La Higuera de Lilot Por Jean Rameau No era precisamente un lince el joven heredero de Biremus. ¡Ah, no! En la escuela no pasó nunca del silabario y las ideas no parecían florecer en su mente sino como ciertos musgos del polo; cuando la primavera era excepcional. Pero si no podia coronarse a Lilot con el laurel del sabio, era en compensación tan vigoroso que a los quince años cargaba sacos de maíz como un molinero, a los diez y seis levantaba entre los dientes una mesa de seis cubiertos y sus padres cuando le veían hermoso y gallardo nacer estas hazañas probaban algo de aquella satisfacción que sintieron al vender en quinientos francos y en boubeyre ai famoso tro de las cuadras de la heredad. ¡Y en verdad que era airoso el tal Lilotl ¡Y qcé salud, Dios poderoso! Pulmones sólidos como fuelles de fragua, corazón arreglado como el relox de la parroquia, movimientos sueltos y ágiles: si por desgracia recibía un arañazo, no hacía más que lamerse a guisa de perro y a las dos pasadas de lengua quet^ba como nuevo. Lilot sabía la causa de su vigor, la cual era que su árbol gozaba de excelente salud, porque Lilot como la mayor parte de sus compatriotas tenia su árbol. En su país, los labradores acostumbran plantar un árbol cada vez que les nace un niño y tienen fe en que el vegetal y el rorro correrán la misma suerte: si el árbol.prospera sucederá lo mismo con y languidecerá si la planta se marchita. El árbol de Lilot era una que se habia plantado cerca de un lagunato a fin de que tuvieran sus raíces jugo suficiente, y se encontraba bien el muy goloso. Era frondoso, enorme, cargado de frutas y protegido por -una corteza lisa como la piel de una doncella. 1 Qué buena sávia ab-sorvía al borde de ese lagunato al que las aguas pluviales traían los abonos de todas las colinas del contorno! Además Lilot lo cuidaba con empeño: iba a visitarlo frecuentemente, casi todos los domingos, lo descargaba de hormigas y de caracoles, sobrevigilaba el brote de los renuevos y curaba con limón las heridas que le quedaban cuando la tempestad le arrancaba algunas ramas. Gracias a la feria de Zéfiro III, po- el niñc higuera tantos mimos, la higuera engordaba como un canónigo mostrado un tronco hinchado por la savia, rodeado de ramas vigorosas como brazos de Hércules que extendían su sombra sobre los árboles circunvecinos. Pues bien: a la otra orilla del lagunato, en tierras de las Cazerotte, tejedoras de la parroquia, habia un ciruelo raquítico, un pobre diablo de ciruelo que no prosperaba. La higuera de Lilot tenia el aspecto de ahogarlo, de sofocarlo con el peso de una rama enorme que alargaba en aquella dirección como un puño amenazante. Una tarde Lilot, que por entonces tenia diez y seis años, vio venir a una chiquilla, moremta, delicada, con ojos de capulines y un pañuelo rojo anudado en derredor del cuello, la cual era Totina Cazerotte, hija de la tejedora. Brincó el arroyuelo surtidor del lagunato, ligeramente, como una cabra que retoza y se aproximó a la higuera, un poco avergonzada, mostrando en su rostro una sonrisa conciliadora una bella sonrisa que abría el apetito como una tajada de pan con mantequilla. —Buenos dias Lilot. —Buenos días, Totina. —¿Copio es que no podas la higuera? —Si, vecina, la podo. Totina inclinó la cabeza y su sonrisa se extinguía como si tuviera algo serio que decir, al mismo tiempo que sus labios con movimientos insólitos dejaban adivinar que un torrente de palabras estaba próximo a salir de aquella boquita. Dq pronto, armándose de valor dijo ruborizada: —Lilot. venía a traerte un recado. --¿Cuál? —Mamá serías muy si cortaras —Cómol entonación mi higuera! —Si______ esta grande, mira, esta que cae a nuestro jardín y que nos hace sombra. —Ah! ¿Les hace sombra? Tanto peor, tanto peor. —No hay medio de lograr en nuestro jardín una lechuga. —¿De veras? —Las zanahorias no se dan, ni las cebollas, ni las patatas. —Es un gran perjuicio. ____¿Y qué me dices de nuestros árboles frutales? Se mueren todos. —Bah! ____Mira, Lilot mira un poco la facha de ese ciruelo que está al otro del agua. ____Ah! ese sí, ese si tiene nna te figura---- —No le quedan dos años de —Es posible: pero ¡qué te importa eso! ¿Te gustan mucho las ciruelas? —Me enloquecen. —No tienes buen gusto. Las ciruelas no sirven, en tanto que los higos— —No te burles, Lilot, te aseguro que soy muy desgrada. —¿A causa de esta rama? —Si, si no la cartas voy a caer enferma, lo presiento. ¡Cortala! ¿Si? —Pero si no puedo. me encargó te dijera que amable, pero muy amable, a tu higuera una rama. exclamó el muchacho con hostil, Icortar una rama a lado tris- vida —Porque_____¿eres mi amiga, Toti- na? ¿me prometes no decirle nada a nadie? Pues bien esta higuera es mi árbol. —¿Tu árbol, Lilot? —Sí, lo plantaron el dia de mi nacimiento. Ahora comprenderás que no debo, que no puedo tocar una sola de sus hojas. —Tetina se echó a llorar. —Bueno, pues el ciruelo es mi árbol, dijo entre sus sollozos. —Ahí Bahl ____La plantó mi padre cuando naci y tu hilera lo mata, Lilot, y yo también moriré pronto por causa tuya— yo que habría querido alcanzar los veinte años. Y la niña, tan supersticiosa como su vecino, lloraba a mares y sus breves hombros temblaban con estremecimientos convulsivos. Lilot estaba abrumado. —Tu' árbol___tu árbol—’ repetía con voz sorda-----¿y por qué dia- blos lo plantó tu padre aquí? —Por el sigua. Todo crecia muy bien aquí, antes de que adquiriera tanto desarrollo tu maldita higuera: laué desgraciada soy! Si que lo era y Lilot no lo dudaba pero ¿qué podía haaer? Nada porque sería atentar contra *u persona, sería como cortarse un brazo. El muchacho se pasó la mano por