192 REVISTA EVANGELICA Marzo ra contestar los argumentos del ilustre florentino. “¿Qué puedo replicar, repuso el sacerdote, puesto que es la verdad todo lo qun dice acerca de la iglesia? El Papa estaba perplejo; pero habiendo consultado a algunos de sus cardenales, se resolvió a procurar pagar al buen hombre a que guardara silencio o al menos cambiar el carácter de su predicación. Así fue que el Papa mandó a un mensajero a Florencia para prometerle que si dejaba de predicar le haria un Cardenal, y le daría un hermoso palacio y mucho dinero. Después de oir todo lo que el embajador quena decirle, le envió de su presencia con este mensaje: “Ve, y di al Papa que no quiero otro sombrero colorado que el del martirio, el cual será colorado con mi propia sangre.’’ Cuando el Papa confiere a un hombre la dignidad de Cardenal, le da un sombrero colorado que ha de llevar como signo de su oficio Este mensaje extraño sorprendió mucho al Papa malo, y replicó: “Que no me hable nadie de él más, ni por bien ni por mal.’’ Pero después se resolvió a imponerle silencio a toda costa. Al fin se logró hacer esto, y Savonarola fue condenado a morir. Los que habian sido sus amigos se hicieron enemigos, y muchos que habian escuchado sus sermones con grande interés, ahora declararon que era digno de muerte. Pero Savonarola recordaba las pala- I bras del Salvador: “No tengáis I miedo de los que matan el cuerpo. | mas al alma no pueden matar I temed antes a aquel que puede I destruir el alma y el cuerpo en el I infierno," y quiso más bien morir I mil veces que negar a su Señor Le guardaron en la cárcel mucho tiempo, y muchas veces le sacaron para darle tormento; no obstante, permaneció fiel. Al fin llegó la hora fatal, y | mientras le quitaban las vestiduras sacerdotales, el Obispo dijo “Declaro que estás separado de la iglesia militante y de la triunfante,” esto es, de la iglesia en la tierra y de la iglesia en el cielo "De la iglesia militante, si, replicó con calma el gran hombre pero de la iglesia triunfante, no Tú no puedes hacer eso.” Se dice que el pobre obispo palideció y tembló, pero que Savonarola estaba tranquilo y gozoso. Al_ fin le ataron a la estaca, la leña fue amontonada en su derredor, y pronto las rojas llamas envolvieron su cuerpo. La grande multitud miró el terrible espectáculo con mucho interés. Levantando los ojos hacia los cielos se encomendó Savonarola a Dios, y pronto su espíritu feliz partió para aquella tierra donde no entrará jamás ningún enemigo, y donde no será impuesto silencio a ninguna voz. Copiadlo Busque usted el número correspondiente a abril, que también será de gran interés.