LA VIOLETA. 157 Recuerdo que enlazados mis brazos á su cuello Mirábale sonriendo Con infantil canador. Brotaba de sus ojos dulcísimo destello Y con su blanca mano rizando mi cabello Me hablaba en un dialecto De incomparble amor. ¡Oh cielos! cómo pasan los años de la vida, ¡Cuán pronto se desliza La dicha del ayer!... ¡Cuán breves son los goces, cuán pronto estreme El alma por las penas sintiéndose vencida, [cida Cual nave abandonada Se entrega al padecer!. .. ¿ Qué queda en torno nuestro después de la ventura Que el tiempo entre sus álas Ligero se llevó?. .. Recuerdos de una dicha que tímida fulgura Cual pálida luciérnaga que brilla en la espesura, Cual débil murmurio Que el céfiro elevó. Memorias de una dicha que el alma nunca olvida, Recuerdos de la infancia, Recuerdos del hogar. La imagen de mi madre que siempre está esculpida Del corazón ardiente sobre la inmensa herida, c?ue en él abrió certera La mano del pesar. Recuerdos de aquel suelo de eterna primavera, De mágicos ensueños, De amores y de luz. De aquella Matamoros, radiante y hechicera Situada con orgullo del Bravo en la ribera, Realzando con su galas Su bella Santa Cntz. Ciudad de mis delirios purísimos de niña, Tal vez ya nunca vuelva Tu cielo á contemplar. Tal vez ya nunca vague por tu feraz campiña, Quizá la airada muerte con sus crespones ciña Mi lánguida cabeza Sin verte, al espirar. Adios, por si el destino me niega contemplarte, Adios! por la vez última Ciudad del corazón. En ese eden risueño no dejaré de amarte, En este suelo fértil te juro consagrarte Los últimos recuerdos Y la última impresión. • Julia G. de la PÉñA de Ballest A MARIA H. DE L. Yo se que guardas Y nutres en tu seno Purísimo la llama De cariñoso afecto; Tesoro que defiendes Con formidable seres, Solicita burlando Del mundo los asedios. Yo sé lo que en las sombra Encubres del secreto, Nomás por tus miradas De místico embeleso, Nomás por esas horas Que pasas en silencio A solas platicando Con tu albo pensamiento. Yo sé las confidencias También de tus ensueños ¿Qué dices á las flores Que cojes en el huerto/ ¿Que al dulce pajarillo Que guardas prisionero/ ¿Que al rayo de la luna Que llega á tu aposento/ Bien vengas á la vida, Mas no por los senderos Que llevan entre aplauso Al amoroso templo: Za dicha concentrada Se vuelve hacia el Eterno; Al divulgarse, amiga, Se precipita al cieno. Así el amor de virgen De innoble fin ageno Alienta su esperanza Velado en el misterio: Asi la ignota fuente Que corre en el desierto, No lleva en sus cristales Mas que la luz del cielo. María G7.a. González. Monterrey, Nbre. de 1893. EROS.