730 REVISTA CATOLICA 2 de Noviembre, 1924. meam” lo que significa, católicos del siglo XX: ¡no nos dejéis caer, Señor, en la pasión del miedo, la más degradante y funesta de todas las pasiones. Ya en medio del altar, con otra legión de ángeles, la que baja del cielo entre los acordes del aquel Gloria por ellos cantado, implora y obtiene ciertamente, pero solamente para los hombres de buena voluntad, la paz en la tierra; et in terra pax hominibus bonae voluntatis. Lo rechazaría alguien, como una paradoja inadmisible; pe.ro yo os digo que. esa frase concentra y compendia nuestra vida nacional, porque ella fue de paz y de riquezas y de honorabilidad, los doscientos cincuenta años que fuimos hombres de buena voluntad, y un México cristiano, y un México eucarístico; y es también la síntesis de nuestra historia al reverso de la misma frase, porque los hombres de mala voluntad, de voluntad cobarde, que es otra manera de. malearse la voluntad, jamás han logrado ni la paz, ni la prosperidad, ni el crédito que de ella naturalmente se. deriva... En la oración litúrgica del día, en la frase “Joannis Evangelistae intercessio gloriosa nos protegat”, el apóstol de la Eucaristía, el apóstol fiel, sonrió desde entonces a todos los mexicanos que por la Eucaristía se han sabido sostener en la fidelidad. La epístola que deliberadamente no quiero comentar, comienza con estas palabras: “Permanecieron los justos con grande constancia, enfrentándose con aquellos que los persiguieron y robaron el fruto de sus trabajos”. En el evangelio también hecho como de molde para nosotros, resonaban aquellas palabras del Hijo de Dios: “¿podéis beber el cáliz que yo voy a beber?.....” Cual si viera en figura de reina a la Iglesia Mexicana, con manto real de sangre de sus mártires, triple corona de sus doctores y de vírgenes y devotísimos ascetas, cetro de oro de su jerarquía eclesiástica y riquísima estela de su sacerdocio; como sorprendido por visión tan espléndida, exclamó el celebrante, en el Ofertorio: “Con-fitebwntur coeli mirabilia tua, Domine;” lo que bien pudiera traducirse: olvidaránse tal vez este, glorioso origen y poderoso arranque de una civilización nueva y cristiana, por la ingratitud de los hombres, procurarán ocultarla con maligna intención los escritores sectarios; pero allá están de testigos y para contarla, los cielos que todo lo ven y nunca mueren. Y cuando en áurea patena ofrecía el sacerdote a Dios la primera hostia de blanquísimo trigo, un rugido de profundo despecho debió resonar en el cóncavo de nuestras montañas; e.ra que la serpiente, paradisíaca, el vergonzoso dios Quetzacoatl, rugía de dolor y de rabia, al caer de su trono -de siete siglos, trono que cimentaba, no hay aquí exageración, sobre setenta millones de mexicanos sacrificados. A con qué gusto, con qué sinceridad pronuncian aquellos guerreros el “gratias agamus Domino Deo nostro” entonado en el Prefacio; entonces se inauguró el primer congreso Eucarístico, o sea de acción de gracias que primeramente ha venido tributando al Señor, cuanto de noble. y santo ha habido en nuestro suelo; por eso mismo es mayor su contraste con aquella falange verdaderamente monstruosa que por todo agradecimiento al Dios que los mantiene y los tolera, lo ha despachado de todas las habitaciones de su propio palacio de El, como no se despide al más ruin de los lacayos. Peí o el momento más solemne., el de la Consagración, (s llegado. C listo Ley y Sacerdote Eterno, por primera vez llega a nuestro suelo, plenus gratia et veritate, Deus de Deo, lumen de lumine; Dios ele Dios, luz de luz; médico eficacísimo de cuantos quieren libremente aprovecharse de su paternal amor y de su sangre; Fortitudo mea Dominus, el Señor nuestra fortaleza; adjutor in tribula-tionibus quae invenerunt nos nimis, nuestro único ayudador en el torrente de las tribulaciones que nos han asaltado y casi nos arrollan; Padre de los hombres de buena voluntad, que, a través de toda nuestra historia pertran-siit benefaciendo, vida de nuestra vida y alma de nuestra alma. Y entonces se entabló aquel tiernísimo coloquio de Nuestro Señor Jesucristo, Hostia de amor, con su Padre celestial; en él se habló de. nosotros; en él se obtuvo la increíble intrepidez de nuestros misioneros, el heroico arranque de. nuestros mártires, la luz y energía para gobernar de nuestros prelados, la resignación y constancia de Zumárraga, la dulzura de Fr. Julián Garcés, la paternal iniciativa de D. Vasco de Quiroga, los bríos apostólicos de los miles de apóstoles, como de Fr. Juan Calero y de Fr. Marcos de Niza; el espíritu de beneficencia, nunca premiada y apenas recordada, de nuestro primer médico, D. Pedro López; la inspiración cristiana de González Eslava y de Sor Juana; la lucidez escolástica de Bartolomé de Ledesma, Sigüenza y Gongora y Alonso Veracruz; los vuelos artísticos de ambos, Echave y de Villalpando, de Zumaya y de Tolosa, y todo nuestro arte nacional, porque todo él es eminentemente cristiano; el valor militar de Martínez de Hurdaide, Cristóbal de Oña-te, Urdiñola y el viejo capitán Juan de Ephavarría; el espíritu emprendedor de Miguel López de Legazpi y de Urdaneta y de tantas otras glorias verdaderas de nuestra patria, que en vano quieren que olvidemos, en vano pretenden sustituir con otras bien raquíticas de legule-' .vos, poetastros o tiranuelos. En aquel solemne momento de la Consagración fué cuando se obtuvo como algo muy característico y muy especial para México: la ternilla inmensa, la piedad inconmovible, la piedad arraiga-dísima para las madres de familia mexicana, tesoro tan envidiado y acometido por todos los que en México y fuera de México odian nuestra patria; entonces fué también cuando se decretó que. con manto azul y de estrellas y con túnica de oro y de rosas, entre las alas de un ángel, .todeada de aurora y de sol, con rostro y sonrisa de mexicana legítima, la misma Madre de Dios reinara, y pala siempre reinará, desde su Tepeyac, en el corazón de nuestra patria.... Cuando el sacerdote hubo consumido e.l Cuerpo y la Sangie de Cristo, dijo para el pueblo, dijo para todos vosotros, hombres de bien de la República Mexicana: “El justo se alegrará, en el Señor y en él pondrá su confianza; y todos los hombres de corazón sano recibirán su alabanza”; y en el nombre de Dios bendijo todo lo que tenía delante, o mejor dicho, todo el México del porvenir a los ojos del Altísimo. ¡Día bendita de Cozumel! Hoy, y desde hoy para siempre, los mexicanos pensarán en ti con especial consuelo, y pensando en aquella pirámide en altar sacrosanto con-veitida, la transformará en fuente de .recuerdos y esperanzas. Morado pendón de Castilla, acoge entre tus pliegues la glatitud y plácemes de este pueblo tuyo eucarístico, porque contigo, con tu fuerza y con tu gloria, y a pesar de los errores y faltas de algunos de tus hijos, quiso venir a nosotros el Dios de la paz y de la vida. Feliz capellán, primer celebrante, la memoria de los (Continúa en la pág. 736)