no de una manera definitiva, sino temporalmente, mientras cesan las circunstancias personales que me obligan a tomar esta determinación. Quizás pronto cesen estos incidentes, y entonces "El Siglo” volverá a la lucha periodística, sosteniendo, como siempre, el dogma de la Democracia y los principios planteados por la Refor- Su muerte fue enteramente indigna de su brillante historia y de sus antecedentes brillantes, y le faltó aquel mérito de que se envanecían los gladiadores romanos, el de que el vencido cayese con gracia en la aerna. Quién sin noticia dé esa historia y de esos antecedentes le hubiese visto en sus últimos años no siendo nada, ni significando nada ni en la política ni en el periodismo militante, no hubiera podido creer que aquel ente incoloro y desgarbado que expiraba en una cuasi accesoria de mal habitada calle, al pie de los muros del magnífico edificio del antiguo Hospital Real de Naturales, que a su extinción adquirió don Ignacio Cumplido y en él instaló su querido periódico con amplios y cómodos salones para sus peinazos, cajas y prensas; extensas habitaciones para sus redactores y empleados, suntuosa y lujosísima morada para su fundador y propietario, que allí daba banquetes y bailes espléndidos, no habría podido reponocer-en él al vigoroso camneón del grandioso periodismo de mitad del siglo diez y nueve, cuyo nombre tomó por titulo. No: no parecía aquel periódico, insignificante casi, el mismo que había hablado por boca del insigne jaliscien-se don Mariano Otero, nacido en Guadalajara en 1817; abogado recibido a los dieciocho años de edad; escritor y orador distinguidisimo a lóFveíñttcifi^ co; diputado y periodista señaladísimo a los veintisiete; dos veces llamado af Ministerio de Relaciones, que no quiso'admitir, a los treinta; ministro de don José Joaquín de Herrera a los treinta y uno, y por último, vino a morir habiendo alcanzado cuan tas glorias pudo ambicionar su excelso espíritu, a los treinta y tres años, el 31 de mayo de 1850. No: no era en 1896 aquel periódico el mismo en que había escrito con Otero el también insigne zacateca-no don Luis de la Rosa, literato y orador de singulares méritos, varias veces diputado a nuestros Congresos; ministro de Hacienda, de Jüsticia y de Relaciones; candidato al par de Arista en las elecciones prcsidencia-ies de lSSl; plenipotenciario de México ante los Estados Unidos, y grande en todos los hechos de su vida, que terminó el 3 de septiembre de 1856, dejando en su país grata memoria como escritor, como periodista, como hombre de Estado, como diplomático y como patriota. No; no Mé el suprimido en 1896 el mismo órgano de la Prensa nacional en que con Otero y la Rosa colaboró en sus buenos días el a su vez insigne guanajuatense don Juan Bautista Morales, el famoso autor del satírico "Gallo Pitagórico,” el estudiante para abogado, tan pobre, que estudiaba en libros prestados por no tener con qué comprarlos, y por muchos años no pudo recibir su título por falta de recursos para pagar Jos derechos, y poco a poco, por sus solos méritos- fué diputado, senador, magistrado de la Suprema Corte, gobernador de Guanajuato, presidente del más alto tribunal de Justicia, jurisperito, político y escritor de valía y sin mancha, muerto a los sesenta y ocho años el 29 de julio de 1856. Tales fueron los redactores con los cuales cmj»ezó a señalarse “El Siglo , Diez y Nueve” en el periodismo nacional. Después estuvieron encargados de escribirle don Manuel Gómez Pedraza, don José María Tornel, don José María Lafragua, don Francisco Zarco, don José María Iglesia, y más tarde don Ignacio Ramírez, don Guillermo Prieto, don José. Maria Vigil, don Ignacio Altamirano, don Manuel María Zamacona, y colaboraron en sus secciones de variedades y recreo todos los más notables literatos contemporáneos de aquella pléyade de distinguidos escritores y políticos. A ese en sus tiempos grande y sin rival periódico se refirió "El Impar-ciar’ en su primer artículo de su primer número, diciendo: “Hace veinticinco años la suscripción al "Siglo Diez y Nueve” valia dos pesos mensuales, y la circulación' máxima en días de grandes trastornos revolucionarios no pasaba de cuatro mil ejemplares— La idea del comercio era entonces vender poco y caro_________ Cuando se inició la lucha de la competencia en el-campo de la prensa, los viejos proveedores de la curiosidad pública hicieron oir un grito de despecho------¡Periódicos de a cen- tavos!, prorrumpieron despectivamente----Sí, señores; cuando se puede comprar un sombrero en cinco pesos, ¿se habrá de estar obligado a comprar ihio de a diez?