero mientras más se abrían las flores, mientras sus colores eran más brillantes y más embriagadores sus perfumes, más empalidecía y se marchitaba el rostro de Saschka. El día de San. Juan el campo no era ya más que un desierto. Saschka bah:a arrobado todas las flores y éolo le quedaba una. Era la última. Entonces recordó lo que la vieja Hanna le había recomendado. Y resolvió seguir su conseio hasta el fin. No lanzó a los pies dé ningún mozo dl"eUa fiOr' Sin° que b guardó Para III. La noche estaba tibia y tranauilia llena de encanto y de míter^ M ove tnL media noche- mientras -íí0 e mundo estaba sumido en maaCfIor " c"0' Saschka tom<5 la última Oor. Con mano trémula la per-náñ™ SU COr!T’ c.?mo hac'an sus compañeras cuando iban a la iglesia con una corona sobre las sienes. después se dirigió hacia el lago. Marchaba con paso vacilante. Un mal sendero conducía hasta el tronco de un viejo tilo, que como una viga se adelantaba sobre el agua. Se arrastró hacia allá y se sentó en la extremidad del tronco. Se amarró los pies y las manos con lianas. Pasó un momento. Pero reflexionando de pronto la cabeza sobre su pecho y aspiró a pulmón lleno el embriagante perfume de la soberbia flor. , Y Saschka sintió al punto que na-ciqn en su mente sueños maravillosos, boño en la vida dichosa, de las bellas roussalki (1) de larga cabellera que habitan palacios de cristal en el fondo del agua. Anhelante aspiró una vez m,ás el delicioso perfume de la última flor— ¡Dioses! Le pareció que ella mis ma era una roussalka arrastrando a hermosos jóvenes hacia su profundo alcázar. De pronto, sin sentido, Saschka se inclinó hacia un lado. El tronco del viejo tilo comenzó a balancearse como la cuna de un niño. El agua del lago encantado se entreabrió, brotó como una fuente y«volvió a cerrarse. Después------- el silencio. Saschka había desaparecido. Ya era completamente dichosa. El tronco del viejo tilo se balan ceaba aún y sobre el agua aquietada se difundió, a través de las ramas de los sauces, el pálido fulgor de la luna______ Eduardo FELIÑCK. (1) Divinidades fluviales de la mitología de la Ukrania. u ' «7 L •-