g DE LA RELIGION. 357 t . . . . sentimiento religioso determina á unos á resignarse con la pacien-v cia, silencio y sufrimientos de todo género, otros levantarán la voz | contra la impiedad de semejantes medidas; y no faltarán quizá r quienes vean en los esfuerzos de la desesperación un recurso de salvar su ecsistencia política y su adorado sistema religioso. ■ ’ Al hacer tan espantoso pronóstico, sentimos el mas ardiente deseo y dirigimos al cielo nuestras plegarias porque no tenga su verificativo. Pero atendido el genio entusiasta y tendencias de los - mexicanos, siempre celosos del esplendor de su culto católico, de las creencias y piadosas observancias de sus mayores, tememos con justicia que si no se varia de sistema, si no se abandona esa senda de perdición y esa irritante alarma sobre las conciencias, se lanzarán á la palestra, á una lid sangrienta, que será tanto mas ardo--f’ rosa é implacable, cuanto que afecta á la fibra delicadísima de las convicciones en materia de religion. Porque entonces la muerte es preferible al consentimiento de una profanación: es preferible á lo que se cree ser la aprobación inicua ó aceptación sacrilega de la apostasía. § Es por esto que Walter Scott, al referir en su Bosquejo histórico de la revolución de Francia los numerosos asesinatos y horribles carnicerías que tuvieron lugar en Paris del diá 2 al 6 de Setiembre * de 792, dice: “ Los eclesiásticos que por temores religiosos "se habían negado a prestar juramento á la constitución de 791, fueron, durante estas matanzas, objeto especial de los insultos y de las crueldades; pero su conducta caminó perfectamente de acuerdo con sus sentimientos y con su conciencia. . Se les veia confesarse los unos á los otros, ó recibir la confesión de sus compañeros seglares, y animarles á sobrellevar la hora fatal con la misma tranquilidad que si no estuviesen ellos destinados á padecer la misma amargura.... Mas como las leyes por las cuales padecían los clérigos, no las habian hecho ellos, sino que las obedecían; como hombres y como cristianos debemos considerarlos mártires, que prefirieron la muerte á lo que para ellos era una apostasía.” Este rasgo de la historia mas asombrosa, en que al lado de los monstruos mas sanguinarios y feroces de la impiedad, se levantan los héroes mas ilustres y denodados de la Religión: este rasgo tiene tanta mas fuerza, cuanto que es de la pluma-de un escritor pro- ; testante, como él mismo lo confiesa. (Tom. 3.° , cap. 2.° , pág. 63.) Ora bien. Nosotros los católicos, nutridos desde la infancia con las dulces y consoladoras inspiraciones de la’revelacion divina, tenemos una persuasion irresistible (á que los espíritus fuertes é ilustrados, según el espíritu del Jacobinismo, llaman superstición y