_____Al pú- blico toca decidir si el sombrero de cinco pesos es tan bueno cómo el que vale diez pesos.” Aplicado a la Prensa y por un periodista ese prosaico 7símil, ños párete lin tanto depresivo pero aun tomándolo aisladamente, no lo encontramos ni exacto ni conforme a razón; alguna superioridad de clase debe haber entre el sombrero de diez y el sombrero de cinco, pues se nos antoja demasiado considerable una diferencia, del doble; si el comprador es poco entendido en sombreros, puede resultar engañado. Lo más general y común es que lo que cuesta poco salga caro por su mala calidad o poca duración: el material y la hechura del sombrero barato no parece que puedan ser iguales al material y la hechura del sombrero caro, aunque a la simple vista no sea muy perceptible la. diferencia sobre todo, repetimos, para el poco conocedor. Quien no esté seguro de serlo bueno, hará bien en buscar la marca y firma deMráen sombrero; -si la marca y la firma están bien acreditadas, lo más prudente es comprar el sombrero de a diez pesos. Recuérdese que el comerciante que anuncia violenta realización y barata sin igual, ordinariamente lo hace para salir de géneros averiados, de mala calidad o inservibles: de esa clase pueden ser los sombreros baratos. De ningún modo pretendemos hacer aplicable nax da de esto al periodismo: periodistas^, fuimos allá, cuando Dios quería, y no seria correcto en nosotros establecer símiles depresivos. xxx De los tres periódicos muertos en 1896, el último en desaparecer fue “El Monitor Republicano.” que publicó su último número el jueves ,31 de diciembre. Se despidió con articuló’ de muchas columnas, en que hizo un compendido de la historia de México desde antes de la fecha de su aparición hasta la de su muerte; de ese articulo entresacamos las siguientes declaraciones: "No existiendo ya ei partido liberal, sino unos cuantos hombres que conservan su fe poli-, tica y muchos degenerados, nos falta un punto de apoyo para nuestra política. “El Monitor” no está ya en contacto con el pueblo, ni tiene-medios de sondear su voluntad, abandonados como tiene éste sus intereses públicos ft manos dé sus gobernantes. “El Monitor,” por lo tanto, viene expresando desde hace algún tiempo La opinión de sus redactores, pero no la del pueblo. Creo que a la Nación poco le importa saber cómo opinan los redactores de “El Monitor,” y por lo tanto, la publicación de este periódico es ya inútil para ella,------- "El Monitor"' se equivocó al ayudar al triunfo de la revolución de Tuxte-pec, y, en política..el que se equivoca muere; por eso "El Monitor” termina hoy su atribulada vida-—----------La mordaza impuesta a la Prensa agota mis esfuerzos y me asfixia.” Realmente, después de leer semejantes declaraciones, necesario es convenir en que “El Monitor. Republicano” hizo bien en morirse: si ya no estaba en contacto con el pueblo,, si no expresaba la opinión del pueblo y a éste no le importaba la de “El Monitor,” su publicación salía sobrando por inútil. ¡Y ese artículo de despedida lo firmaba con todo su nombre y apellido Vicente García Torres, hijo! Seguros estamos de que no lo hubiese escrito ni firmado nunca jamás* don Vicente García Torres, padre; pero ya éste había muerto el primer día de enero de 1894, tres años antes que su querido periódico, al cíiaf debió la muy grande fortuna- que disfrutó y legó a sus hijos; pues aunque “El Impartial” hubiese dicho,, como dijo con cierto desdén y conmiseración. que la tirada de los viejos periódicos no pasaba de cuatro mil ejemplares, también en aquellos tiempos, como en los de “El Impar-cial.” solían hacerse ricos los editores de esa especie de publicaciones. Al cesar “Eí Monitor Republicano” había llegado a su quinta época, año cuarenta y seis y número 314 del último de ellos. Su tiro de ejemplares pasaba de cinco mil diarios y de seis mil los domingos;, la suscripción, los remitidos y los anuncios producían. según informes de un empleado de su administración, más de ocho mil pesos mensuales. Su propieta-r-rio-y-editor -no mató, en consecuencia, su periódico por falta de'elementos: para haber seguido sosteniéndose, había sido y lo era aún, un buen negocio. y no fritaron quienes hubiesen querido comprarlo u obtener siquiera que se les arrendase; a todo se ne gó García Torres, sobradamente rico en gran capital heredado de su padre y fomentado por él con bhena xsuerte y buena inteligencia, y en ap-2^¿tud de poder llevar adelante su determinación, propia de su carácter reconcentrado en sí mismo , y muy resuelto y enérgico, como forjado que fué en el yunque de grandes Contrariedades y penas intimas, que je mantuvieron en voluntario alejamiento de la generalidad de las gentes, sin las cuales supo y pudo pasarse la vida, encerrado en'las intimidades del pala- * (Pasa a lá anti-penúltima)