simo monumento, que hasta la fecha existe en bastante buen estado de conservación. Este monumento es de chiluca sobre base de recinto. Sobre una lápida de mármol, de 120 x 70 centímetros, que está colocada en el primer cuerpo, se lee:
MANUEL ACUÑA.
A §*•
Saltillo, 17 de agosto de 1847.
O
Mexico, 6 <Ve diciembre de 1872.
Recuerdo imperecedero Al malogrado poeta, Al inolvidable amigo.
Junta Directiva:
Treneo Paz. Agapito Silva. Arturo Paz. José Ma. Garza Galán, Luis A. Escandón.
1891.
Otra pequeña lápida, también de
mármol, de 50 x 25 centímetros, coloca da en el segundo cuerpo vertical del monumentOi tiene grabada, en oro, iHKi lira pentacorde, con uno de sus lados y dos cuerdas, rotos, y circundada de una rama de laurel y una palma. Enlazada a éstas, un listón que las circunda, en cuyas partes visibles pueden leerse los nombres de las composiciones siguientes: “5 de Mayo/' “La Felicidad,” “Ante un cadáver,” “El Pasado” y “Gloria.”
Cuatro columnas de hierro, de las que penden unas cadenas, completan este monumento.
XXX
El último artículo humorístico que escribió Manuel Acuña y que publicó “El Federalista,” de fecha 9 de diciembre de 1873, fue una crítica literaria a una composición poética del señor dofFjosé Joaquín Terrazas, publicada en el periódico “La Voz de
México”, de 27 de noviembre del mismo año. Aparece firmada por “Un veterinario.”
El' mismo día de su muerte apareció en el periódico popular “El Torito”, la letrilla bien conocida:
Sí, mi amigo don Gregorio, tiene usted mucha razón: eso mismo que usted dice, eso mismo digo yo-------!
Esta letrilla se publicó en la sección denominada “Cornadas,” sin título, con fecha 22 de noviembre y firmada por “Miau.” Dos dias antes estuvo Acuña en la Redacción de esc periódico a entregarla,'^ había recitado algunos fragmentos de las composiciones que más tarde se publicaron con el nombre de “Hojas Secas.”
NICOLAS RANGEL.
Poesía de Don Justo Sierra
Leída por él mismo en el entierro de Manuel Acuña
¡Palmas, triunfos, laureles, dulce aurora De un porvenir feliz, todo en una hora De soledad y hastío Cambiaste por el triste
Derecho de morir, hermano mío!
En vano el mundo inclinará la frpnte Sobre tu tumba; en vano del abismo Querrá arrancar el lúgubre secreto De tu heroico egoísmo.
El drama de tu vida se encontraba Desde la cuna en tu interior escrito;
Era un germen que en tu alma fermentaba, En tu alma que, buscando el infinitó, En un mundo raquítico se ahogaba.
»¡Ay! tú eras de otra raza ya perdida;
La muerte heló en tu boca el postrer grito De incurable dolor y de anatema Con que, en tu sangre juvenil teñida, Arrojabas al mundo tu diadema.
Eras un rey proscrito;
Y	antes que presentar tu frente altiva De espinas coronada
Al ultraje, a la burla, a la saliva
Del ^nundo miserable, Antes que al hombre revelar tu suerte, Te encubrirse en tu lecho de dolores Con la púrpura regia de la muerte.
Tiempo hace te faltaba
El beso maternal que el pecho escuda; Como águila en la noche se agitaba Tui alma en la ipmensa noche de la duda. Tiempo hace que tu cielo se apagaba----------
Los soles escaló tu fantasía,
Y	creiste que el orbe fatigado
En su manto de estrellas se moría.
Buscaste el más allá; nada saciaba La inspiración suprema de tu pecho,
Y	de tu vuelo al ímpetu gigante
El rumbo de los astros era estrecho. Nada encontraste-----El ala de la ciencia
Sobre tu espalda se quebrA, y volviste A posar de la tierra en la indigencia, Solo, sublime, triste-----
Y	así arrojaste el guante en “El Pasado”
A nuestra pobre sociedad idiota, Que tu audacia aplaudió sin comprenderte,
Y	nos cantaste en tu postrera nota Tus divinos amores con la muerte. ¿Qué te importaban" dime,
El odio o el awor de los mortales?
Nada más eran átomos pequeños
Que un instante anublaron La luz crepuscular de tus ensueños. ¿Qué te importaban, dime, Por el destino cruel amortajado En el dolor sin tregua y el olvido, Algunas hojas de laurel sagrado i Por el llanto agostadas en tu nido?
¿Qué te importaba a tí la grata impía Del enano, tus plantas lastimando Con su ponzoña vil? ¿qué la porfía En insultar tu faz, del vulgo necio? ¿No le queda al poeta todavía El Olimpo mortal .de su desprecio? Manuel, mi hermano, el poeta incomparable, El divino cantor del pensamiento,
¿A que pedir razón a tus despojos, De tu poster aliento?
Que nos baste el inmenso sentimiento