n QTR C)P A ‘s Pl,rGaspar Ij JL JL V V^/ 1 -Z X <_) Núñez de Arce Reproducimos este anatema fulminador en contra de la demagogia, por ser de admirable aplicación en nuestra Patria. i LA Generosa musa de Quevedo desbordóse una vez como un torrente y exclamó llena de viril denuedo: "No he de callar, por más que con el ded . ya tocando los labios, ya la frente, silencio avises o amenaces miedo.” 11 .f Y al estampar sobre la herida abierta el hierro de su cólera encendido, tembló la concusión que siempre alerta, incansable y voraz, labra su nido, como gusano ruin en carne muerta, en todo Estado exánime y podrido. III Arranque de dolor, de ese profundo dolor que se concentra en el misterio y huye amargado del rumor del mundo, fue su sangrienta sátira, cauterio que aplicó sollozando al patrio imperio, misero, gangrenado y moribundo. IV ¡Ah! si hoy puüiera resonar la lira que con Quevedo descendió a la tumba, en medio de esta universal mentira, de este yiento de escándalo que zumba, de esté fétido hedor que se respira, de esta España moral que se derrumba; V De la viva y creciente incertidumbre que en lucha estéril nuestra fuerza agota; del huracán de sangre que alborota el mar de la revuelta muchedumbre; de la insaciable y honda podredumbre; que el rostro y la conciencia nos azota; VI De este horror, de este ciego desvarío que cubre nuestras almas con un velo, como el sepulcro, impenetrable y frío; de este insensato pensamiento impío que destituye a Dios, despuebla el cielo ' y precipita el mundo en el vacio; VII Si en medio de esta borrascosa orgía ' que infunde repugnancia al par que aterra, esa lira -estallará ¿qué sería? Grito de indignación, canto de guerra, que en las entrañas mismas de la tierra la muerta humanidad conmovería. í • Mas ¿porque el gran satírico no aliente ha de haber quien contemple y autorice tanta degradación, indiferente? "¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente? IX ¡Cuántos sueños de gloria evaporados como las leves gotas de rocío que apenas mojan los sedientos prados! ¡Cuánta ilusión perdida en el vacio, y cuántos corazones anegados n la amarga corriente del hastio! X No es la revolución raudal de plata que fertiliza la extendida vega: es sorda inundación que se desata. No es viva luz que se -difunde grata, sino confuso resplandor que ciega y tormentoso vértigo que mata. XI Al menos en el siglo desdichado que aquel ilustre, y vigoroso vate con el rayo marcó de su censura, podía el corazón atribulado salir ileso del mortal combate en alas de la fe radiante y pt-ra. XII Y apartando la vista de aquel cieno social, de aquellos fétidos despojos, de aquel lúbrico y torpe desenfreno, fijar llorando los ardientes ojos en ese cielo azul, limpio y sereno, de santa paz y de esperanza lleno. XIII Pero hoy ¿dónde mirar? Un golpe mismc hiere al César y a Dios. Sorda carcoma prepara el misterioso cataclismo, y como en tiempo de la antigua Roma,' todo cruje, vacila y se desploma en el cielo, en la tierra, en el abismo. XIV Perdida en tanta soledad la calma, de noche eterna el corazón cubierto, la gloria muda, desolada el alma, en este pavoroso desconcierto se eleva la Razón, como la palma que crece triste y sola en el desierto.