502 REVISTA CATOLICA 27 de Julio, 1924. SECCION RELIGIOSA SANTO EVANGELIO DOMINGO VII DESPUES DE PENTECOSTES GUARDAOS DE LOS FALSOS PROFETAS S. Mateo, VII, 15-21.—En aquel tiempo: Dijo Jesús a us discípulos: Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros cubiertos con piel de oveja, pero que de dentro son lobos rapaces: ya los conoceréis por sus frutos. ¿Se cogen acaso uvas en los espinos, o higos en los 'ardos ? lodo árbol bueno produce buenos frutos, y todo áibol malo produce frutos malos. Un buen árbol no puede dar malos frutos, ni un árbol malo buenos frutos, odo árbol que no dé buenos frutos será cortado y echado al fuego. Por los frutos, pues, los conoceréis. No toil) el que me diga, Señor, Señor, entrará, en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que c ,tá en el cielo; éste es el que entrará en él.” EL CULTO A LOS SANTOS DIFERENCIA DEL CULTO TRIBUTADO A DIOS Y DEL TRIBUTADO A LOS SANTOS. Hé aquí sencilla y claramente expuesta la doctrina católica sobre este punto: doctrina que de-i luestran ignorar por completo nuestros adversarios; o si la conocen, revelan una profunda depredación moral, ya que tratan de deformarla y engañar a los suyos tan desvergonzadamente. Ven eramos ij ador amos a Dios como a nuestro Señor Supremo ij principio ele todo bien; ve-ramos a los santos solamente como a fieles sier-s g amigos de Dios. A Dios le pedimos que nos c ude por su omnipotencia; a los santos que nos -ocorran intercediendo ante el trono de Dios ihiestro Señor por nosotros.” Culto de LATRIA, de DULIA, de HIPERDULIA La Iglesia Católica ha enseñado siempre y en todas partes esta diferencia esencial entre la veneración de Dios y la de los Santos, llamando a la primera culto de LATRIA, y a la segunda de DULIA. Ese culto de LATRIA es el que se desig-i a con el nombre de ADORACION propiamente d cha; el culto de DULIA es simple VENERARON debida a los siervos y amigos de Dios; el t ulto tributado a la Santísima Virgen se denomina con la palabra HIPERDULIA, por considerar a la Virgen Sma., digna de una veneración especial sobre los ángeles y santos, por su altísima dignidad de madre de Dios y por exceder en gracia y gloria a todos los ángeles y santos. En todo caso la Iglesia enseña que jamás se debe a-dorar o tributar honor divino a una simple criatura. Y no se encontrará expresión alguna de los Concilios ni de los soberanos Pontífices ni de los teólogos que digan deber tributarse a los santos o a la Santísima Virgen el honor debido a Dios. Si en algunos libros de devoción o en otros escritos pudieran encontrarse palabras que no estén empleadas con toda la exactitud teológica, esto es debido a que se escribe para personas inteligentes, que conocen la doctrina de la Iglesia. Ni han de estar los autores ascéticos, al emplear un lenguaje acomodado a la materia, explicando cada vez la doctrina de la Iglesia en esa materia y esforzándose en emplear las palabras con todo el rigor teológico, ya que no escriben para protestantes y mucho menos para renegados del calibre de los renegados de raza latina; ni intentan tampoco convencer entonces a los adversarios. Hablan a los católicos y escriben para católicos conocedores de cuál es la enseñanza y práctica de la Iglesia Católica, tanto en lo que se refiere al culto de los santos como en todas las demás cuestiones. , Tenemos, pues, que a Dios le ADORAMOS por sí mismo y por las infinitas perfecciones que El tiene en sí; mas VENERAMOS a lo santos por los dones y gracias que recibieron de Dios. Por consiguiente, en ellos damos efectivamente honor a Dios mismo que se mostró en ellos rico y poderoso. El honor a los santos se -refiere totalmente a Dios. De aquí se ve claramente que el honor que tributamos a los santos es bajo el doble aspecto de principio y de fin, un honor religioso que se refiere totalmente a Dios, autor de todo bien, y que, lejos de quitar el honor a Dios, le promueve en gran manera. Pues primeramente se reconoce a Dios como el origen de los dones de gracia y de los favores dispensados por El a sus siervos y amigos, pues la Iglesia ha enseñado y enseña siempre que Dios es la fuente de toda virtud y santidad que- hallamos y admiramos en los santos, y que los santos, sólo por gracia de Dios, son lo que son y por ello dignos de veneración. Tal es nuestro intento. Además venerando a los santos, nuestro intento o fin es glorificar a Dios mismo, según el Salmista “Alabad a Dios en sus santos” (Salmo CL, 1). Pues a la manera que se intenta honrar a un Rey terreno dando especiales muestras de honor a sus embajadores, a sus cortesanos y favoritos, así nosotros, honrando a los Apóstoles, amigos y favoritos de Dios, Rey Celestial, le damos a El mismo el honor que le es debido. ¿Cómo, pues, puede ser tal proceder contrario al primer mandamiento? ¿Cómo puede desagradar a Dios, cuando toda la gloria recae sobre El ? ¿Cómo se puede acusar tal doctrina de antibíblica y de que el culto así tributado a los santos es una crasa idolatría? Esto solamente lo afirman los apóstatas y renegados. Pero ¿qué vale el testimonio, de semejantes deshechos, frente a las enseñanzas y prácticas de la Iglesia y de todos los santos y sabios del Cristianismo desde el principio de la Iglesia hasta nuestros tiempos?......