¡AVANTE! RAPIDA Yo no vivo con la esperanza tonta de que mi dolor de hoy será recompensado con días felices en el mañana o con mejor vida allá en la gloria. ... Yo no sé ei será porque mis padres me engendraron en un instante de placer o de dolor; el caso es. que mi infancia ha sido un vivir triste y azaroso y la tristeza y la desesperación aún viven en mí, ignorando hasta cuándo; y si en mis sufridos días tuve algún día de placer, jamás pude compararlo con los días amargos de mi vida, pues el dolor fué superior a las dulzuras Por éso mi proceder en el bien como en el mal es una consecuencia de mi dolor. Si este dolor moral que me aguijonea es por no querer transigir con la mal llamada moral hoy establecida, es por lo que prefiero el dolor en toda su intensidad antes que una doblegaeión denigrante. La t^naigeneiá en forma humillsn-te es sinónimo del miedo que discul-piald»bil: el miedo y la debilidad cobardía; y la cobardía, en el rebelde, es vergonzosa El idealista sueña, el que sueña aspira y el que ansia sufre, el que sufre es de su deber luchar, pues el que lu-chiama; el que ama, odia; amor y edioe» lucha y la lucha vida. Por ¿so yo lucho y eo me importa que digan que soy un loco; a étsos yo los compadezco, como a loa otros que son incapaces de sentir las más mínimas ansias por el pronto mejoramiento económico social o de hacer algo para aminorar el doler que aqueja a la hu mañided; a ésos también los compadezco y lo mismo a los otros que nos tildan de visionarios y que ccn la ra zón de la fuerza pretenden reducirnos al silencio; también a ésos que nos hablan en nombre del orden y de la ley qua para éllo apelan al pasado, que es t *n neg'O como pus concien ciap; a ésos como n los otros, también lea digo: «no pretendáis detener el grao astro con las manos; todo en la vida tiene su curso.... * Pero loque más me indigna, es el ver a ésos que. como yo, están uncidos al yng i capitalista y que soa indiferentes a sus propias miserias; los veo por t -das partes; por dondequiera que mire harapientos, sumisos e impasi-•- bles a todo dolor ajeno y al de élloa Mismos y que jamás se les ve un ges-• "toque signifique inconformidad con la soc^pdad presente; tal parece que «stánmiuy agusto con las cadenas que los oprimen, oque esperan el mañana para que los redima, olvidándose del hoy, que lo vivimos y lo sufrimos A-í es que tedas mis energías las empleo hoy, por ser hoy donde no encuentro mi satisfacción moral y física y cuando veo esconderse el sol, me pongo triste; pero en la nueva aurora se acrecentan en mí nuevos deseos y en esos amaneceres es cuando quisiera tener las fuerzas de un Hércules, o agrupar por un instante a todos los desheredados del mundo piara hablarles así: ¿Cuándo vais a dejar de ser masa de inconscientes? Cuándo se.á el día en que dej aréis de hinca ro< ante vuestros opresores y de pie miré:s al sol cara a cara, sin que vues t*as pestañas parpadeen? ¿Cuándo dejaréis de ser cantidad y per vuestros gestos nobles ser calidad al lado da los indomables e inadaptados, aunque esos sean uno pero excento de los rancios prejuicios, y heceros valer, no por lo que B«ú, sino por lo que de biérais de ser. fuertes ante todos los peligros y estar decididos a ser libree? Procurad ser hombres en vuestros procederes para que todas vuestras accione* tengan la resonancia que el momento exija y así tendréis lugar en donde los hombres viriles lo tienen, que es en ei trono de la Verdad y la Justicia. lueblos: ¿No veis que en vuestro nombre los políticos mienten, el clero explota vuestras conciencias, el burgués se enriquece con vuestro trabajo y los tiranos os masacran en vuestro nombre? Pensad en lo que oa plazca, pero «ed sinceros en vues tro