ció su lejana y risuefia juventud, dio un gnm suspiro, profundo y dilatado, one de los últimos pliegues y escondrijos de las entrañas pareció que le salía. A todo esto, el sol se había encaramado obra de dos palmos en el horizonte, y alumbró de lleno al moribundo rocín. Tengo para mí que la mucha luz qnc recibió en los ojos debió de agotarle la vida, porque a poco estiró el pescuezo y las patas lo más que pudo, como para desperezarse, y tras débil relincho dio el espíritu, digo que se murió, y hasta el alma diera, de haberla tenido por señalada y especial merced por sus muchos merecimientos. Oyó el rucio el relincho de agonía desde donde estaba echado, que era muy cerca, y poniéndose en pie, las orejas tendidas hacia adelante, encogido de pavor y .trémulo de espanto, se acercó a oler a su amigo. ¡Válgame Dios! ¡Y cuál no fue la pena y la zozobra del borrico! Nubláronsele los ojos,zde donde empezaron a redar lágrimas como bellotas y conteniendo el aliento lo más que pudo, rompió en estentóreos rebuznos, que a letra decían: \ "¡Muerto es el espejo de las caballerías machegas! ¡Muerto es Rocinante de más renombre que Pegaso, y más que Bucéfalo y más que Babieca! ¡Ya es apagada aque-otra mejor en sitio donde no alcance el olvido! ¡Oh, compañero mió, mi fiel amigo en infortunios y bonanzas! ¡Oh corcel famoso del esforzado don Quijote de la Mancha, flor y nata de cuantos fueron, sen y habrán de ser armados caballeros! ¡Oh leal entre los leales, abnegado y generoso entre los buenos, manso entre los pacíficos, recatado entre los honestos y sin ventura entre los desventurados! ¡Y qué triste fin te reservaba la mudable y para ti siempre esquiva Fortuna! Todo se acaba y todo perece, si no es la fama merecida, y tú. Rocinante, camino vas de la inmortalidad, donde la vida es inacabable. Siglos vendrán en que tu figura sea labrada en mármoles y fundida en bronces para dar a las futuras edades testimonio de tu excelsa gloria! ¡Descansa en paz, reposa para siempre, oh Rocinante, ¿h amigo mió, de quien la Mancha se engríe y se muestra orgullosa!” En alarma pysiqron a Sancho loa rebuznos, y acudió a toda prisa diciendo para sí—Hembra no hay......... ¿quién diablos mueve semejante alboroto? —¡Cuerpo de Dios! —exclamó al ver al rocín— ¡Y en lo que paró la pobre bestia-...! A todo correr llegó Sanchica, en piernas, desgreñada y sucia, calzados los pies con enormes zapatones descosidos y llenos de barro, y al cuello media sarta de corales de los que le tocaron de la Duquesa. Vio curiosamente a Rocinante, y tras mirarle y remirarle apoyó un pie sobre el vientré del caballo y dijo: ) —¡Muerto y bien muerto está, padre! ¡Y el hartazgo que se darán los buitres! Sancho, inclinada la cabeza, se mesaba la hirsuta barba en ademán de estar muy preocupado y pensativo. —¡Allá vamos todos! —murmuró al cabo a guisa de resumen de sus filosofías. Y acercándose al rucio, añadió: —Víveme tú, siquiera para, mientras te pueda acariciar. Y dando la espalda regresó a su casa en compañía de Sanchica, en quien la muerte de Rocinante no causó tan poderosa emoción como la noticia del gobierno de su padre. Aquí el autor de esta verídica historia, sin parar miente ni en Sancho ni en su hija, a quienes deja ir menos compungidos y acongojados de cuanto pudiera esperarse, refiriéndose al rocín, prorrumpe diciendo: —"¡Quédate a Oios, oh Rocinante! ¡Ahí te queda, caballo mío. El término de tu vida me estaba reservado. Para impedir eficazmente que algún malandrín te saque a nueva vida, ni siquiera te doy piadosa sepultura. Abandono tu carne al corvo y acerado pico de las aves de rapiña, que no por tener plumas lucias y adeliñadas, podrán hacerme traición, y tus huesos al sol canicular y a las lluvias de otoño, para que los conviertan en voladores átomos que en triunfal tolvanera vayan en pos del carro de la Noche, siempre seguido de juguetones ceferi-llos, hasta dar en las aspas de un molino de viento." Miguel Hernández JAUREGUI. AL TUMULO DEL REY FELIPE II EN SEVILLA Voto a Dios que me espanta esta grandeza, Y que diera un doblón por describilla; Porque a ¿quién no sorprende y maravilla Esta máquina insigne, esta riqueza? Por Jesucristo vivo, cada pieza Vale más de un millón y que es mancilla Que esto no dure un siglo, oh gran Sevilla, Roma triunfantes en ánimo y nobleza. Apostaré que el ánima del muerto Por gozar este sitio hoy ha dejado La gloria donde vive eternamente. Esto oyó un valentón, y dijo: Es cierto Cuanto dice voacé, señor soldado, Y el que dijere lo contrario, miente. Y luego incontinente Caló el chapeo, requirió la espada. Miró al soslayo, fuese, y no hubo nada. Miguel de Cervantes SAAVEDRA. AL MANCO DE LEPANTO Alma suave, corazón de piedra, Pudo ser sacerdote o abogado; Mas llegó a camarista y fue soldado A quien ni el hierno ni la muerte arredra. ( Después, del cobro de alcabalas medra, Y, como el alguacil alguacilado, A ser pasó de cobrador, cobrado, Don Miguel de Cervantes Saavedra. Préndenle un dia, y en la cárcel preso, Y en tanto que su Juez le abre un proceso. El hondo cauce de su ingenio ensancha. Hácese Juez, con su grandez, a solas, Y en un lugar, sin nombre, de la Mancha, Prende y juzga a las letras epañolasl José Peón y CONTRERAS.