DE LA RELIGION. 223 •ria del catolicismo en el Asia orienta],por. las huellas que dejó impresas con -sus beneficios y la sangre que ha derramado en aquellas comarcas. Así, lo pasado se anudará naturalmente á la época actual, y las primeras tareas del apostolado, servirán para esplicar las conquistas gue aun espera conseguir. Este resúmen histórico comprende tres partes. Enda primera se manifiesta el origen de la Misión China; en lá segunda se hace mérito de las sabias predicaciones de los siglos XVII y XV1II; y la tercera ^ el conjunto de los .sucesos contemporáneos. , . ■ : ■ : ORIGEN DE LA MISION EN LA CHINAJ E- SÍ recorremos la historia, hallaremos que el origen del cristianismo en la China, tiene dos épocas. La una que fes muy antigua, pero también muy contestada, remonta al tiempo de los Apóstoles en que Santo Tomás fué, se-.gun dicen, el fundador de la Iglesia China, del mismo modo que fué el Padre de la Iglesia Indiana. Algunos escritores adhieren á esta opinion, quienes -para esplicar ciertas analogías entre nuestros ritos y los usos religiosos del celeste imperio, dicen que en el primer siglo de nuestra era, los chinos confundieron Fó con Jesucristo, y los sacerdotes sitos con los Brahmas del In-dostan. Pero sin persistir mas en este dato histórico tan controyertidoj pasaré á hechos mas recientes, los cuales prueban, mediante una.fecha esactá y reconp--cida, la aparición de nuestra fé en;la China, fuese que hubiese sido, introducido entbncés por primera vez, fuese que se hubiese renovado estableciéndola de nuevo. En el año 635 fué cuando se inauguró esta lejana Mision. La prueba de este hecho, aunque enteramente olvidada, ecsistia en medio del mis-.mo imperio, hasta que por una feliz casualidad salió de las entrañas de lá tierra en donde hacia siglos que estaba oculta. Acaso nuestros lectores leerán con gusto la relación de este precioso descubrimiento. En 1625, en un pueblo del Chen—si, llamado Si—gan—fu, que habia sido en otro tiempo capital del imperio, unos tsabajadores chinos que sacaban los escombros de un terreno para echar los cimientos de un edificio, hallaron una lápida de diez piés de largo y cinco de ancho, en la que habia grabada una cruz con una leyenda con caractéres medio nacionales y medio estrangeros. Este monumento fué recogido por orden de la autoridad, y depositado en un templo de ídolos: los mandarines estaban bien distantes de creer que poniendo esta inscripción bajo la salvaguardia de sus dioses, seria algún dia un documento justificativo para el Evangelio. Sucedió, pues, que habiéndose parado un europeo á descifrar aquel testo mitaerioso, vió con la sorpresa propia de un sábio que leyera -en una tumba desconocida la historia de un reino • que ya'no ecsiste, que la luz de la fé introducida en la China en el siglo VII habia brillado en ella durante largos años. Resumamos en breves palabras esta página suelta de los anales eclesiásticos que abrazan un periodo de 146 años. .' • • ’ La inscripción dice así: 11 En daño 63.5, bajo el reinado de Tai—sung, fun-dador de la 13ma dinastía, llegó á Tdiang-^gan ^hoy Si-gan-ju) unhom-í! bre de grande virtud, llamado O-fo-pen, y sacerdote .del Tasvn. (del im-perio romano). Traía consigo las verdaderas;Escrituras. Los principales t: personages de la corte salieron á recibirla en la puerta Oriental, y lo pre-‘ “ sentaron al soberano, quien. le invitó á que tradujera en chino los Santos