pensar; pensad que tenéis un corazón que siente y un cerebro que piensa, y sobretodo, unos brazes para obrar y cuando lo hagáis, hacerlo a conciencia y en bien de vuestra clase oprimida. ¡Pueblo, despertad y serete hore! toM titói Rmi Como a la una de la tarde del díq i 22 de Agosto se presentó a mi modes- I ta oficina una persona de aspect > , obrero, con recado verbal de que me llamaban urgentemente los compañe í ros de la imprenta. Algo estraordinario ocurre—me di-" je—porque los compañeros nunca me mandan llamar, siempre acostumbran venir a verme cuando algo se lee ofre ce. Pero ya en mi camino noté la presencia de varios eebirros aposta dos en las esquinas de la cua «ra. Uno de éllos al verme voltear la esquina, se dirigió a mí y hablándome por mi' nombre, me detuvo, presentándome una orden de arresto. Yo ib»—al pa sar por el Cjrreo—a depositar una carta dirigida a Salva tor Medrano, uno de los viejos luchadores residente en Estados Unido?, y quien ya le co munieaba los rumores que de*de hacía algunos días circulaban referentes a mi arresto. Y aunque no se me permitió depositar esa carta, lo conseguí después, cuando ya me lleva ban los esbirros en camino de Tampico. Al llegar a la Jefatura de Policía de Cecilia, a donde f ií conducido pri mero, la persona que me leyó la orden del general Benignos, Jefe de la» O.ie-raciones milit-.res en el Puerto, me indicó que me quitara el sombrero. —No acostumbro hacerlo cuando alguien me 1 > ordena, le dije, sino cuando yo quiero. Además, ¿no están ustedes luchando por establecer en México una democracia? —Está bien, me centestó. —Entonces, ahora ti me lo quito por mera cortesía. Después de leerme la orden que te nía en su» manos, fui conducido por curtro o cinc) esbirros que me llevaron al Cuartel de k Jefatura de Operaciones en Tampico, en donde fui encerrado en un c lab zo. custodiado por guardias armados ha ta 1 s dientes, como si se tratara de cuidar a un feroz asesino. . Cinco horas más tarde me llevaron a la ofici a del General, quien a la sazón leía «Avante». En la pri mera p ana ya se veían marcados con tinta roja los artículos «La Muerte de Alvaro Obregón» y el «Desbarajuste Político», publicados en el número 11, correspondiente ai 1? de Agosto. —'¿Usted publica este periódico?, me interrogó el General. —Sí. Contesté yo. —En él calumnia usted al general Alvaro Obregón, ¿por qué lo hace usted? —No lo calumnio; lo que digo es la pura verdad —■Siendo usted uno de les precursores de la Revolución, hoy hecha Gobierno, no respeta usted las leyes emanadas de esa Revolución. -‘-Ahí está el error, le repliqué, en creer que nosotros iniciamos la Revolución para quitar al gobierno de Por firio Díaz y poner otro en su lugar. Nuestra misión era otra y bien distinta; nostros luchábamos por Tierra y Libertad, ese era el contenido de núes tra bandera, como lo verá usted muy claramente explicado en ese docu mento histórico que reproduzco en la tercera plana de ese mismo número de «Avante*. Pero la intromisión de los políticos «esde Madero. Carranza, Alvaro Obregón y Calles, desviaron eae hermoso movimiento, aprovecháis dose de nuestra impotencia en las prisiones norteamericanas FRENTE A UN TRAIDOR Al Vi Rear la,hoja noté que ya esta ba también marcado con tinta roja el articulo «Comentando un Anónimo*. Mientras el General leía el contenido de ese artículo, observé que alguien escuchaba detrás de mí, y voltié para verle. —Probablemente no sabe usted quien siy yo señor Rivera, me dijo. —No. No recuerdo haberlo visto nunca. — Soy de los primeros revolucionarios que estuvimos en comunicación con ustedes desde que estaban en San Antoaio. Texas, más tarde en Saint Louis, Missouri y Los Angeles. Yo soy Benjamín Silva