230 LA voz disponerse á la justificación, la qué siempre será un don gratuito que por ningunas obras pudo merecer, pero que tampoco lograría jamas con sola la fé. 26. —Justificado ya el hombre por la fé, pof la gracia y con su libre consentimiento y asenso á esta misma féy á esta misma gracia, porque ninguno es justificado sin su volüntad ni contra su'vo-luntad, debe ejercitarse con ausilio de la gracia en obras buenas que le merezcan la vida eterna; y de aquí se conoce la diferencia que hay entre las obras que haga el hombre antes de su justificación, y entre las que haga estando ya justificado. 27. —Las obras del hombre antes de su justificación no pudieron merecerle ni la fé ni la gracia que lo justificó; mas las obras que estando ya justificado ó en gracia haga libremente, ayudado de la gracia, le merecerán la vida eterna: ni para aquellas ni para estas bastan las fuerzas naturales ni las obras de la ley, y sin los ausilios sobrenaturales de nada valdrían unas ni otras: á las primeras ayuda el Espíritu Santo moviendo el corazón sin habitar en él; á las segundas ayuda el mismo Espíritu habitando ya en el hombre y animando y dando vida á sqs obras, todo por los méritos de Jesucristo aplicados al hombre. 28. —Pues las obras en que el hombre debe ejercitarse según las Escrituras, se reducen: l.° á la oración, bajo cuyo nombre se comprenden todas las obras de piedad para con Dios: 2.° á la limosna, bajo de cuyo nombre se comprenden todas las obras de. misericordia para con él prójimo; y 3.o al ayuno, bajó de cuyo nombre se comprenden todas las obras de mortificación dirigidas á nosotros mismos. 29. —Si estas obras solo proceden del hombre por sus fuerzas naturales ó por la doctrina' dé la ley, de nada servirán ni como disposiciones para conseguir la gracia, ni como mérito para merecer la gloria; pero si son precedidas por la fé en Jesucristo y movidas por ausilios sobrenaturales del Espíritu Santo, dispondrán al hombre á la justificación, como antes se dijo, ó si proceden del hombre ya justificado ó puesto en gracia, que todo es lo mismo, y son animadas por ella, le merecerán la gloria; y esto es lo que dicen los libros santos de Tobías, del Eclesiástico y de toda la Escritura. 30. —Jesucristo nos mereció tanto la fé y los ausilios que disponen nuestras obras para la justificación, como la gracia que da vida á las que hagamos ya justificados para merecer la gloria: sin él nada podemos hacer, ni poco ni mucho, nada; pero en él y por él todo lo podemos. El mismo nos dijo lo uno y lo otro, para quitarnos toda.vana confianza en nosotros mismos, y darnos la muy gran-