recibió de 1» CONVENCION del Interior. Desde ewfloe instantes supremos h Revolución Francesa quedó reeiatrada en las páginas de ta historia tan sólo como un suceso extraordinario de pasnina tiempos. ' x- x x ¡Quién pediera contar otro tanto coi respecto a loe *■-casos sangrientos que hoy se verifican en nuestro infor-tunadc país! ¿Y quién po¿rá atreverse a tachar de impoub e el hecho de que de nu CONVENCION NACIONAL formal or-gamzada méliante un esfuerxo supremo de los mexicanos, SUTM en Naptf eón capa* de reducir al orden a los desalmados y de ponei fin a la Revolución? i Nos decidiremos loe mexicanos, SIN EL AUXILIO DE ELEMENTO EXTRAÑO ALGCNO, desafiado el «nror péblico y sin que noe preocupe la tenebrosa idea de que neestrae vidas corren peligro ante el cien salvajino de loe revolucionarios, a organizar una CONVENCION semejante a la de 17W en Francia’ .... i O es tal la división en el elemento de orden del pueblo mexicano, boy diseminado por todaa partee, fuera del país, Que no sea posible ya deponer ambiciones personales para salvai a la patria agonisaate? ¿Estamos loe mexicanos enteramente desproviatos de todo valor civil? ¿Hemos olvidado por completo loa subli-mer ejemplos de nuestros antepasados? ¿Hánse acabado loe hombres de coraxón que salven a la Rapébtica? ¿No hay ya individuos de hierro que. resueltos a cumplir con el más alto de sus deberes cívicos, "TENGAN ESTA SUPREMA VIRTUD: SABER QUEMAR LAS NAVES?” ¿No hay ya Cuauhtémocs entre nosotros, dispuestos a sacrificarlo todo, a ceder la existencia misma por que perdure nuestra naciona idad? ¿O acaso hemos perdido ya los mex"canos toda noción de verdadero patriotismo? San Antonio, Texas, Septiembre 21 de 1915. ------x------ . aun es¡ tiempo be ¿albar a la patria. En los acicales días de angustia para h Patria, la mejor glorificación para los caudillos de nuestra Independen^ da. eert exteribriaar el sentir de todos los mexicanos y con-tribuíi a formar y orientar la opmión pública que haya de encausar el esiterio de todos nosotros en la patriótica labor de salvación nacional, y sin omitir la más vehemente manifestación de gratitud pera los que sacrificaron su vida para crear nueatra nacionalidad y la más solemne protests' de qie en todo tiempo y a través de las circunstancias más aciagas, sabremos cumplir con el deber fundamental que la Patria nos impone de salvar sus instituciones, detengámonos m momento a considerar las verdaderas causas que alimentan nuestra tragedia nacional. México, un pueblo pródigo en riquexas naturales, tenia que despertar, la codicia inaaciabie e insaciada de loe traficantes sin patria, de los prócerea. mercaderes judíos. Pero México, joven y brioso, por su espíritu generoso y patriota y por sus coadicionea geográficas, era inconquistable Era, pues, preciso, debilitarlo. El oro, que gobierna a los estadistas norte-americanos, comienza a desarrollar una política engañosa y sutil, disfrazada con reiteradas manifestaciones de sincera amistad, de desinteresada fraternidad, paty explotar en sa provecho todas nuestras ambiciones, nuestra confiada ignorancia: comienza a acentuar nuestras divisiones, s atizar nuestros rencores, a fomentar nuestros odios, a encender ni estraa pasiones y, malvados o engañados, ofuscados y ciegos, una buena parte de loe mexicanos, reclamando el tituló de héroes y libertadores, se ha entregado a vna labor de deatrucción y matanza fratricida, que amenaza acabar con nuestra nacionalidad, convirtiendo a Mfr xico, de pueblo inconquistable, en pueblo débil y hambriento, a pcntoade someterse a las huestes mermes de la Cruz Roja Americana. . Aun es tiempo: México aun palpita lleno de rila. Le convulsión arrasadora de que es víctima, es transitoria. Es el desencadenamiento de diversas fuerzas de orden politice, económico y social que han roto el valladar que las encausaba y obran actualmente con violencia incontrastable descuajando todas nuestras instituciones. Pero esas fuerzas tienen. por ley universal e ineludible, que buscar su equili brío y prodiaair como resultante, el imperio de la juaticiá, base única en que pueden sustentarse las instituciones sociá-. lee y ni extra labor no debe ser otra que la de abreviar M conaecución de ese equilibrio, antea que la risible impaciencia de intereses extrafios, se encargue de imponerlo con completa mengua de nueatra dignidad. No es tiempo shore de formular requisitorias. Es la hora suprema de la concordia Conocidas las causas de nuestra disolución nacional y la necesidad ingente que tenemos de apagar en plazo perentorio, la hoguera en que se consumen nuestras riquezas materiales, nuestras tradiciones, nueatra soberanía, no creo que ningún programa de reconstrucción nacional pueda cristalizar en excluairistas ambiciones de bandería política ni en esa labor de acusaciones y de injurias que a diario ae cruzan loe bandos contendien tea, por corrlucto de los que están consagrados a escribir para el púb.ico, exhibiendo nuestras debilidades,. ahondando LIC. SALOME BOTELLO nuestras divisiones, en vez de laborar por la unión y fomentar nuestras virtudes cívicas. No. Es la hora suprema de la concordia. Depongamos nuestros odios, aplaquemos nuestras iras, serenemos nuestras conciencias. Descorramos un espeso y piadoso velo de olvido sobre todos nuestros errores políticos, pospongamos ante el enemigo común que a todos nos amenaza, nuestras desavenencias personales o de grupo, y apresuremos la implantación de la justicia que depure responsabilidades, para que la unión sea posible y perdurable y prediquemos la concordia y hagamos un último Uamsmiemo al patriotismo tradicional de los mexicanos. Loe que id'desoigan constituirán la falange de los inadaptables, de los ambiciosos, de los corrompidos y de los defiintiva y ejecutoriamente traidores. Y deslitídados los campos, localizada la contienda, aprestémonos a la lucha con amor y con fe inquebrantables, que la Patria estará con nosotros: pues que ella no puede encarnar en las extraviadas aspiraciones de unos cuan- (Paea a la última página.)