Fortalezas de Chaillón destruidas por la Artillería. las camarillas ni las intrigas políticas; escoge los hombres por sus mérito» cuando ha visto de qué_5OJi. capaces en empresas y negocios particulares. El caso de herr Ballin, a quien le ofreció la cartera de ministro de Comercio, porque herr Ballin fue el gran impulsor de la fabulosa compañía Hamburgo América Línea.* Debido a esto, con este sistema tan sencillo que puede parecer a los amantes de la democracia (léase traspaso del Poder entre profesionales de la política f tirañia qné impide la intervención del pueblo en su propio Gobier. no; gracias a este régimen, los minis-tros pueden llevar a cabo grandes obras y pueden trabajar sin el recelo de que una zancadilla del enemigo politico los derrote y sin tener que buscar fuerza para sostenerse en et cargo entre diputados, periodistas, comités, partidos politicos y demás resortes de los sistemas politicos llamados parlamentarios. Un ministro alemán no tiene que contentar a los amigos: no tiene que repartir actas, credenciales o prebendas para ganarse adeptos y poder sostenerse él en la poltrona; no necesita hacer politic ca: no le es preciso acudir al casino o al circulo de su partido para que no le olviden, para que no le suplanten; puede dedicarse tranquilamente a trabajar y dedicar toda su atención a su ministerio, seguro de que su obra, de que su ciencia, de que su saber lo defenderán, puesto que ellos fueron los . que Ja llevaron.— — Asi, pues, entre los gobernantes no existen rivalidades ni antagonismos. sino en aquella alta rivalidad y aquel noble antagonismo de que los res-.Sectiyos_resgltadgs de^jius gestiones en los diferentes cargos sean lo más brillantes posible, los más beneficiosos para la patria alemana, los que más engrandezcan el Imperio. Luego hablar de escisiones y de rivalida des entre el canciller y el almirante von Tirpitz. como si se tratase de un país de sistema político parlamenta rio. no es más que una fantasía. Ya decimos más arriba que esas rlva lidades no exisren en tiempos de paz, pero mucho menos ahora, cuando el alma alemana se ha fundido en el gigantesco crisol de la guerra para no sentir más que un solo, un único anhelo; la victoria. Y cuando la victoria se dibuja en el horizonte, cuan do los rayos del triunfo alumbran porque el pueblo se hizo un solo hombre coloso y porque las cabezas que le" dirigieron formaron una sola cabeza, J cómo puede suponerse que se arranque una rueda a la maquinaria que rodaba y rueda tan suavemente y con tanta precisión? En Alemania nu se siente esa necesidad de aplicar remedios, de cambiar los hombres di rectores, de ensayar esto o lo otro porque la guerra con todas sus enormes dificultades, con las graves circunstancias que la rodeaban para es te pueblo odiado por fuertes y numerosos enemigos, el terrible proble ma va resolviéndose favorablemente, mejor que podíap esperar los más optimistas. ¿A qué, pues, cambiar ¡os .pilotos? Los pilotos han probado que son hábiles, peritos, patriotas y acertados; ¿no seria locura substituirlos? Acaso, seguramente, aquéllos substitutos que nombrara el Kaisei serian tan peritos y tan acertado», pero cuando el sistema emprendido es bueno, no hay razón para cambiar lo. Que en Francia, y .en Rusia, y en Inglaterra ensayen otros sistemas y otros hombres como hasta ahora lo han, hecho y como en lo porvenir lo harán se explica: los planes, las combinaciones, los augurios, las esperanzas y las promesas que se hacian ai comenzar la guerra han salido fallidos---. Y con mayor razón cuando cada dia un -nuevo suceso viene a desmentir los aires de hombres salvarte res que se dan ciertos hombres políticos y ciertos generales de los países enemigos de Alemania Así, pot ejemplo, la nota de Alemania a los Estados Unidos, leal, complaciente en un cierto grado conciliadora hasta el punto en que no coarta la libertad de hacer la guerra de la manera que la entienden los gobernantes alemanes y en la forma obligada e impuesta por las circunstancias, la aprovecharon los políticos ingleses para asegurar que no era sino una manera hábil de renunciar a la guerra submarina, porque Inglaterra había descubierto el medio de destruir submarinos. “Les ha entrado' mié do de perder cuantas unidades de esta clase poseen, y renuncian bajo esa forma decorosa,” decía la Prensa inglesa. Y añadía: “Ahora, cuando Inglaterra está provista di armas etica- (Pasa a la última pág.)