ion un ¿Socio Q/itaCicio SPox '^oxotia La elección de una compañera (o un compañero) para el casamiento, es el suceso más importante en la vida de una mujer o de un hombre, después de la conversión. La felicidad y él éxito de una vida depende en gran manera de esta elección. Los oficios, las profesiones y las carreras pueden ser confirmados o destruidos por ella, y el servicio cristiano puede ser obstruido o desviado por una elección imprudente. En este asunto la creyente no ser* gobernada por las consideraciones que influyen en las decisiones del mundano. No ser* arrebatada por las emociones, y no permitir* que las atracciones físicas, intelectuales o sociales obren sobremanera en ella. Al contrario, tratar* de saber el pensamiento de Dios sobre este asunto. Allí está el centro del asunto: discernir cuál es la voluntad del Señor. Para toda verdadera creyente, esta es la consideración primordial en todo asimto de la vida, y particularmente en uno tan vastamente Importante como éste. ¿Cómo, entonces, se revelar* esa voluntad? ¿Cómo podemos estar seguras? Asentemos inmediatamente que no hay un grupo de reglas, sino un solo y explícito principio que determina este asunto; un principio que está claro en las Escrituras, y es: “No os juntéis en yugo con loe infieles** (2 Cor. 6:14). Eso es inequívoco; y debe ser la consideración imperiosa de parte de todo creyente. Aparte de esto las Escrituras guardan un silencio extraño sobre este tema vital. ¿Por qué entonces las Escrituras hablan tan poco sobre esto? ¿No ser* porque el encontrar un compañero o una compañera es una parte tan normal y natural de la vida, que se debe llevar a cabo en una forma normal y natural? Nunca encontramos a Dios haciendo milagros en asuntos que se pueden llevar a cabo por medios comunes. Como creyentes debemos llevar una vida normal, sana, llena con el principio que nos gobierna de vivir y servir al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerzas. En la corriente ordinaria de esta vida como Dios quiere que sea— encontramos nuestro compañero, si Dios quiere que lo tengamos. <=^/.