220 - LA voz . envanecerse. No asi las almas de los regalones y voluptuosos. Como el -hombre de este temple no puede sobresalir por los medios ordinarios, trata de distinguirse á todo trance, y esa es la razon de la audacia con que vemos á tantos y tantos talentos superficiales, abismarse en la impiedad y hacerse célebres á.la manera del otro necio que incendió el templo de Plana. Cada vez que veo á cualquiera de estos necios se me figura ver á Satanás que los arrastra á la ciudad santa, los pone sobre el pináculo del templo, y les dice al oido. .... échate de ahí abajo. Se los dice y. lo hacen: su entrada en la ciudad santa es como la que podrían hacer los mulos, sin discernimiento: en ellos el pensar, el hablar, el tratar de Religion no es mas que para profanarla sacrilegos: su subida sobre el pináculo del templo, es el brutal-furor con que lo desprecian, lo pisan, lo ultrajan, lo saquean, lo destruyen, y cuando han hecho todo esto, se precipitan de allí abajo.. .... esto es, conducidos, de la desesperación se abisman en el ateísmo, y desde éste en el suicidio y en la eterna condenación. ¿Q.ué puede esperarse de unos hombres cuyo vientre es su único Dios? El cristiano también sufre la tentación: á él, como á su Maestro, también Iq lleva el diablo entonces, esto es, cuando la carne está afligida por el hambre; á la santa- ciudad, esto es, & la Religion, á ver si en su doctrina encuentra cosa.que cohoneste la satisfacción de los deseos carnales; también lo pone sobre él pináculo del templo, haciéndole creer que está sobre la ley el que ha-llegado á cierta altura en la práctica de la virtud; también le dice: si eres hijo de Dios, échate de ahí abajo, esto es; salta por todo, come y bebe que mañana te has de morir. . Ni se contenta con decirle esto; lo anima á ejecutarlo con testos de la Escritura Santa, y cual los hereges sus hijos, que para todas las impiedades abusan de la letra muerta que mata, así Satanás dice al cristiano que tienta, como dijo al Salvador, qu^ -no tenga cyidado,alguno, pues aunque se abandone á.cualquiera;despropósito; Piosino lo condenará. Escrito está, le dice, con la misma buena fé que el apóstata Calvino decía á sus discípulos que las obras malas no dañan al que cree, que mandó de tí á sus Angeles, que teUeven en palmitas; no lastimes tupié tropezando. Así dice para seducir al hombre espiritual; pero éste instruido de que el espíritu es el que vivifica, responde al tentador con su divino Maestro, que también está escrito en los mismos libros que dictó el espíritu divino, y que sola la Iglesia católica entiende y esplica: no tentarás al Señor tu Dios. Con esta respuesta triunfa el Salvador de la soberbia de la vida con que Satanás trata de arrancarle su secreto, y á su ejemplo el cristiano se encastilla en la humilde deferencia á las disposiciones de Dios, persuadido de que nunca debe tentarle y siempre debe someterse á su adorable voluntad. Por este medio triunfa, como su Maestro, de esta temible tentación, y se prepara á resistir los ataques de la codicia de los ojos ó de la ambición, que es lo.últi-mo con que combate el demonio al Salvador en el desierto. Otra vez, le dice el Evangelio, lo llevó á un monte elevado, -y mosjrándole todos los reinos del mundo -y su gloría le dijo: todo esto, te daré si postrándote me adoras. Para el que reina al lado del Padre eternal, dueño con él de los mundos, es visto que nada tenia esta tentación de peligroso; pero para el mísero mortal, á quien la fé no tiepe muy ilustrado sobre la vanidad de las cosas terrenas, es la mayor de las pruebas. ¡ Los reinos del mundo y su gloria ! Sin duda Satanás se convenció de que el Hijo de María era un sér divino, al oírle y