Mi padre....... -qAh, sí. ya recuerdo!, le inte rrumpí. Usted fué de los primeros traidores de la Revoluc:6n; de los que se unieron en El Paso, Texas, con el traidor Antonio I. Villarreal. —Fui de los que veníamos a luchar con las armas en la mano, mientras ustedes se escondían en (os Estados Unidos, me dijo el traidor. — Tras de las rejas de las prisiones, dirá usted. Y bien, ¿cuál era su misión? ¿Por qué venía usted a luchar? ¿No venía usted a expropiar la tierra para entregársela ? los cam peiino»? ¿Ya lo hizo usted? —Ya la están recibiendo; me dijo con descaro. Sabe el traidor que desde hace algún tiempo el gobierno ha dotado de tierras a una media docena de pueblos, más bien ci n el fin de calmar la grita de lo* miles de pueblos, ranchetías y cmgregaciones ávidos de jueti.-iu; aunque, como ya se veiá en otra parte, el mi uno gobierno está obl-gando por la fuerza a esos poquísimos puebles que ya la han recibí io. a que 1-s paguen a buen precio, y quieres no lo hacen, son despojados los ocupantes de esas tierras a punta de bayoneta - ¿Cuántos son lo? pueblos que ya están en posesión de esas tierras?, le p egunté. Al ver que evadía mi pregunta entonces yo continué en los rig ¡entes téfunnoe-: ¡Y es usted tin cínico que con todo lo que ha h-cho viene a pres ntarso ante mi! Y has ta creo que t-s usted ahora un de mis jueces; ¡dígamelo para eacup r e la cara! X X X "Gomo al principio del diálogo anterior ya el G< ner»l ee había retirado y nos hibía dejado solos <-n su oficina, tal vez por no ser testigo de mis duros rep oches a Stlya. Uno de sus asistenta s llegó d apués para conducirme a otro salón en donde ya se encontraban reunidos el mismo general Benigno.-, y otros ocho o diez individuo-', probablemente todos militares, porque no tod"« estaban unifo mador. Uno de estos individuo» tuvo conmigo el siguiente altercado. —¿Es usted anarquista?, me preguntó. —tií soy, y tengo gusto de serlo. —¡Ja ja, ja! —libas carc-jadas de usted me dan a comprender su ignorancia. Usted ignora lo que esa palabra significa. —Dema iado que lo sé, me contestó. —Si lo íiupi ra, lejos da burlarse me contentaría respetuosamente. En «se periódico tiene usted explicado lo que significa Anarquía, léalo para que se ilustre. —¿Por qué llama usted bandido al general Obregón! /—No le llamo así en mi artículo —Es lo mismo—me dijo—al decir usted que el general Alvaro Obregón despojó de sus tierras a lo- yaquis. —Eso sí es cierto, le contesté. —Las majaderas y soeces palabras de este hrut", no son p -ra ensuciar las páginas de nuestro vocero, pues llegó a mald- cirme a mi pobre madre que ninguna culpa tuvo, ni tiene, de que yo sea un anarquista, como no tuvo culpa la suya de haber parido a un monstruo, en vez le un sér humano En este momento el general Benignos dispuso que quedaba yo detenido per orden suya. Pico después me sacaron de mi calabozo para comunicarme, él personalmente, que queda ba yo en libertad librado RIVERA ADMINISTRACION ENTRADAS Efigenio Cerna, 50c; Luis Salinas, 3 60; Miguel García, 1.00; Marcos A Toledo. 2.00", Abelino Contreras, 1.08; Gabriel Pecina, 50c; Jo=é Hernández, 1 20; Antonio Moreno, 1.50: Félix S. Martínez, 20c; Moisés Cortés A, 1.00; Librado Moctezuma, 20c; Je.<ús B. Sánchez, 20e; José 8. Gracia, 10.00; Luis Aguillón, 1.00; Roberta Vallejo, 1.00: Tomás Campes. 50c; Apolonio ¡ una, 20c; Re fugio Montemayor. 20c; Antonio Mendieta, 40o; J A.IsabelOrtía, 6 38; Epifa nio Nava García, 50c; Lucio Vázquez 1 00; Margarito Solíe. 1.00; Concepcion Rocha. 1.00; Martín Alvarez, 1.00; Juan B Viramontes, 25c; Guadalupe Loera, 45c; Refugio Tanguma, 50c;Gres-cenciano Méndez. 50c; Salvador Medra- tvión Misil E1 genio comprensivo de Spencer, planteado como v