LA VIOLETA. 37 las sonrosadas tintas con queso anuncia la aurora al despuntar el día; y si aparecen, no tendrán la célica poesía de que están dotados para hermosear esa divina estación del año, cuando miramos más azul el firmamento; cuando el astro Rey manda con más fuerza sus dorados rayos; cuando las llores ostentan magestuosas su púdica belleza, embalsamando el.tivio ambiente con sus perfumes emliriagadores. ....... ¡Que triste también, es el invierno de la vida! Cuando él corazón bansado por las contrarias, pasiones que en él germinan, herido pollos crueles desengaños y la ,íé próxima á extinguirse, desepero-nado da un adiós al engañoso inundo y sólo suele gozar, en su indiferencia, cuando la mente se pierde én el mundo ideal de los recuerdos. El corazón, al entrar en el triste invierno de los años, pierde sus ilusiones que, á semejanza de las bellas flores que al ser inecidas por los primeros vientos otoñales, pierden sus colores y mustias y deshojadas inclinan sus. corolas: así el corazón, azotado por el furioso torbellino de las pasiones, se envuelve en el frío manto del exceptáis-mo, disfrutando pocas veces de ese feliz estado de tranquilo bienestar, que nos hace olvidar por instantes nuestros dolores. Ekcilia García. Y, con acento suplicante, dijo: ¡Dadme agua, por piedad, muero de sed. A cada, instante, el pobre, más sediento, Más fuertes golpes á la puerta dio, Agotando, al llamar, lodos los tonos, El coraje, la súplica, el dolor. El eco de su voz vibraba, apenas Cuando, al fin. le trajeron de beber. ¡Vano trabajo! El infeliz mendigo Estaba en realidad muerto de sed! Hace ya mucho tiempo....no sé cuando A la puerta de tu alma llama yo. Y, con acento de mendigo, dije: ¡Amame, por piedad, muero de amor. Et- hermana tal vez de aquella puerta La puerta, de tu alma dura y cruel: Bien sabe Dios que en vano todos, todos Los tonos de la súplica agoté. Hoy he visto en tus ojos una lágrima: ¿Ahora, pretendes apagar mi sed?. Guarda tu amor para, otro pordiosero; Que mi alma es un cadáver......ya lo vi'r Dolores Correa Zapata. El Invierno. Los árboles empiezan n despojarse de su verde vestidura; las hojas se tornan amarillentas al faltarles la sabia vivificante que les daba vida. Es que el invierno se aproxima, es que pronto tenderá su helado manto, trayendo en pos la tristeza y la melancolía. El campo pierde su verdor y su hermosura; en breve dejará de oirse el dulce canto de los pájaros que alegres lanzan al viento sus arman i osos trinos, ocultos entre el verde follaje dé los copudos árboles, y hasta la. fuente bulliciosa, que murmura dulcemente al pasar por entre gi-jarros y espadañas, dejara conei tristemente sus aguas cristalinas. Cuando la tarde decline, no veremos ya los encantados celajes teñidos de amaranto y grana con que orgulloso se viste el horizonte, ni A ISABEL. en. su. altura. Sabe, niña, (pie la vida Se desliza fácilmente;