to ma, i nena, ¥ pm. oscuro nd, opelo, uz. les al, lies mas )mas ios n. illosl il hide, enido, n yee mores r, Dies 1. ; llena, >r Buena -I niños il, sentir ia, luena, y paz. Torres F L*. Aunque Jesús hizo su entrada al teatro de la vida de una manera tan humilde y silenciosa,- i aunque los ciudadanos de Belén ; ni soñaban lo que pasaba entre ellos; aunque el emperador de Roma ignoraba que su decreto había; tenido que ver con la natividad de un rey que iba, más tarde, a reinar no sólo sobre el mundo romano, sino también sobre muchas tierras donde :28). nunca volaron las águilas romanas; aunque la historia del mundo seguía ruidosamente, la mañana siguiente, las vías de sus intereses ordinarios, completamente inconciente del suceso que -acababa de verificarse, sin embargo, este acontecimiento no pudo del todo dejar de llamar la atención, i ¡Ved el grupo que se juntó para; mirarle! Representa en miniatura toda su historia futura! Primero vinieron los ; pastores, de los campos vecinos, i. Lo que no fue observado por los reyes y los grandes del mundo, era motivo que tanto arrebató a los príncipes del cielo que rompieron las ligas de la invisibilidad con que ; se revisten, para expresar su gozo y explicar la significación del gran suceso. Y buscando los corazones más dignos a que ' lo pudieron comunicar, los hallaron en estos sencillos pastores, que pasaban úna vida de contemplación y oración en los campos llenos de instructivos recuerdos, donde Jacob guardaba sus rebaños, donde Boaz y Ruth se casaron, y David, el tipo; del Antiguo Testamento, pasó su júventud. El ángel los dirigió a donde estaba el Salvador, y se apresuraron a ir a la aldea para hallarlo. Eran re- presentantes de la gente aldeana "de corazón bueno y recto" que después formó la mayor parte de sus discípulos. yers Después de ellos vinieron Simeón y Ana, los representantes de los HAY 4 EL GRUPO AL REDEDOR DE NIÑO devotos e inteligentes escrutadores de las Escrituras, quienes, en ese tiempo,, estaban esperando que apareciera el. Mesías, y después vi-. nieron a ser algunos de sus más fieles adherentes. Poco después, cuando terminaron los días de la purificación de María, lo llevaron de Belén a Jerusalem para presentarlo aí Señor en el templo. Simeón, el anciano santo, que en respuesta a sus oraciones había recibido promesa secreta de que no había de morir hasta que hubiera visto al Mesías, encontró a los padres con el Niño, y repentinamente pasó por su inteligencia, como un rayo, la idea de que este, por fin, era Aquel; y tomándolo en sus brazos, alabó a Dios por la venida de la Luz que iba a ser revelada a los gentiles y de la Gloria de su pueblo Israel. Mientras hablaba, otro testigo entró en el grupo. Era Ana, piadosa viuda, quien literalmente moraba en los atrios del Señor y había limpiado la vista de su espíritu con la eufasia y la ruda de la oración y el ayuno, hasta que pudo traspasar con una mirada profética el velo del sentido. Agregó su testimonio al del anciano, alabando a Dios y probando el tremendo secreto a las otras almas que estaban en espera y en busca de la redención de Israel. Los pastores y estos ancianos santos estaban cerca del punto en que el nuevo poder entraba al mundo. Pero el mismo suceso conmovió a almas susceptibles que estaban a una distancia mucho mayor. Es probable que era después de la presentación al templo después que sus padres habían vuelto a Belén, donde querían fijar su residencia en vez de Nazaret, que Jesús fue visitado por los Magos del Oriente. Estos eran miembros de la clase instruida conocida por el nombre de Magos, depositarios de la ciencia, la filosofía, la habilidad médica y los misterios religio- z sos de más allá del Eufratis. Tácito, Suélenlo y Josefa nos dicen que prevalecía, en las regiones de donde vinieron los Magos, una expectación general de que un gran rey iba a levantarse en Judea. La visita de ellos era una profesía de cómo, en el futuro, el mundo gentil aceptaría su doctrina y salvación, y traería sus riquezas y talentos, su ciencia y filosofía, para ofrecérselos a sus pies. Todos estos se colocaron al rededor del Niño para adorarle; los pastores con su sencilla admiración, Simeón y Ana con la reverencia aumentada con la sabiduría y la piedad de largos años, y por último, los Magos con sus valiosos dones del Oriente y sus almas preparadas para recibir la instrucción. —De la Vida de Cristo por Stalker. & •S NACIO JESUS Nació nuestro Señor, que el mundo cante Con himnos celebrando Su memoria Nos trajo salvación naciendo pobre, Dejando las mansiones de Su gloria. Pasó nuestro dolor y la alegría Inunda por doquier los corazones, El canto suena con dulces melodías De ángeles por todas las regiones. Alumbra nuestra luz, el alma goza, Al ver sus misteriosas claridades, ¡Bendito sea Dios que ha derramado Torrentes de su Amor y sus piedades! J» Ne de los Santos Página 11 ILM