revista mexicana. Semanario Ilustrado. Entered as second class matter, October 25, 1915 at the Post Office of San Antonio, Texas, under the Act. of March 3, 1879 San Antonio, Texas, Diciembre 26 de 1915. Número 16. Villa y el Villismo La Corte del Patibulario. La extinción de Francisco Villa como caudillo revolucionario fue la nota sensacional en la última semana. El bandolero se encuentra vencido'y ha llegado a este país, en donde hace pocos meses era aún tratado como “entidad internacional.” Viene cargado de oro: trae como botín los productos del saqueo impune de una nación; pero todas las riquezas del mundo reunidas no le podrán proporcionar.ni la décima parte de la voluptuosidad de su antigua vida, caprichosa y errante, llena de audacias y peligros: pronto sentirá el hastío de su existenqa burguesa en el destierro, y reincidirá en sU afán inextinto de aventuras. Los hombres como Villa-no pueden estar tranquilos sino en un presidio: nacieron para llevar grilletes en los pies, y cuando no los tienen, los buscan por extraña fatalidad. Dice Dostoyewsky que la pr mera obsesión de todo criminal consiste en visitar el lugar del crimen: por eso. Villa volverá a cruzar el Río Bravo para recrearse en el antigro teatro de sus famosas corre- -ría». Entonces, quizás tropiece con el patíbulo que lo está reclamando desde hace un cuarto de siglo. No existe en nuestra historia una f gura q.-e se pueda comparar con la de Francisco Villa. En tres años se convirtió de jefe de una partida de foragídos en amo absoluto de una Nación. Después de haber sido durante veinticinco años camarada de patibularios, desp és de seguirlo siendo, gozó de la embriaguez loca de contemplar a sus plantas besando sus botas enlodadas a eminentes personalidades que se habían distinguido en la Cátedra y en el Fcro. ¿Qué prestigio recóndito poseía este hombre singular para que los espíritus más orgullosos g"orificasen sus obscenidades de lépero? ¿Qué milagroso conjuro hacía que sus lacayos besaran el látigo con el cual los azotaba? ¿Qué fuerza magnética emergía de su ser para que las gentes, en su presencia se olvidaran de la dignidad y del honor? Hombre vulgar, enteramente vulgar—nos dicen aquellos que lo conocieron. Probablemente tienen razón; pero su vulgaridad no fué obstáculo para que adornase su cuadrilla de bandolero, con las charreteras de Felipe Angeles, la casaca diplomática de Miguel1 Díaz Lombardo, la toga austera de Francisco Escudero, el birrete doctoral de Miguel S Iva y la borla universitaria de Valentín Gama. Hombre vulgar que casi sin esfuerzo realizó el placer inefable de verse obedecido y aclamado por vna crema intelectual, que aunque degradada y abyecta tenía que mirar con asco la exaltación del delito y la apoteosis de la obscenidad. Felipe Angeles fue un alumno distinguido del Colegio Militar en donde se graduó como Teniente de Artillería. Más tarde fué pensionado en Europa, donde amplió notablemente su cultura militar. En las escuelas francesas trató íntimamente a las primeras ¿personalidades del Estado Mayor y contrajo franca y cordial amistad con los Generales Pau y Foch, hoy figuras de brillantísimo relieve en la tragedia europea. A su regreso desempeñó en México comisiones técnicas de trascendencia y acabó por ser Director de aquel Colegio, cuyos alumnos enseñaron en 1847 a morir en contra del invasor. Ese era Felipe Angeles. Pues bien un día este hombre absurdo se olvidó de sus lauros de estudiante, de su cultura refinada, de su amistad con Foch y con Pau, de su grado de General, del alto ejemplo de pundonor que debía infiltrar en el ánimo de sus discípulos; y poseído de i n vértigo de precipicio, dejó ideales, conveniencias, dignidad, •laureles, honor, por sentir la voluptuosidad inexplicable de revolcarse en un estercolero. Miguel Díaz Lombardo pertenece a una distinguida familia conservadora, que por sus prejuicios arcaicos de imperialismo, se mantuvo distante de los gobiernos de Juárez de Lerdo y de Díaz. Don Miguel hizo magnífica carrera de abogado, que perfeccionó en el bufete del cultísimo Emilio Pardo: vivió apartado de la cosa pública hasta figurar transitoriamente en la Administración del Sr. Madero. Femando Iglesias Calderón y Miguel Silva eran dbs reconocidas intelectualidades que vieron con malos ojos la dictadura porfiria-na, soñando quizás con la resurrección del legalismo de Don José María Iglesias. Valentín Gama, era un h<. nbre superior recluido en su gabinete de pedogogo y matemático, porque se conceptuaba muy por encima de su época. Todos parecían esperar mejores días, reservaban sus principíales energías para un tiempo propicio en el cual su colaboración fuese más eficaz S la República. Mas vino la conmoción revolucionaria...... y aquellos hombres que habían esperado veinte años, aquellos que rechazaron con orgullo la librea porfiriana, no tuvieron empacho en. domar sus rebeldías de antaño para inc.orporarse en el Estado Mayor de un presidiario. Odiaron la matona y fueron siervos del grillete. ¿Qué hizo Villa para pervertirlos? , Nos explicaríamos perfectamente la actitud de los “intelectuales villistas” si Villa hubiera revolucionado moralmente; pero lejos de ello, cuando se encontró : en el solio, siguió siendo el mismo, con su amor siempre creciente a la disolución y al pillaje, al concubinato y al robo, a la traición y al crimen. Las líneas de su rostro no se ennoblecieron con el mando: su frente continuó cetrina, llena de protuberancias y coronada por los cabellos alborotados del rijo-