ñas, también hay quienes se asombren de que hagan estos restauradores un uso tan frecuente de las campanas de los templos para festejar al perínclito ex-reservista de los tiempos bo nancibles de Don Bernardo, fundándose en que esta práctica no se compadece con los ideales revolucionarios sobre limpia de sacerdotes y destrucción de iglesias, ideales que. como sabrás, tuvieron ya una realización cumplida en muchas ciudades de Jauja. El razonamiento a que acuden es muy sencillo: casi parece de los que emplean Pero Grullo o Gedeón. El que está contra la iglesia—dicen—está contra el campanario, y el que está contra el campanario está contra las campanas; luego a qué sonarlas con tanto ahinco? Pero este es uno de los cien mil problemas recónditos cuya solución no nos incumbe a los no iniciadores en los secretos que trae en la maleta el viajero. Sucede algunas veces que las demostraciones de simpatía, no obstante la espontaneidad que las distingue, no tienen una expresión jmuy marcada, porque hay señorita que rehúsa cantar en el concierto, caballero que rehuye el cuerpo a la peroración laudatoria, músico ocasional" que se nie ga a pulsar e'l instrumento de su preferencia, y orador de banquetes que escurre el bulto al tratarse de ofrecer una comilona al oriundo de Cuatro Ciénegas. Pero todo esto se suple con los valiosos elementos artísticos que abundan en la facción ca-rrancista, y queda salvado el abismo. Como ves, la espontaneidad sufre aquí ?eVes deterioros, hijos quizá de la timidez en damas y caballeros para presentarse ante el coloso de la reconstrucción social y política de Jauja, hombre de hierro, con estatura gigantesca, luenga piocha imitativa de la de su antiguo ídolo, cristales color de humo y andar pausado de filósofo en elaboración de doctrinas y con largos francos que recuerdan al fatigado tirador dé aquellos arados que se tenían en uso cuando la .tiranía nos doblaba la cerviz, lo mismo que a mansos bueyes. He hablado con algunos de los que habiendo visto-venir a menos sus caudales, al empuje libertario, tomaron parte activa en estos homenajes, para saber si es que han entrado forzados en el grupo, o es que temen las iras de los de arriba, o es que consideran bien justificada la rápida traslación de sus intereses a otras manos, a fin de que el pueblo entre por la vía del mejoramiento; y lo único que han podido decirme, con una resignación de mártires todavía no inscritos en el catálogo precons-titucionalista. es lo siguinte:— “Amigo mío, hay que agachar la cabeza.'* Esta expresión es gráfica: pinta toda una época de vigor y altivez; refleja la condición moral a que hemos llegado por los floridos senderos de la democracia. Y entretanto, el Rey se divierte. La zumban e nlos oídos: las fanta-rrias, el redoblar de los tambores, las notas agudas de los clarines, el repiqueteo de las campanas, las alabanzas de sus alabarderos y el himno nacional que también se lé tocaba a .su colega Doroteo Arango en días prósperos. Todos los ruidos imaginables le hieren la trompa de Eustaquio, menos el detonar de las armas de fuego, según antes se hizo constar en esta epístola. A mi lo que me deleita los oidos, por sobre todos estos estruendos es la frase aqueMa en culto a la libertad de los pueblos civilizados: “HAY QUE AGACHAR LA CABEZA." Se despide por hoy tu amigo, SILVERIO. Las Viñetas de Julio Ruelas Una carta del Sr. Emilio Valenzuela. Sr. Lie. Nemesio García Naranjo, Director de “Revista Mexicana."—San Antonio, Texas. Distinguido y buen amigo:— Mje permito dirigirle la siguiente carta, porque verdaderamente estoy colocado, con don Amado Ñervo, mi copropietario en la Revista Moderna en un predicamento, con motivo de la publicación que hace Ud. de los dibujos, las viñetas que dieron originalidad a la Revista Moderna. No quisiera yo por ningún concepto, que Ñervo, cuya bondad estaría por encima de todo, fuese a pensar que yo he dispuesto en venta de tales dibujos. Poy lo tanto, aun que sé que él me conoce suficientemente para no creer tal cosa, yo apelo a su caballerosidad, para que se sirva Ujd. insertar en su periódico la aclaración correspondiente, asi como esta carta, lo que Je agradeceré mucho. Por otra parte, conservo en mi poder originales de Ruelas, que son de mi exclusiva propiedad y que pongo a disposición de usted. Estamos -nuevamente—desde mi viaje a Nfadrid—el gran poeta mexicano y yo, en perspectiva dé volver a publicar la Revista Moderna, por lo cual me siento yo más obligado a esa explicación, que espero de su honorabilidad, reconocida en todas partes. ‘ Anticipándole a usted las gracias, quedo suyo afmo. y S. S. Emilio Valenzuela. NOTA.—“Revista Mexicana" no tiene inconveniente en manifestar que las viñetas a que se refiere la carta anterior no fueron vendidas por el Sr. Valenzuela ni por nadie. Las reprodujimos de “Revista Moderna" como hemos reproducido el monumento de Cuauhtemoc, los versos de Ohtón los artículos de Altamirano, las caricaturas de de la Vega y tantas otras cosas que demuestran la superioridad del espíritu mexicano. Ya el Sr. de la Vega nos hizo una reclamación con motivo de haber reproducido algunas caricaturas suyas con leyendas distintas de las que él. había autorizado: pepa entonces tuvimos la satisfacción de que en dicha reclamación no se ventilasen asuntos económicos. Aprovechamos aquella oportunidad para manifestar que “Revista Mexicana" no se ufanaba de ser original y hoy lo volvemos a repetir: muchos de nuestros grabados han sido reproducidos de “El Mundo Ilustrado", otros de “Arte y Letras,” algunas caricaturas de “Multicolor” y últimamente, algunas viñetas de “Revista Moderna". Nuestra aspiración consiste en dar a conocer no nuestro genio individual—ésto seria pueril— sino aquello que más vale de la Patria. ¿Pertenece el genio de Ruelas a los propietarios de “Revista Moderna"? No lo creemos; pero basta que la reproducción de aquellos dibujos geniales ponga a un amigo nuestro en predicamento, para que nosotros haga mos la aclaración solicitada y renunciamos a'difundir aquella-gloria que debiera ser esparcida por el mundo.