278 lá voz Ni es esta la ocasión, ni él objeto del presente escrito, hacer la apología dé la Eéligión Católica, y- ño nos detendremos tampoco en demostrar que es la única verdadera,'poique hablamos- á un Magistrado católico y virtuoso; dejamos, púeSj -éSta materia, que lio necesita,de nuestros pequeños esfuerzos,- porque por sí y por los escritos que á millares én todos los siglos han dado los sábios de primer orden, está colocada en la categoría de una verdad evidente: queremos, sí, qué V. E., sin perder de vista los intereses políticos de la República, se persuada que la tolerancia de cultos, en vez de promoverlos, los destruirá, mientras que la Religión Católica los protege de una manera eficaz. Espanta el aspecto que puede imaginarse de México, admitida la tolerancia de cultos, si se realizara la esperanza ficticia de abundante inmigración; millares de hombres de todas religiones inundarían el páis, y serian precisamente los enemigos del catolicismo, supuesto que la tolerancia los llamaba; y ésos hombres, diseminados por todas partes, influirian y.dirigirian Ja educación política y religiosade, la. niñez yjuventud, condenando las dulces lecciones de templanza, obediencia y honor que los preceptores católicos inculcan en suS tiernas almas; ellos inspirarían sus" ideas én el señó de las familias, desarraigando las de respeto, recato y moralidad que la educación católica les imprime; ellos sembrarían sus doctrinas en el pueblo, arrancándole las de sinceridad, de paz y de virtud en que el catolicismo lo mantiene; ellos aconsejarian sus mácsimas á nuestros hombres de estado, haciéndoles olvidar la fundamental de todas, que es la justicia intrínseca de las acciones, que la Religion católica ecsige del magistrado; ellos moverían, según sus principios, á nuestros gobernantes, obligándolos á ver én los súbditos, no hombres iguales, sino esclavos, contra el clamor del catolicismo: y la República seria un pueblo'dominado y «¿logado- por multitud de sectas, como en un lago formado de muchas aguas corrompidas: entonces el gobierno sin podér descansar en la fé de ningún ciudadano, porque ignorando su religion no podia fiar de nadie, se hallaría sin mas apoyo que el de la fuerza física, generalmente contraria: entonces los ciudadanos vivírian en continua inquietud sobre las leyes que pudieran dictarse, porque no siendo unos los principios de la moral y de la Religión, no habría mas garantías que la de una Constitución política, á menudo ineficaces y qué apenas aseguran tres ó cuatro de los principales goces de la vida: entonces la administración de justicia, que esencialmente se apoya en la moralidad de las acciones, en las reglas de la rectitud de los jueces, seria un monstruo con que pudiera protegerse al-crimiñal, y herirse de muerte al inocente; y entonces se perderián infaliblemente todos aquellos bienes que forman el conjunto de los goces sociales que están fuera de la esfera de la ley, y que solo se conservan por los principios de una religion común y que castiga hasta la intención del mal. El sectario de aquella profesión en que el matri-monio no es mas que un contrato temporal, violaría el tálamo conyugal, pudiendo engañar á un esposo y evadirse del magistrado: él que en sus creencias' religiosas* tenga la de que las injurias deben